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sábado, 26 de noviembre de 2022

Busquemos aquello que nos da más plenitud y una felicidad más completa, porque nos llene desde lo más hondo de nosotros mismos, estemos atentos y no nos distraigamos

 


Busquemos aquello que nos da más plenitud y una felicidad más completa, porque nos llene desde lo más hondo de nosotros mismos, estemos atentos y no nos distraigamos

Apocalipsis 22,1-7; Sal 94; Lucas 21,34-36

Hay una cosa que creo que siempre hemos de tener en cuenta en la vida, en cualquiera que sea la circunstancia, y es que estemos atentos a lo que hacemos. No solo le pedimos atención al conductor de un vehículo a lo que pueda suceder en la carretera para no ponerse en peligro él ni poner en peligro a ninguna otra persona, o a quien maneja máquinas de alta peligrosidad pues cualquier error puede producir una catástrofe, sino que sea lo que sea que hagamos o lo que es nuestra vida necesitamos esa atención y vigilancia.

Porque necesitamos actuar con responsabilidad, porque en ello va la integridad de la persona, porque podemos perder muchas posibilidades si no estamos atentos a lo que sucede a nuestro alrededor, porque es nuestra dignidad la que está en juego, incluso aunque nadie me pidiera cuentas, porque yo tengo mi conciencia. Muchas bellezas se quedan sin admirar y nosotros no llegamos a enriquecernos con lo que descubrimos en nuestro mundo o nos puedan aportar los demás, por falta de esa necesaria atención, y no digamos los peligros en los que podemos caer o podemos hacer caer a los demás.

Dándole una trascendencia grande a lo que hacemos o a lo que vivimos, es de eso de los que nos quiere hoy precaver Jesús. Podemos pensar en el momento final y decisorio de nuestra vida, porque Jesús nos está hablando de lo que en otro tiempo llamamos ‘los novísimos’, en referencia lo que es el fin de la vida y el fin del mundo. Pero seremos capaces de preparar ese momento final de la vida, si somos capaces de prepararnos para vivir en intensidad cada momento de la vida. Y aquí se nos está diciendo algo muy importante.

Como antes decíamos, perdemos muchas oportunidades en la vida porque andamos como distraídos. No hemos sabido descubrir lo que es lo verdaderamente importante y por eso podemos estar dándole importancia a cosas que realmente son secundarias en nuestra vida. Es aquí donde tenemos que saber discernir; discernir es separar para dejar a un lado lo que no vale o lo que es menos importante; discernir es estar atento a lo mejor, que aunque todo nos parezca igualmente bueno, siempre tendríamos que ir a lo mejor en ese afán de superación y crecimiento que hemos de tener en la vida. No nos puede parecer que todo es igual, dejándonos confundir, haciendo sincretismos que nos llevaran a un vacío interior porque no hemos sabido darle importancia a lo que es verdaderamente importante.

Muchas cosas nos pueden llamar la atención, muchas cosas nos pueden distraer de esa meta superior a la que deberíamos aspirar. Cuando vivimos la vida con superficialidad nos contentamos con cualquier cosa, y muchas veces nos dejamos atraer y conducir por aquello que nos produce más pasión al instante y que se puede quedar en algo momentáneo. Busquemos aquello que nos da más plenitud y una felicidad más completa, porque nos llene desde lo más hondo de nosotros mismos; y para eso tenemos que saber mirar hacia lo alto, buscar metas altas, darle sobrenaturalidad también a nuestra vida porque busquemos lo espiritual que nos dará más profundidad.

De eso nos está hablando hoy Jesús en el evangelio. Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones… Estad, pues, despiertos en todo tiempo… manteneros en pie ante el Hijo del hombre…’ Nos hablará de esas cosas que nos seducen, nos distraen y terminan engañándonos en la vida de cada día – cuántas son las cosas que nos tientan -, como  nos hablará de lo que es la venida final del Hijo del Hombre, del que tantas veces nos habla en el evangelio.

