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sábado, 26 de noviembre de 2022

Busquemos aquello que nos da más plenitud y una felicidad más completa, porque nos llene desde lo más hondo de nosotros mismos, estemos atentos y no nos distraigamos

 


Busquemos aquello que nos da más plenitud y una felicidad más completa, porque nos llene desde lo más hondo de nosotros mismos, estemos atentos y no nos distraigamos

Apocalipsis 22,1-7; Sal 94; Lucas 21,34-36

Hay una cosa que creo que siempre hemos de tener en cuenta en la vida, en cualquiera que sea la circunstancia, y es que estemos atentos a lo que hacemos. No solo le pedimos atención al conductor de un vehículo a lo que pueda suceder en la carretera para no ponerse en peligro él ni poner en peligro a ninguna otra persona, o a quien maneja máquinas de alta peligrosidad pues cualquier error puede producir una catástrofe, sino que sea lo que sea que hagamos o lo que es nuestra vida necesitamos esa atención y vigilancia.

Porque necesitamos actuar con responsabilidad, porque en ello va la integridad de la persona, porque podemos perder muchas posibilidades si no estamos atentos a lo que sucede a nuestro alrededor, porque es nuestra dignidad la que está en juego, incluso aunque nadie me pidiera cuentas, porque yo tengo mi conciencia. Muchas bellezas se quedan sin admirar y nosotros no llegamos a enriquecernos con lo que descubrimos en nuestro mundo o nos puedan aportar los demás, por falta de esa necesaria atención, y no digamos los peligros en los que podemos caer o podemos hacer caer a los demás.

Dándole una trascendencia grande a lo que hacemos o a lo que vivimos, es de eso de los que nos quiere hoy precaver Jesús. Podemos pensar en el momento final y decisorio de nuestra vida, porque Jesús nos está hablando de lo que en otro tiempo llamamos ‘los novísimos’, en referencia lo que es el fin de la vida y el fin del mundo. Pero seremos capaces de preparar ese momento final de la vida, si somos capaces de prepararnos para vivir en intensidad cada momento de la vida. Y aquí se nos está diciendo algo muy importante.

Como antes decíamos, perdemos muchas oportunidades en la vida porque andamos como distraídos. No hemos sabido descubrir lo que es lo verdaderamente importante y por eso podemos estar dándole importancia a cosas que realmente son secundarias en nuestra vida. Es aquí donde tenemos que saber discernir; discernir es separar para dejar a un lado lo que no vale o lo que es menos importante; discernir es estar atento a lo mejor, que aunque todo nos parezca igualmente bueno, siempre tendríamos que ir a lo mejor en ese afán de superación y crecimiento que hemos de tener en la vida. No nos puede parecer que todo es igual, dejándonos confundir, haciendo sincretismos que nos llevaran a un vacío interior porque no hemos sabido darle importancia a lo que es verdaderamente importante.

Muchas cosas nos pueden llamar la atención, muchas cosas nos pueden distraer de esa meta superior a la que deberíamos aspirar. Cuando vivimos la vida con superficialidad nos contentamos con cualquier cosa, y muchas veces nos dejamos atraer y conducir por aquello que nos produce más pasión al instante y que se puede quedar en algo momentáneo. Busquemos aquello que nos da más plenitud y una felicidad más completa, porque nos llene desde lo más hondo de nosotros mismos; y para eso tenemos que saber mirar hacia lo alto, buscar metas altas, darle sobrenaturalidad también a nuestra vida porque busquemos lo espiritual que nos dará más profundidad.

De eso nos está hablando hoy Jesús en el evangelio. Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones… Estad, pues, despiertos en todo tiempo… manteneros en pie ante el Hijo del hombre…’ Nos hablará de esas cosas que nos seducen, nos distraen y terminan engañándonos en la vida de cada día – cuántas son las cosas que nos tientan -, como  nos hablará de lo que es la venida final del Hijo del Hombre, del que tantas veces nos habla en el evangelio.

El Señor que llega cada día a nuestra vida con su gracia y no lo sabemos ver, pero el Señor que nos llamará junto a sí en la hora de la muerte, para lo que hemos de estar preparados. Reconozcamos que son cosas en las que no nos gusta pensar, rehuimos pensar en la hora de la muerte y nos ocultamos a esa realidad, como si metiendo la cabeza bajo el ala no lo vayamos a tener que afrontar. Se nos llena de angustia o de tristeza el corazón cuando pensamos en esas posibilidades que son cosas ciertas, pero no llegamos a pensar lo que significa ir al encuentro definitivo y para siempre junto al Señor.

No nos durmamos, estemos despiertos, porque eso además dará mayor altura y trascendencia a lo que hacemos y vivimos en el ahora de nuestra vida.

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