Cantamos cánticos de alabanza a nuestra Madre, María, pero como ella sembramos en la buena tierra de nuestro corazón el Evangelio de Jesús
Gálatas 3,22-29; Sal 104;
Lucas 11,27-28
Estamos viviendo en nuestra isla una experiencia única y maravillosa.
En la mañana del día 12 de octubre partía desde su Basílica en Candelaria la
imagen de la Virgen de Candelaria nuestra patrona en su visita a las ciudades
metropolitanas de nuestra isla Santa Cruz de Tenerife, donde ha llegado cuando
ya caían las sombras de la noche, y dentro de una semana la ciudad de La Laguna
sede de nuestra Diócesis Nivariense y donde se sitúa la catedral.
Ya salió arropada por una muchedumbre de gentes de su Basílica
Santuario en la mañana y en la medida en que iba pasando por las distintas
poblaciones multitudes iban saliendo al encuentro de la Virgen y se unían a su
cortejo. Por todas partes surgían los vivas a la Virgen, las aclamaciones y los
cantos ensalzando a la Virgen nuestra patrona y convirtiéndose todo en un cántico
de alabanza al Señor.
Algo semejante sucedió hace unos días en la Isla de La Gomera con la
Bajada lustral – como le dicen allí – en procesión marítima de la Virgen de
Guadalupe para llegar igualmente a la capital de la Isla, como principio de un
recorrido que luego hará por todas las parroquias de la Isla. Mucha gente desde
sus pequeños barcos la acompañaron en su trayecto marítimo mientras en la playa
de la Villa capital la esperaba una multitud considerable para recibirla entre
el sonido de tambores y chácaras que con sus cantos y sus bailes la portaron
hasta la Iglesia parroquial.
Me han venido a la mente estos dos hechos acaecidos en esta misma
semana en nuestras islas, aunque lo he seguido por televisión en esta ocasión,
en otros momentos he participado yo también en esos recibimientos, cuando he
escuchado a la mujer que surgió en medio de la multitud para un grito de
alabanza a la madre de Jesús. Su entusiasmo era por Jesús por sus enseñanzas y
por los signos que realizaba pero las palabras hacían clara referencia a la
madre.
‘Dichoso el vientre que
te llevó y los pechos que te criaron’. Dichosa la madre que tiene tal hijo igualmente hemos dicho o
escuchado en alguna ocasión en alguna experiencia de nuestra vida donde
admiramos la bondad de quien se entrega y se sacrifica por los demás, pero que
siempre pensamos en lo orgullosa que tendría que sentirse una madre que tiene
un hijo tal.
Pero ya sabemos cual fue la reacción de Jesús. ‘Pero él
repuso: Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen’.
Es lo que yo quiero pensar cuando contemplo este espectáculo de alabanzas a
María en sus distintas advocaciones de lo que hemos mencionado de lo acaecido
en estos días, pero de la misma manera en tantas fiestas en honor de María que
en tantos lugares se celebran. ‘Me llamarán bienaventurada todas las
generaciones’, había cantado proféticamente María misma cuando su visita a
Isabel, de quien había recibido también la alabanza de su fe. ‘Dichosa tú, que
has creído porque lo que se te ha dicho se cumplirá’, que le decía Isabel.
Creo que es María la que nos está recordando estas palabras
de Jesús, porque ella ya les decía a los sirvientes de las bodas de Caná. ‘haced
lo que El os diga’. Alabanzas, sí, a María, porque es nuestra madre y un
buen hijo siempre tiene las mejores alabanzas para su madre. Pero María se
sentirá en verdad orgullosa de nosotros, sus hijos, si, como ella, también
acogemos la Palabra de Dios en nuestro corazón y la plantamos de verdad en nuestra
vida.
Estas visitas que la Virgen en su imagen, ya sea de
Candelaria o de Guadalupe que hemos mencionado, está haciendo a nuestra tierra
en estos días es una visita misionera. Ella viene a nosotros como la primera
misionera en este camino de nueva evangelización que estamos realizando. Ella
nos trae la semilla de la Buena Nueva de Jesús, ella nos trae el anuncio del
Evangelio que como en buena tierra hemos de sembrar en nuestro corazón. No nos
quedemos solo en esos cánticos que es cierto con todo nuestro amor hemos de
cantar en honor de María, sino demos ese paso adelante en el crecimiento de
nuestra fe. Esa fe en Jesús como nuestro único Salvador que tiene que
despertarse en nuestro corazón.
Que esta visita de María no caiga
en el saco roto de nuestra poca perseverancia que pronto enfría la fe y el entusiasmo.
Que en verdad nos sintamos comprometidos con nuestra madre a hacer crecer más y
más nuestra fe que se traduzca luego en las obras de nuestra vida cristiana, en
el compromiso del amor por los demás.