El Señor que llega cada día a nuestra vida con su gracia y no lo sabemos ver, pero el Señor que nos llamará junto a sí en la hora de la muerte, para lo que hemos de estar preparados. Reconozcamos que son cosas en las que no nos gusta pensar, rehuimos pensar en la hora de la muerte y nos ocultamos a esa realidad, como si metiendo la cabeza bajo el ala no lo vayamos a tener que afrontar. Se nos llena de angustia o de tristeza el corazón cuando pensamos en esas posibilidades que son cosas ciertas, pero no llegamos a pensar lo que significa ir al encuentro definitivo y para siempre junto al Señor.

No nos durmamos, estemos despiertos, porque eso además dará mayor altura y trascendencia a lo que hacemos y vivimos en el ahora de nuestra vida.

viernes, 25 de noviembre de 2022

No todo es invierno, hay muchos brotes de primavera a nuestro alrededor, seamos capaces de ver lo bueno que hacen tantos a nuestro lado para hacer un mundo mejor

 


No todo es invierno, hay muchos brotes de primavera a nuestro alrededor, seamos capaces de ver lo bueno que hacen tantos a nuestro lado para hacer un mundo mejor

Apocalipsis 20, 1-4. 11 — 21, 2; Sal 83; Lucas 21, 29-33

Allí donde los inviernos son crudos y duros, con la tierra helada, con bajas temperaturas, con condiciones climatológicas que normalmente llamamos adversas porque nos resultan incomodas, pero sin embargo necesarias en el ritmo de la naturaleza, cuando van cesando esas condiciones, vemos comenzar a brotar las ramas de los árboles  o las primeras hierbas en nuestros campos parece que nos sentimos resucitar y sabemos que la primavera comienza y el verano está cerca.

Pero esta consideración que nos hacemos es una imagen; una imagen que nos refleja situaciones por las que pasamos por la vida, y donde querríamos ver brotar una nueva primavera que nos alejen de esos malos momentos de desolación por los que algunas veces pasamos envueltos en nuestros problemas, por lo dura que se nos hace en ocasiones la vida, por la frialdad que palpamos muchas veces alrededor, la sequedad de la vida insolidaria, la dureza de las injusticias que afloran tantas veces en la vida, o por el desencanto que podamos vivir a causa de la vaciedad y de la vanidad con que se vive la vida.

Cómo deseamos que las cosas cambien. Nos cuesta remar a contracorriente cuando queremos mantenernos firmes en unos principios y en unos valores que nosotros consideramos fundamentales, pero que quizás en nuestro entorno no se quieren tener en cuenta, pues se corre demasiado tras esa vanidad, el orgullo se convierte en ley de vida que todo lo llena de enfrentamientos y de violencias, la desconfianza nos hace caminar cada uno por nuestro lado y sufrimos en consecuencias muchas soledades y sequedades en ese camino que queremos hacer.

Pero Jesús nos está pidiendo hoy que abramos nuestros ojos porque quizá en nuestro entorno, sin que lo notemos demasiado, sin embargo van brotando brotes verdes que pueden ser anuncio de que algo puede estar cambiando. Nos quejamos con frecuencia de lo mal que anda nuestro mundo y generalizamos y eso entonces nos impide ver que en medio de todo eso hay también corazones buenos, hay gente que quiere y lucha por lo bueno, que tiene generosidad en su corazón y calladamente se desviven por los demás. Generalizamos de tal manera que todo lo vemos negro, y no somos capaces de descubrir esos brotes de luz que por aquí y por allá están relampagueando anunciando una nueva luz.


Si Jesús nos está hablando de esas yemas que van brotando en la higuera de la vida, es que es cierto, que es así, su palabra no nos falla, aunque nos cueste ver. Es la fe que tenemos que seguir despertando en nuestros corazones para creer en la palabra de Jesús, es la esperanza que tiene que ir brotando en el corazón, es la nueva luz que tenemos que poner en nuestros ojos que nos hagan capaces de ver tantas cosas buenas que suceden, se realizan a nuestro alrededor.

Sin nos faltara esta esperanza, nos sentiríamos derrotados. Es la impresión que algunas veces damos con la frialdad de nuestra fe y de nuestra esperanza. Y tenemos que ser testigos de esperanza, tenemos que ser portadores de luz, tenemos que dejar inundar nuestros corazones de paz para que la podamos contagiar a los demás. Es la interpelación que nos hace hoy la Palabra de Dios. Dejémonos interrogar por la palabra para que surja una nueva inquietud en nuestro corazón, para que nos llenemos de nuevo de valentía, para que con entusiasmo nos convirtamos en testigos del Reino de Dios en medio de nuestro mundo.

