Descubramos
las señales de esperanza que Dios pone cerca de nosotros, siempre señales de
vida, para que no perdamos la paz y serenidad del espíritu en las tormentas de
la vida
Apocalipsis 14,14-19; Sal 95; Lucas 21,5-11
Entender la
vida no es tarea fácil. Algunas veces vivimos sin mayor preocupación, las cosas
se van sucediendo, seguimos con nuestras rutinas y parece que todo marcha
siempre igual, que todo va bien. Parece que vivimos tranquilos. Pero todos
sabemos que surgen cosas, ya sea en la vida personal, ya sea en la vida
familiar, contratiempos, problemas, dificultades a las que tenemos que
enfrentarnos y aunque nos cuesta parece que más o menos nos vamos defendiendo,
en nuestra tranquilidad, al menos en la que queremos aparentar, no nos hacemos
demasiados planteamientos. Pero ya comenzamos a darnos cuenta que no es fácil.
En el mundo
que vivimos hemos pasado, sin embargo, por muchas cosas que algunas veces
comienzan a quitarnos el sueño. No ha sido poco lo que hemos vivido con la
pandemia de los últimos años, y quizá no hacemos demasiada memoria – recordamos
muchas veces lo que queremos – por siempre la humanidad ha pasado por
situaciones así; intentamos salir adelante como pudimos, aunque nos hace ya
plantearnos muchas cosas sobre la vida misma; como en un momento determinado,
por algo que nos podía parecer poca cosa, sin embargo la vida se nos complicó.
Detrás nos ha
venido la guerra que, aunque algunos nos dicen que nos queda lejos de nosotros
y tratamos de insensibilizarnos, sin embargo vemos que nos está afectando
mucho, algunas veces cerrando los ojos a la crueldad y tragedia que en aquellos
lugares se vive; pero como a nosotros nos afectan los suministros, comenzamos a
llenarnos de miedo. Crisis económica que va aparejada con otras crisis sociales
que está viviendo la sociedad actual.
Y comienzan a
surgir las preguntas y las respuestas que nos intentan hacer llegar desde
muchas partes y con una variedad grande de opiniones. Comienza en el fondo,
aunque algunas veces tratamos de disimularlo a aparecer los miedos, los
temores, las oscuridades que nos van envolviendo en la vida. ¿A dónde vamos?
¿En qué va a terminar todo? ¿Serán anuncios de catástrofes mayores de
destrucción de nuestro mundo? Nos hablan por otro lado de cambios climáticos,
hay cosas que no terminamos de entender de la mete reología, y vienen catastrofistas
que nos hablan poco menos que del fin del mundo.
Y yo, como
creyente, como cristiano, ¿qué tengo que decir a todo esto? ¿Qué respuestas
podemos encontrar? ¿Perderemos también la paz y la esperanza? ¿Serán los
anuncios apocalípticos de fin del mundo y de todas esas cosas? Y también
escucharemos muchas voces, muchas opiniones tantas veces encontradas, con
interpretaciones que hacemos para todos los gustos. Es difícil.
El evangelio
que vamos escuchando estos días de fin del ciclo litúrgico podría ayudarnos; en
ellos podemos encontrar alguna luz que ilumine y despierte nuestra esperanza.
En torno a
Jesús se están manifestando diversas opiniones sobre la grandiosidad del
templo, que quizás estaban contemplando desde el monte de los Olivos, porque
desde allí se tenía una visión espectacular, y Jesús, como quien no quiere la
cosa, les dice que todo aquello se vendrá abajo, que no quedará piedra sobre
piedra de todo aquel esplendor. Y surgen las preguntas ¿Cuándo va a suceder
eso? Pero Jesús nos les responde directamente, aunque todo aquel esplendor del
templo y de la ciudad de Jerusalén en pocos años se vendrá abajo, sino que
Jesús quiere ir más allá.
En el fondo
de las preguntas que se van planteando a Jesús está en el pensar en los últimos
tiempos. Jesús de alguna manera lo menciona, pero no para que nos llenemos de
más temores, sino para que encontremos caminos de esperanza. Les previene ante
los catastrofistas de turno, que con aires de profeta, vendrán trayendo sus
confusiones. No los creáis, les viene a decir Jesús. Hay que mantener la
calma, no se puede perder la esperanza. ‘Miren en no dejarse engañar por los
falsos profetas, les dice, no se asusten que el miedo no les paralice’.
Solo tenemos
que dejarnos conducir por el Espíritu de Dios. El mal existe, está ahí, vendrá
con todas sus consecuencias de sufrimiento y de muerte, pero nosotros tenemos
que saber en quien nos apoyamos, quien nos da fortaleza, quien estará con
nosotros para que podamos vencer el mal. Es tiempo de esperanza, de permanecer
firmes frente a todo el mal que nos puede rodear y que nos quiere engullir.
Tenemos que tener serenidad de espíritu para poder discernir las señales de luz
que Dios pondrá en nuestro camino. No siempre es fácil, pero el Señor nos va
dejando unas señales.
En medio de
todo eso tenemos que descubrir señales de amor y de solidaridad que van
surgiendo en nuestro entorno, tenemos que saber descubrir a quienes llevan en
verdad luz en el corazón y que pueden ser nuestro apoyo en nuestro caminar; no
nos dejemos confundir por luces falaces que nos puedan engañar, sino sepamos
descubrir lo bueno, hay mucho bueno alrededor, hay muchas gente que busca el
bien y se preocupa de los demás, hay mucha gente solidaria, que tienen que ser
un estímulo para nosotros, para mantener nuestra esperanza.
Es lo que
tenemos que saber discernir, para que no nos entren los agobios y las angustias
y mantengamos la paz en el corazón. Descubramos esas señales de esperanza, que
son señales de vida.
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