Aprendamos
a contar con los siete panes de los demás y veremos que con los ingredientes de
la sensibilidad, la disponibilidad y el amor podemos hacer nuestro mundo mejor
1Reyes 12, 26-32; 13, 33-34; Sal 105; Marcos
8, 1-10
Lo tenemos delante de los ojos y no lo
vemos. Cuántas veces nos pasa. Pero peor es que tampoco seamos capaces de verlo
con los ojos del corazón. Perdemos la sensibilidad. Nos absorben tanto nuestras
cosas, nuestras preocupaciones particulares que no somos capaces de ver lo que
tenemos delante de las narices, como decimos vulgarmente. Y perdemos la
sensibilidad de la vida, que nos haría sufrir empáticamente con los que sufren,
sentir como algo nuestro lo que les sucede a los demás. Por esa falta de
sensibilidad incluso cuando llevamos ver aunque sea a la fuerza no tenemos
iniciativa para algo más, no somos capaces de buscar salidas, nos cruzamos de
brazos pasivamente. Es necesario un despertar, un abrir de nuevo los ojos, un
sensibilizar el corazón.
Creo que cuando leemos con sinceridad
el evangelio, cuando lo escuchamos con el corazón Jesús nos enseña mucho de
estas cosas, nos ayuda a despertar. Es lo que hoy nos enseña el evangelio, a
sensibilizarnos y a comprometernos; a sensibilizarnos y ser capaces de mover
también el corazón de los demás para entre todos encontrar soluciones. No es
una tarea que hagamos solos; quizá tengamos que tomar la iniciativa, pero hemos
de saber mover también a los demás para llegar a un compromiso común. Qué
distinto seria nuestro mundo si lográramos actuar así siempre. Pero nos pesan
muchas rémoras, muchos miedos, muchas pasividades.
Cuando Jesús llega a aquel lugar se
encuentra una multitud que lo esperaba. Y sintió lástima de ellos. Como se nos
dice en otros lugares paralelos, sentía que andaban como ovejas sin pastor, y
por eso se puso a enseñarles, y a curar sus enfermos. Pero hay algo más,
aquella gente también está hambrienta de pan porque llevan muchos días buscando
y siguiendo a Jesús. Y había que hacer algo, había que buscar comida para toda
aquella gente.
Cuando no se ha despertado del todo la
sensibilidad del amor decimos, pues que cada uno se las busque como pueda; aquí
no podemos hacer nada porque supera nuestras capacidades, pues que se las
arreglen. Lo decimos tantas veces cuando vemos la problemática que hay
alrededor, cuando vemos necesidades materiales, o cuando vemos otros problemas
que tiene la gente, porque no se entiende, porque les falta la paz, porque se
sienten oprimidos por los problemas o las situaciones duras que viven en la
vida. Con qué facilidad tratamos de desentendernos, que otros sean los que
busquen y encuentren la solución. ‘¿De donde se puede sacar pan aquí en
despoblado para tanta gente?’ que decían los discípulos ante el
descubrimiento que estaban haciendo.
Pero Jesús no se queda ahí. ‘¿Cuántos
panes tenéis?’ Había solo siete panes, pero Jesús pide que la multitud se
siente en el suelo. El evangelio nos habla de un milagro y no lo ponemos duda
porque no queremos desmitificar el evangelio. Allí está la mano de Dios, allí
está la palabra de Jesús. Y habrá pan para que coma toda aquella multitud y al
final incluso llegue a sobrar después de estar todos saciados.
Pero nosotros en la vida también
tenemos que aprender a contar con los panes que tiene la gente, porque cuando
se comienza a ser generoso esos panes se multiplican. Detrás de esos panes,
detrás de esa pobreza que tengamos en nuestras manos, si nos sensibilizamos de
verdad veremos que van a aparecer muchas cosas, muchas aportaciones y vamos a
encontrar salida. Tenemos que aprender a contar con los demás, a contar con los
siete panes o lo que sea que tengan los demás y veremos cómo el amor hará
multiplicar las cosas, y las ideas, y las soluciones, y la salida a los
problemas en los que estemos envueltos. Hace falta confianza, sensibilidad,
disponibilidad, generosidad y con esos ingredientes seguro que haremos que
nuestro mundo sea mejor.