No todo es invierno, hay muchos brotes de primavera. Pongamos de nuestra parte todo lo que podamos para que brote una nueva esperanza para el mundo.

jueves, 24 de noviembre de 2022

Ánimo, nos viene a decir Jesús, poneos en pie, no os dejéis abatir, no perdáis la esperanza, abrid los ojos, algo nuevo está sucediendo también en nuestro mundo, hay señales de vida

 


Ánimo, nos viene a decir Jesús, poneos en pie, no os dejéis abatir, no perdáis la esperanza, abrid los ojos, algo nuevo está sucediendo también en nuestro mundo, hay señales de vida

Apocalipsis 18,1-2.21-23; 19, 1-3.9ª; Sal 99; Lucas 21,20-28

Una palabra fácil que le decimos al amigo cuando lo vemos decaído es ¡ánimo! Es muy fácil decir, pero qué difícil es levantar el ánimo cuando se está caído. Esta persona está desanimada, decimos, y tratamos de alegrarle la vida, si nos parece nos ponemos hasta a cantar a su lado pero quien se encuentra de verdad desanimado aunque en aquel momento nos quiera ofrecer una sonrisa, parece más bien una sonrisa amarga, una sonrisa llena de angustias, los ojos no terminan de brillarles.

Nos desanimamos cuando los problemas nos aturden y no sabemos encontrar solución; nos desanimamos cuando los fracasos van apareciendo en la vida, intentamos muchas cosas, pero o no sabemos o  no somos capaces, pero parece que las cosas nos van adelante; nos desanimamos cuando contemplamos el mundo en que vivimos que parece que no tiene norte, que anda desorientado, que se llena de apegos que a nada saben pero de los que no queremos desprendernos, y nos sentimos sin fuerzas para emprender algo que levante el ánimo de los demás, o que nos levante el ánimo a nosotros mismos; nos desanimamos cuando parece que todo se acaba, que no hay remedio, que todo parece que va en pendiente abajo hacia su fin. Y pensamos en nuestros esfuerzos, y pensamos en lo que quisimos hacer bien, y pensamos en tantas luchas y trabajos para hacer que la sociedad fuera más justa, para cumplir con nuestras responsabilidades, y ahora todo nos parece oscuro, sin verdaderas luces que den sentido y sabor a nuestro mundo.

Podríamos seguir pensando en muchas cosas así que nos quitan el ánimo, pero pensamos en cómo levantarnos, en cómo reaccionar, en cómo hacer que las cosas cambien a mejor, y seguimos escuchando una voz en nuestro interior que nos dice ¡ánimo!, que todo merece la pena, que un día encontraremos esa luz, que todo puede cambiar a mejor, que ya hay muchos, aunque quizá en la oscuridad de nuestra mente no seamos capaces de verlos, que caminan caminos de solidaridad, que buscan sinceramente la paz, que van queriendo poner más amor en nuestro mundo.

Es una voz luminosa la que escuchamos en nuestro interior; es una voz que nos ayuda a descubrir esas señales de algo nuevo que va brotando por todas partes, que son señales de que el Reino de Dios va prendiendo en nuestro mundo y que no podemos dejar apagar, sino todo lo contrario avivar más y más para que se encienda ese nuevo fuego de vida y amor.

Hoy el evangelio nos traza unas señales que bien podrían llenarnos aún más de angustias y de temores, y que parece que son cosas calcadas de lo que ahora mismo estamos viendo en el mundo y en la sociedad en la que vivimos. Se nos habla de destrucción – que son, es cierto, unas descripciones de lo que fue la destrucción de la ciudad y el templo de Jerusalén – pero que bien podrían estar reflejando las guerras que nos asolan, las epidemias que tantas vidas han destruido, las catástrofes naturales ya sean terremotos, volcanes o inundaciones que son noticias casi todos los días en nuestros noticieros.

