Busquemos
aquello que nos da más plenitud y una felicidad más completa, porque nos llene
desde lo más hondo de nosotros mismos, estemos atentos y no nos distraigamos
Apocalipsis 22,1-7; Sal 94; Lucas 21,34-36
Hay una cosa
que creo que siempre hemos de tener en cuenta en la vida, en cualquiera que sea
la circunstancia, y es que estemos atentos a lo que hacemos. No solo le pedimos
atención al conductor de un vehículo a lo que pueda suceder en la carretera
para no ponerse en peligro él ni poner en peligro a ninguna otra persona, o a
quien maneja máquinas de alta peligrosidad pues cualquier error puede producir
una catástrofe, sino que sea lo que sea que hagamos o lo que es nuestra vida
necesitamos esa atención y vigilancia.
Porque
necesitamos actuar con responsabilidad, porque en ello va la integridad de la
persona, porque podemos perder muchas posibilidades si no estamos atentos a lo
que sucede a nuestro alrededor, porque es nuestra dignidad la que está en
juego, incluso aunque nadie me pidiera cuentas, porque yo tengo mi conciencia.
Muchas bellezas se quedan sin admirar y nosotros no llegamos a enriquecernos
con lo que descubrimos en nuestro mundo o nos puedan aportar los demás, por
falta de esa necesaria atención, y no digamos los peligros en los que podemos caer
o podemos hacer caer a los demás.
Dándole una trascendencia
grande a lo que hacemos o a lo que vivimos, es de eso de los que nos quiere hoy
precaver Jesús. Podemos pensar en el momento final y decisorio de nuestra vida,
porque Jesús nos está hablando de lo que en otro tiempo llamamos ‘los novísimos’,
en referencia lo que es el fin de la vida y el fin del mundo. Pero seremos
capaces de preparar ese momento final de la vida, si somos capaces de
prepararnos para vivir en intensidad cada momento de la vida. Y aquí se nos
está diciendo algo muy importante.
Como antes
decíamos, perdemos muchas oportunidades en la vida porque andamos como distraídos.
No hemos sabido descubrir lo que es lo verdaderamente importante y por eso
podemos estar dándole importancia a cosas que realmente son secundarias en
nuestra vida. Es aquí donde tenemos que saber discernir; discernir es separar
para dejar a un lado lo que no vale o lo que es menos importante; discernir es
estar atento a lo mejor, que aunque todo nos parezca igualmente bueno, siempre
tendríamos que ir a lo mejor en ese afán de superación y crecimiento que hemos
de tener en la vida. No nos puede parecer que todo es igual, dejándonos
confundir, haciendo sincretismos que nos llevaran a un vacío interior porque no
hemos sabido darle importancia a lo que es verdaderamente importante.
Muchas cosas
nos pueden llamar la atención, muchas cosas nos pueden distraer de esa meta
superior a la que deberíamos aspirar. Cuando vivimos la vida con
superficialidad nos contentamos con cualquier cosa, y muchas veces nos dejamos
atraer y conducir por aquello que nos produce más pasión al instante y que se
puede quedar en algo momentáneo. Busquemos aquello que nos da más plenitud y
una felicidad más completa, porque nos llene desde lo más hondo de nosotros
mismos; y para eso tenemos que saber mirar hacia lo alto, buscar metas altas,
darle sobrenaturalidad también a nuestra vida porque busquemos lo espiritual
que nos dará más profundidad.
De eso nos
está hablando hoy Jesús en el evangelio. ‘Tened cuidado de vosotros, no sea que se
emboten vuestros corazones… Estad, pues, despiertos en todo tiempo… manteneros
en pie ante el Hijo del hombre…’ Nos hablará de esas cosas que nos seducen, nos
distraen y terminan engañándonos en la vida de cada día – cuántas son las cosas
que nos tientan -, como nos hablará de
lo que es la venida final del Hijo del Hombre, del que tantas veces nos habla
en el evangelio.
El Señor
que llega cada día a nuestra vida con su gracia y no lo sabemos ver, pero el
Señor que nos llamará junto a sí en la hora de la muerte, para lo que hemos de
estar preparados. Reconozcamos que son cosas en las que no nos gusta pensar,
rehuimos pensar en la hora de la muerte y nos ocultamos a esa realidad, como si
metiendo la cabeza bajo el ala no lo vayamos a tener que afrontar. Se nos llena
de angustia o de tristeza el corazón cuando pensamos en esas posibilidades que
son cosas ciertas, pero no llegamos a pensar lo que significa ir al encuentro
definitivo y para siempre junto al Señor.
No nos durmamos,
estemos despiertos, porque eso además dará mayor altura y trascendencia a lo
que hacemos y vivimos en el ahora de nuestra vida.
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