No
todo es invierno, hay muchos brotes de primavera a nuestro alrededor, seamos
capaces de ver lo bueno que hacen tantos a nuestro lado para hacer un mundo
mejor
Apocalipsis 20, 1-4. 11 — 21, 2; Sal 83;
Lucas 21, 29-33
Allí donde
los inviernos son crudos y duros, con la tierra helada, con bajas temperaturas,
con condiciones climatológicas que normalmente llamamos adversas porque nos
resultan incomodas, pero sin embargo necesarias en el ritmo de la naturaleza,
cuando van cesando esas condiciones, vemos comenzar a brotar las ramas de los
árboles o las primeras hierbas en
nuestros campos parece que nos sentimos resucitar y sabemos que la primavera
comienza y el verano está cerca.
Pero esta
consideración que nos hacemos es una imagen; una imagen que nos refleja
situaciones por las que pasamos por la vida, y donde querríamos ver brotar una
nueva primavera que nos alejen de esos malos momentos de desolación por los que
algunas veces pasamos envueltos en nuestros problemas, por lo dura que se nos
hace en ocasiones la vida, por la frialdad que palpamos muchas veces alrededor,
la sequedad de la vida insolidaria, la dureza de las injusticias que afloran
tantas veces en la vida, o por el desencanto que podamos vivir a causa de la
vaciedad y de la vanidad con que se vive la vida.
Cómo deseamos
que las cosas cambien. Nos cuesta remar a contracorriente cuando queremos
mantenernos firmes en unos principios y en unos valores que nosotros
consideramos fundamentales, pero que quizás en nuestro entorno no se quieren
tener en cuenta, pues se corre demasiado tras esa vanidad, el orgullo se
convierte en ley de vida que todo lo llena de enfrentamientos y de violencias,
la desconfianza nos hace caminar cada uno por nuestro lado y sufrimos en
consecuencias muchas soledades y sequedades en ese camino que queremos hacer.
Pero Jesús
nos está pidiendo hoy que abramos nuestros ojos porque quizá en nuestro entorno,
sin que lo notemos demasiado, sin embargo van brotando brotes verdes que pueden
ser anuncio de que algo puede estar cambiando. Nos quejamos con frecuencia de
lo mal que anda nuestro mundo y generalizamos y eso entonces nos impide ver que
en medio de todo eso hay también corazones buenos, hay gente que quiere y lucha
por lo bueno, que tiene generosidad en su corazón y calladamente se desviven
por los demás. Generalizamos de tal manera que todo lo vemos negro, y no somos
capaces de descubrir esos brotes de luz que por aquí y por allá están
relampagueando anunciando una nueva luz.
Si Jesús nos está hablando de esas yemas que van brotando en la higuera de la vida, es que es cierto, que es así, su palabra no nos falla, aunque nos cueste ver. Es la fe que tenemos que seguir despertando en nuestros corazones para creer en la palabra de Jesús, es la esperanza que tiene que ir brotando en el corazón, es la nueva luz que tenemos que poner en nuestros ojos que nos hagan capaces de ver tantas cosas buenas que suceden, se realizan a nuestro alrededor.
Sin nos
faltara esta esperanza, nos sentiríamos derrotados. Es la impresión que algunas
veces damos con la frialdad de nuestra fe y de nuestra esperanza. Y tenemos que
ser testigos de esperanza, tenemos que ser portadores de luz, tenemos que dejar
inundar nuestros corazones de paz para que la podamos contagiar a los demás. Es
la interpelación que nos hace hoy la Palabra de Dios. Dejémonos interrogar por
la palabra para que surja una nueva inquietud en nuestro corazón, para que nos
llenemos de nuevo de valentía, para que con entusiasmo nos convirtamos en
testigos del Reino de Dios en medio de nuestro mundo.
No todo es
invierno, hay muchos brotes de primavera. Pongamos de nuestra parte todo lo que
podamos para que brote una nueva esperanza para el mundo.
Gracias por este aporte, emocionantes tus palabras.
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