Y ante todo eso, ¿cómo podemos sentirnos? Pues Jesús nos tiene una buena noticia, tiene para nosotros una palabra de aliento y de ánimo. Escuchemos directamente lo que nos está diciendo en el final de este texto del evangelio que hoy escuchamos. Nos podría pasar desapercibido si nos dejamos envolver por lo anterior, pero tenemos que escuchar completa la buena noticia que Jesús quiere darnos. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación’.

Animo, nos viene a decir Jesús. poneos en pie, no os dejéis abatir, no perdáis la esperanza; abrir los ojos, algo nuevo está sucediendo también en nuestro mundo y no todo es muerte y destrucción, hay muchas señales de vida, hay muchas señales de amor.  La salvación se está haciendo presente en nuestro mundo, y tenemos que vivirla, por eso tenemos que llenarnos de esperanza, por eso tenemos que seguir el camino con perseverancia. Pongámonos en camino.

miércoles, 23 de noviembre de 2022

Momentos difíciles pasamos muchas veces en la hora de dar testimonio de nuestra fe, pero no estamos solos porque Jesús nos ha prometido la fuerza de su Espíritu

 


Momentos difíciles pasamos muchas veces en la hora de dar testimonio de nuestra fe, pero no estamos solos porque Jesús nos ha prometido la fuerza de su Espíritu

Apocalipsis 15,1-4; Sal 97; Lucas 21,12-19

Cuando nos vemos en situaciones complicadas, donde se nos puede pedir razón de lo que hacemos, donde quizás por los problemas que tengamos hemos de acudir a alguien pidiendo ayuda, o ante errores que hayamos cometido tenemos que dar explicaciones, pedir excusas, o hacernos un nuevo planteamiento, nos llenamos de dudas y de miedos en nuestro interior, porque no sabemos cómo vamos a reaccionar, no sabemos qué podemos decir o cómo podemos explicarnos mejor, y en cierto modo sentimos como una desazón o una angustia en nuestro interior.

Acudimos quizá a un amigo de confianza a quien podemos hablar con toda libertad pidiendo un consejo, una visión distinta de los problemas que tenemos, o como quizás desde su experiencia podemos afrontar esas situaciones; cuando se trata de problemas más fuertes pedimos la orientación o el acompañamiento de un abogado, que tiene su preparación, sabe mejor como responder a esos cuestionamientos que se nos hacen, qué es lo que podemos decir en nuestro favor, o nos puede ofrecer incluso un asesoramiento jurídico o incluso una defensa llegado el caso. La cuestión es no sentirnos solos e indefensos.

Digo esto a manera de ejemplo en referencia a lo que hoy nos está hablando Jesús en el evangelio. Nos está previniendo para los tiempos difíciles con que nos vamos a encontrar. Habla de persecuciones e incluso de muerte con lo que tenemos ocasión, como nos dice, de dar testimonio. Es en esos momentos difíciles donde se ha de manifestar claramente la firmeza de nuestra fe y como si ponemos toda nuestra confianza en el Señor no nos vamos a ver defraudados.

Bien sabemos que a la iglesia y a los cristianos no nos han faltado persecuciones en todos los tiempos. Desearíamos, es cierto, que todo fuera en paz y armonía, y que el mundo que nos rodea aceptara el testimonio que nosotros podemos ofrecer del evangelio, luz y sendero de nuestra vida. Pero el discípulo no es mayor que su maestro, nos dirá Jesús en otra ocasión, y si a Jesús le hicieron lo que le hicieron llevándolo a la cruz, es el camino de pascua que nosotros también hemos de vivir.

Es normal que nos entren los miedos y las angustias; somos humanos y somos débiles, no bastarán nuestras palabras y nuestra sabiduría para encontrar esa fuerza que necesitamos. Y es de lo que nos está hablando hoy Jesús. No hemos de temer. Hemos de mantenernos perseverantes, es el camino que de verdad nos llevará a la salvación.

Pero Jesús nos da un abogado, un defensor, quien en verdad nos va a guiar en lo más hondo del corazón en ese camino que hemos de recorrer. Ya en otro momento nos hablará de que El marcha a estar junto al Padre pero que nos enviará el Paráclito, el Defensor, ‘El os guiará hasta la verdad plena’, nos dice.

