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domingo, 20 de noviembre de 2022

Cuando hoy contemplamos la muerte de Jesús en la Cruz para nosotros siempre tiene un sentido porque contemplamos el amor, la vida, la salvación, el verdadero Reino de Dios

 


Cuando hoy contemplamos la muerte de Jesús en la Cruz para nosotros siempre tiene un sentido porque contemplamos el amor, la vida, la salvación, el verdadero Reino de Dios

2Samuel 5,1-3; Sal 121; Colosenses 1,12-20; Lucas 23,35-43

Parece un relato lleno de contradicciones el que escuchamos hoy en el evangelio, como en cierto modo lo puede ser esta fiesta que hoy celebramos para el mundo en el que hoy vivimos. Como sabemos estamos celebrando a Jesucristo, Rey del Universo, como lo proclama la liturgia, fiesta de Cristo Rey como habitualmente decimos en este último domingo del ciclo litúrgico.

Esto último que decimos porque quizás no sea totalmente comprensible el título de rey para las gentes del mundo de hoy y para muchos sea incluso cuestionable por resabios políticos que pudiera tener cuando no se interprete bien. Pero contradictorio el mismo relato del evangelio porque se está hablando de un rey y lo que contemplamos es a un hombre muriendo en una cruz, aunque lo consideráramos incluso un profeta.

Rey lo proclama el título colocado a la cabecera de la cruz que da el motivo de la condena, aunque en la consideración de quien dictó la sentencia estuvieran sus miedos de ser acusado ante el emperador por dejadez en la defensa de la soberanía de Roma que lo convertiría de alguna manera en una muerte política, aunque por medio estaba la pregunta que le había hecho Pilatos de si era rey, y donde se había proclamado rey de la verdad, lo que aun había cuestionado más al gobernador.

Pero proclamado rey de Israel los propios judíos lo ponen en cuestión porque niegan que sea el Mesías que no puede incluso ni salvarse a sí mismo. ‘Que se salve a sí mismo si él es el Mesías de Dios’, le gritaban. ‘Si eres el Mesías de Dios, sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros’, lo insultaba uno de los malhechores.

Sin embargo ante la petición del otro de los malhechores, ‘Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino’, Jesús respondía proclamando en verdad cuál era la salvación que venía a ofrecernos y por la que ahora entregándose a la muerte proclamaba en verdad que era rey. ‘En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso’. Quien le reconociera de verdad como el Señor reconociendo lo que era en sí mismo el Reino de Dios que tanto había anunciado, aunque ahora estuviera padeciendo el suplicio de la cruz, podría participar plenamente de su Reino.

Y a esto es en verdad a lo que nos está invitando esta fiesta de Cristo Rey que hoy celebramos, a reconocerlo como el único Señor de nuestra vida, cualesquiera que fuera la circunstancia que estuviéramos viviendo. Nos cuesta cuando nos vemos envueltos en los oscuros túneles de la vida, con nuestras luchas y con nuestros sufrimientos descubrir la luz que verdaderamente nos ilumina. No era fácil para aquel malhechor que estaba crucificado en una cruz como la de Jesús descubrir ese rayo de luz al final del oscuro túnel de sufrimiento y muerte que estaba padeciendo, pero la descubrió y a ella se agarró, podríamos decir, y encontró el camino de la salvación. ‘Hoy estarás conmigo en el paraíso’.

Nos es difícil muchas veces en la vida descubrir y llegar a vivir el mensaje del evangelio. muchas voces contradictorias cantan en torno nuestro aturdiendo nuestros oídos, porque muchos son los reclamos de la vida, muchos son los cantos de sirena que nos ofrecen distintos caminos para encontrar la felicidad, muchas serán las cosas que nos atraen alrededor del camino que queremos emprender para distraernos y alejarnos de la meta que queremos alcanzar, muchas cosas se nos presentan fáciles si nos dejamos arrastrar por las más diversas pasiones sin darnos cuenta que si caemos en sus redes y dependencias estaremos entrando en sendas de esclavitud.

Pero hemos de tener claro el camino, hemos de tener muy presente el evangelio de Jesús, aunque tengamos que pasar por la pascua porque a muchas cosas tengamos que morir, pero buscamos la vida, buscamos la resurrección, buscamos la salvación que solo en Cristo podemos encontrar. 

Cuando hoy contemplamos esta escena de la Cruz para nosotros no resultará nunca una contradicción, para nosotros siempre tiene un sentido porque estamos contemplando el amor, estamos contemplando la vida, estamos encontrando la verdadera salvación. Es el amor que nos abre caminos poniéndonos en caminos de nuevo amor, es el amor que nos llena de vida y de vida en plenitud, es el amor que nos regala la salvación para gozar para siempre de su Reino.

Es cierto que vamos machacados por el camino con muchas heridas y cicatrices de los tropiezos que hayamos tenido en su recorrido porque no siempre supimos ser fieles, porque muchas veces nos dejamos encantar por esos cantos de sirena como antes decíamos, pero tenemos la seguridad de que a quien contemplamos en la cruz es el único Señor de nuestra vida y como aquel malhechor, porque todos nos sentimos malhechores y pecadores, acudimos, ‘Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino’. Es proclamar que Jesús en verdad es el único Señor y Rey de nuestra vida.

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