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martes, 22 de noviembre de 2022

Descubramos las señales de esperanza que Dios pone cerca de nosotros, siempre señales de vida, para que no perdamos la paz y serenidad del espíritu en las tormentas de la vida

 


Descubramos las señales de esperanza que Dios pone cerca de nosotros, siempre señales de vida, para que no perdamos la paz y serenidad del espíritu en las tormentas de la vida

Apocalipsis 14,14-19; Sal 95; Lucas 21,5-11

Entender la vida no es tarea fácil. Algunas veces vivimos sin mayor preocupación, las cosas se van sucediendo, seguimos con nuestras rutinas y parece que todo marcha siempre igual, que todo va bien. Parece que vivimos tranquilos. Pero todos sabemos que surgen cosas, ya sea en la vida personal, ya sea en la vida familiar, contratiempos, problemas, dificultades a las que tenemos que enfrentarnos y aunque nos cuesta parece que más o menos nos vamos defendiendo, en nuestra tranquilidad, al menos en la que queremos aparentar, no nos hacemos demasiados planteamientos. Pero ya comenzamos a darnos cuenta que no es fácil.

En el mundo que vivimos hemos pasado, sin embargo, por muchas cosas que algunas veces comienzan a quitarnos el sueño. No ha sido poco lo que hemos vivido con la pandemia de los últimos años, y quizá no hacemos demasiada memoria – recordamos muchas veces lo que queremos – por siempre la humanidad ha pasado por situaciones así; intentamos salir adelante como pudimos, aunque nos hace ya plantearnos muchas cosas sobre la vida misma; como en un momento determinado, por algo que nos podía parecer poca cosa, sin embargo la vida se nos complicó.

Detrás nos ha venido la guerra que, aunque algunos nos dicen que nos queda lejos de nosotros y tratamos de insensibilizarnos, sin embargo vemos que nos está afectando mucho, algunas veces cerrando los ojos a la crueldad y tragedia que en aquellos lugares se vive; pero como a nosotros nos afectan los suministros, comenzamos a llenarnos de miedo. Crisis económica que va aparejada con otras crisis sociales que está viviendo la sociedad actual.

Y comienzan a surgir las preguntas y las respuestas que nos intentan hacer llegar desde muchas partes y con una variedad grande de opiniones. Comienza en el fondo, aunque algunas veces tratamos de disimularlo a aparecer los miedos, los temores, las oscuridades que nos van envolviendo en la vida. ¿A dónde vamos? ¿En qué va a terminar todo? ¿Serán anuncios de catástrofes mayores de destrucción de nuestro mundo? Nos hablan por otro lado de cambios climáticos, hay cosas que no terminamos de entender de la mete reología, y vienen catastrofistas que nos hablan poco menos que del fin del mundo.

Y yo, como creyente, como cristiano, ¿qué tengo que decir a todo esto? ¿Qué respuestas podemos encontrar? ¿Perderemos también la paz y la esperanza? ¿Serán los anuncios apocalípticos de fin del mundo y de todas esas cosas? Y también escucharemos muchas voces, muchas opiniones tantas veces encontradas, con interpretaciones que hacemos para todos los gustos. Es difícil.

El evangelio que vamos escuchando estos días de fin del ciclo litúrgico podría ayudarnos; en ellos podemos encontrar alguna luz que ilumine y despierte nuestra esperanza.

En torno a Jesús se están manifestando diversas opiniones sobre la grandiosidad del templo, que quizás estaban contemplando desde el monte de los Olivos, porque desde allí se tenía una visión espectacular, y Jesús, como quien no quiere la cosa, les dice que todo aquello se vendrá abajo, que no quedará piedra sobre piedra de todo aquel esplendor. Y surgen las preguntas ¿Cuándo va a suceder eso? Pero Jesús nos les responde directamente, aunque todo aquel esplendor del templo y de la ciudad de Jerusalén en pocos años se vendrá abajo, sino que Jesús quiere ir más allá.

En el fondo de las preguntas que se van planteando a Jesús está en el pensar en los últimos tiempos. Jesús de alguna manera lo menciona, pero no para que nos llenemos de más temores, sino para que encontremos caminos de esperanza. Les previene ante los catastrofistas de turno, que con aires de profeta, vendrán trayendo sus confusiones. No los creáis, les viene a decir Jesús. Hay que mantener la calma, no se puede perder la esperanza. ‘Miren en no dejarse engañar por los falsos profetas, les dice, no se asusten que el miedo no les paralice’.

Solo tenemos que dejarnos conducir por el Espíritu de Dios. El mal existe, está ahí, vendrá con todas sus consecuencias de sufrimiento y de muerte, pero nosotros tenemos que saber en quien nos apoyamos, quien nos da fortaleza, quien estará con nosotros para que podamos vencer el mal. Es tiempo de esperanza, de permanecer firmes frente a todo el mal que nos puede rodear y que nos quiere engullir. Tenemos que tener serenidad de espíritu para poder discernir las señales de luz que Dios pondrá en nuestro camino. No siempre es fácil, pero el Señor nos va dejando unas señales.

En medio de todo eso tenemos que descubrir señales de amor y de solidaridad que van surgiendo en nuestro entorno, tenemos que saber descubrir a quienes llevan en verdad luz en el corazón y que pueden ser nuestro apoyo en nuestro caminar; no nos dejemos confundir por luces falaces que nos puedan engañar, sino sepamos descubrir lo bueno, hay mucho bueno alrededor, hay muchas gente que busca el bien y se preocupa de los demás, hay mucha gente solidaria, que tienen que ser un estímulo para nosotros, para mantener nuestra esperanza.

Es lo que tenemos que saber discernir, para que no nos entren los agobios y las angustias y mantengamos la paz en el corazón. Descubramos esas señales de esperanza, que son señales de vida.

 

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