Pero hoy nos está diciendo como no hemos de temer en esos momentos difíciles en que nos podemos encontrar.  Es el momento de dar nuestro testimonio y con nosotros va a estar la fuerza de su Espíritu. En la última cena cuando les hablaba Jesús de su marcha al Padre, aunque no terminaban de entender bien lo que Jesús les estaba diciendo, sus corazones se llenaban de tristeza; les parecía que se iban a sentir solos. Nos pasa a nosotros tantas veces cuando aquellos a los que amamos parece que por un motivo o por otro se alejan de nosotros; cómo sentimos la soledad y como nos sentimos indefensos. Fue el trance amargo que ellos pasaron también durante la pasión de Jesús hasta que lo contemplaron resucitado.

Hoy les dice Jesús en referencia a esos momentos difíciles e incluso de persecución. Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro’. La fuerza del Espíritu del Señor estará siempre con nosotros.

martes, 22 de noviembre de 2022

Descubramos las señales de esperanza que Dios pone cerca de nosotros, siempre señales de vida, para que no perdamos la paz y serenidad del espíritu en las tormentas de la vida

 


Descubramos las señales de esperanza que Dios pone cerca de nosotros, siempre señales de vida, para que no perdamos la paz y serenidad del espíritu en las tormentas de la vida

Apocalipsis 14,14-19; Sal 95; Lucas 21,5-11

Entender la vida no es tarea fácil. Algunas veces vivimos sin mayor preocupación, las cosas se van sucediendo, seguimos con nuestras rutinas y parece que todo marcha siempre igual, que todo va bien. Parece que vivimos tranquilos. Pero todos sabemos que surgen cosas, ya sea en la vida personal, ya sea en la vida familiar, contratiempos, problemas, dificultades a las que tenemos que enfrentarnos y aunque nos cuesta parece que más o menos nos vamos defendiendo, en nuestra tranquilidad, al menos en la que queremos aparentar, no nos hacemos demasiados planteamientos. Pero ya comenzamos a darnos cuenta que no es fácil.

En el mundo que vivimos hemos pasado, sin embargo, por muchas cosas que algunas veces comienzan a quitarnos el sueño. No ha sido poco lo que hemos vivido con la pandemia de los últimos años, y quizá no hacemos demasiada memoria – recordamos muchas veces lo que queremos – por siempre la humanidad ha pasado por situaciones así; intentamos salir adelante como pudimos, aunque nos hace ya plantearnos muchas cosas sobre la vida misma; como en un momento determinado, por algo que nos podía parecer poca cosa, sin embargo la vida se nos complicó.

Detrás nos ha venido la guerra que, aunque algunos nos dicen que nos queda lejos de nosotros y tratamos de insensibilizarnos, sin embargo vemos que nos está afectando mucho, algunas veces cerrando los ojos a la crueldad y tragedia que en aquellos lugares se vive; pero como a nosotros nos afectan los suministros, comenzamos a llenarnos de miedo. Crisis económica que va aparejada con otras crisis sociales que está viviendo la sociedad actual.

Y comienzan a surgir las preguntas y las respuestas que nos intentan hacer llegar desde muchas partes y con una variedad grande de opiniones. Comienza en el fondo, aunque algunas veces tratamos de disimularlo a aparecer los miedos, los temores, las oscuridades que nos van envolviendo en la vida. ¿A dónde vamos? ¿En qué va a terminar todo? ¿Serán anuncios de catástrofes mayores de destrucción de nuestro mundo? Nos hablan por otro lado de cambios climáticos, hay cosas que no terminamos de entender de la mete reología, y vienen catastrofistas que nos hablan poco menos que del fin del mundo.

Y yo, como creyente, como cristiano, ¿qué tengo que decir a todo esto? ¿Qué respuestas podemos encontrar? ¿Perderemos también la paz y la esperanza? ¿Serán los anuncios apocalípticos de fin del mundo y de todas esas cosas? Y también escucharemos muchas voces, muchas opiniones tantas veces encontradas, con interpretaciones que hacemos para todos los gustos. Es difícil.

El evangelio que vamos escuchando estos días de fin del ciclo litúrgico podría ayudarnos; en ellos podemos encontrar alguna luz que ilumine y despierte nuestra esperanza.

En torno a Jesús se están manifestando diversas opiniones sobre la grandiosidad del templo, que quizás estaban contemplando desde el monte de los Olivos, porque desde allí se tenía una visión espectacular, y Jesús, como quien no quiere la cosa, les dice que todo aquello se vendrá abajo, que no quedará piedra sobre piedra de todo aquel esplendor. Y surgen las preguntas ¿Cuándo va a suceder eso? Pero Jesús nos les responde directamente, aunque todo aquel esplendor del templo y de la ciudad de Jerusalén en pocos años se vendrá abajo, sino que Jesús quiere ir más allá.

En el fondo de las preguntas que se van planteando a Jesús está en el pensar en los últimos tiempos. Jesús de alguna manera lo menciona, pero no para que nos llenemos de más temores, sino para que encontremos caminos de esperanza. Les previene ante los catastrofistas de turno, que con aires de profeta, vendrán trayendo sus confusiones. No los creáis, les viene a decir Jesús. Hay que mantener la calma, no se puede perder la esperanza. ‘Miren en no dejarse engañar por los falsos profetas, les dice, no se asusten que el miedo no les paralice’.

Solo tenemos que dejarnos conducir por el Espíritu de Dios. El mal existe, está ahí, vendrá con todas sus consecuencias de sufrimiento y de muerte, pero nosotros tenemos que saber en quien nos apoyamos, quien nos da fortaleza, quien estará con nosotros para que podamos vencer el mal. Es tiempo de esperanza, de permanecer firmes frente a todo el mal que nos puede rodear y que nos quiere engullir. Tenemos que tener serenidad de espíritu para poder discernir las señales de luz que Dios pondrá en nuestro camino. No siempre es fácil, pero el Señor nos va dejando unas señales.

En medio de todo eso tenemos que descubrir señales de amor y de solidaridad que van surgiendo en nuestro entorno, tenemos que saber descubrir a quienes llevan en verdad luz en el corazón y que pueden ser nuestro apoyo en nuestro caminar; no nos dejemos confundir por luces falaces que nos puedan engañar, sino sepamos descubrir lo bueno, hay mucho bueno alrededor, hay muchas gente que busca el bien y se preocupa de los demás, hay mucha gente solidaria, que tienen que ser un estímulo para nosotros, para mantener nuestra esperanza.

Es lo que tenemos que saber discernir, para que no nos entren los agobios y las angustias y mantengamos la paz en el corazón. Descubramos esas señales de esperanza, que son señales de vida.

 

lunes, 21 de noviembre de 2022

Detengámonos a mirar con los ojos y a los ojos y veremos lo que hay detrás y surgirá una generosidad nueva en el corazón

 


Detengámonos a mirar con los ojos y a los ojos y veremos lo que hay detrás y surgirá una generosidad nueva en el corazón

Apocalipsis 14,1-3.4b-5; Sal 23; Lucas 21,1-4

No siempre sabemos lo que se oculta tras el rostro de una persona. Y no vamos a ir ahora por el campo de las desconfianzas, porque además es a lo primero que nos sentimos tentados, sino que detrás de aquel rostro hay una vida, con su historia, con sus alegrías y con sus penas, con sus sufrimientos y con sus angustias. Por supuesto, no podemos saber, no podemos ser adivinos, pero sí darle la confianza de creer en la persona, de valorar a la persona, y podremos desde esa confianza ganada llegar a conocer, no por curiosidad, sino para entrar en una empatía distinta qué es lo que hay en esa persona.

Esta actitud podría tener muchas consecuencias, primero es el respeto hacia esa persona alejando desconfianzas y sospechas, ahí está la valoración de la persona, la comprensión ante sus actitudes o sus posturas, ante sus silencios o ante lo que con su mirada quizás nos quiera trasmitir. No comenzaríamos por hacer juicios de valor, como tantas veces hacemos, no tenemos por qué criticar desde nuestros prejuicios; sí tenemos que saber llenar nuestro corazón de amor para entrar en una nueva sintonía. No es fácil, pero sí es posible según el amor que desarrollemos en nuestro corazón y la actitud positiva con que nos acerquemos a esa persona. Qué distintas serían nuestras relaciones, nuestro trato, qué distintos serían los gestos que fuéramos capaces de poner.

Hoy Jesús nos está enseñando una cosa importante con este texto del evangelio que se nos ofrece. Jesús simplemente está a la entrada del templo, allí muy cerca de donde están los cepillos de las ofrendas. Mucha gente desfila por aquel lugar, pero Jesús está siempre con su mirada atenta, porque quiere llegar al corazón de cada persona.

Al entrar al templo muchos van echando sus ofrendas y limosnas en los cepillos allí colocados, unos más otros menos. Entre todas aquellas personas una viuda se acerca también a echar su limosna. Pasaría desapercibida, porque ni iba tocando campanillas para hacerse notar – es una forma de hablar, aunque también podía ser la forma para algunos – ni hacia ningún aspaviento sino que quería pasar desapercibida. ¿A quien iba a importar aquella mujer que como tantos pasaba junto al arca de las ofrendas y ponía su limosna? Muchos, con los ojos abiertos también, ni la verían.

Pero Jesús vio, como solo El puede hacerlo, que allí había una persona pobre, por sus vestiduras todos podían saber que era una viuda, pero Jesús descubrió la pobreza que había detrás. Ya nos dirá el evangelista al contarnos el episodio que era una viuda pobre. ¿Qué había detrás de aquellas vestiduras de luto, de aquel rostro quizá cruzado por las arrugas de sufrimientos y necesidades pasadas? Nadie se había fijado en aquel rostro, nadie había notado nada de extraordinario. ¿Hubiéramos sido nosotros capaces como Jesús?

Es lo primero que nos está queriendo hacer notar el mensaje de este evangelio. Miremos a las personas, pero que nuestra mirada sea distinta. Pasamos demasiado por la vida sin mirar. Alguien quizás más tarde nos hablará de alguien que estaba en la acera por donde pasamos, y quizá tengamos que reconocer que no la vimos. Como no miramos a los ojos de aquel que nos tiende una mano pidiendo una ayuda, como malamente susurramos un saludo si el otro primero tuvo la iniciativa. Aprendamos a mirar, a mirar a los ojos, a hablar con palabra clara, a abrir también los oídos para algo que la vida nos va susurrando cuando nos encontramos con las personas. Habrá algo distinto en nuestro corazón.

Jesús destacará la generosidad de aquella mujer porque puso todo cuanto tenía frente a los que daban quizá simplemente de lo que les sobraba; cuantas veces rebuscamos en nuestros bolsillos para encontrar la moneda más pequeña.  Es otra gran lección, sobre el que normalmente sobreabundamos cuando comentamos este episodio, y que por supuesto también hemos de tener en cuenta.

Pero si hemos mirado, y mirado a los ojos, si nos hemos fijado y hemos sabido pensar en lo que pudiera haber detrás, seguro que nuestra generosidad surgirá como por encanto. Se ha movido el corazón.

domingo, 20 de noviembre de 2022

Cuando hoy contemplamos la muerte de Jesús en la Cruz para nosotros siempre tiene un sentido porque contemplamos el amor, la vida, la salvación, el verdadero Reino de Dios

 


Cuando hoy contemplamos la muerte de Jesús en la Cruz para nosotros siempre tiene un sentido porque contemplamos el amor, la vida, la salvación, el verdadero Reino de Dios

2Samuel 5,1-3; Sal 121; Colosenses 1,12-20; Lucas 23,35-43

Parece un relato lleno de contradicciones el que escuchamos hoy en el evangelio, como en cierto modo lo puede ser esta fiesta que hoy celebramos para el mundo en el que hoy vivimos. Como sabemos estamos celebrando a Jesucristo, Rey del Universo, como lo proclama la liturgia, fiesta de Cristo Rey como habitualmente decimos en este último domingo del ciclo litúrgico.

Esto último que decimos porque quizás no sea totalmente comprensible el título de rey para las gentes del mundo de hoy y para muchos sea incluso cuestionable por resabios políticos que pudiera tener cuando no se interprete bien. Pero contradictorio el mismo relato del evangelio porque se está hablando de un rey y lo que contemplamos es a un hombre muriendo en una cruz, aunque lo consideráramos incluso un profeta.

Rey lo proclama el título colocado a la cabecera de la cruz que da el motivo de la condena, aunque en la consideración de quien dictó la sentencia estuvieran sus miedos de ser acusado ante el emperador por dejadez en la defensa de la soberanía de Roma que lo convertiría de alguna manera en una muerte política, aunque por medio estaba la pregunta que le había hecho Pilatos de si era rey, y donde se había proclamado rey de la verdad, lo que aun había cuestionado más al gobernador.

Pero proclamado rey de Israel los propios judíos lo ponen en cuestión porque niegan que sea el Mesías que no puede incluso ni salvarse a sí mismo. ‘Que se salve a sí mismo si él es el Mesías de Dios’, le gritaban. ‘Si eres el Mesías de Dios, sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros’, lo insultaba uno de los malhechores.

Sin embargo ante la petición del otro de los malhechores, ‘Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino’, Jesús respondía proclamando en verdad cuál era la salvación que venía a ofrecernos y por la que ahora entregándose a la muerte proclamaba en verdad que era rey. ‘En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso’. Quien le reconociera de verdad como el Señor reconociendo lo que era en sí mismo el Reino de Dios que tanto había anunciado, aunque ahora estuviera padeciendo el suplicio de la cruz, podría participar plenamente de su Reino.

Y a esto es en verdad a lo que nos está invitando esta fiesta de Cristo Rey que hoy celebramos, a reconocerlo como el único Señor de nuestra vida, cualesquiera que fuera la circunstancia que estuviéramos viviendo. Nos cuesta cuando nos vemos envueltos en los oscuros túneles de la vida, con nuestras luchas y con nuestros sufrimientos descubrir la luz que verdaderamente nos ilumina. No era fácil para aquel malhechor que estaba crucificado en una cruz como la de Jesús descubrir ese rayo de luz al final del oscuro túnel de sufrimiento y muerte que estaba padeciendo, pero la descubrió y a ella se agarró, podríamos decir, y encontró el camino de la salvación. ‘Hoy estarás conmigo en el paraíso’.

Nos es difícil muchas veces en la vida descubrir y llegar a vivir el mensaje del evangelio. muchas voces contradictorias cantan en torno nuestro aturdiendo nuestros oídos, porque muchos son los reclamos de la vida, muchos son los cantos de sirena que nos ofrecen distintos caminos para encontrar la felicidad, muchas serán las cosas que nos atraen alrededor del camino que queremos emprender para distraernos y alejarnos de la meta que queremos alcanzar, muchas cosas se nos presentan fáciles si nos dejamos arrastrar por las más diversas pasiones sin darnos cuenta que si caemos en sus redes y dependencias estaremos entrando en sendas de esclavitud.

Pero hemos de tener claro el camino, hemos de tener muy presente el evangelio de Jesús, aunque tengamos que pasar por la pascua porque a muchas cosas tengamos que morir, pero buscamos la vida, buscamos la resurrección, buscamos la salvación que solo en Cristo podemos encontrar. 

Cuando hoy contemplamos esta escena de la Cruz para nosotros no resultará nunca una contradicción, para nosotros siempre tiene un sentido porque estamos contemplando el amor, estamos contemplando la vida, estamos encontrando la verdadera salvación. Es el amor que nos abre caminos poniéndonos en caminos de nuevo amor, es el amor que nos llena de vida y de vida en plenitud, es el amor que nos regala la salvación para gozar para siempre de su Reino.

Es cierto que vamos machacados por el camino con muchas heridas y cicatrices de los tropiezos que hayamos tenido en su recorrido porque no siempre supimos ser fieles, porque muchas veces nos dejamos encantar por esos cantos de sirena como antes decíamos, pero tenemos la seguridad de que a quien contemplamos en la cruz es el único Señor de nuestra vida y como aquel malhechor, porque todos nos sentimos malhechores y pecadores, acudimos, ‘Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino’. Es proclamar que Jesús en verdad es el único Señor y Rey de nuestra vida.