Hechos, compromisos, bajarnos de nuestras cabalgaduras, detenernos en el camino, vendas y medicinas que curen, todos podemos llevar con nosotros, amor
Deuteronomio 30, 10-14; Salmo 68; Colosenses 1, 15-20; Lucas 10, 25-37
Queremos llegar a un determinado lugar, hemos de saber dónde está; pero tenemos que saber también los caminos, y si tenemos los medios necesarios y suficientes para poder hacer ese camino; necesitamos quien nos diga el lugar de destino, pero también nos señale los caminos, quien nos aporte los medios o nos prepare para ser capaces de realizarlo; no nos contentamos con ir al azar, a lo que salga, aunque muchos sean los que recorren el mundo de esa manera; ¿llegaran a un sitio determinado? ¿Alcanzarán las metas que pretendían lograr? A algunos incluso les puede ir bien y disfrutar de ese camino que por sí mismo hacen.
El evangelio comienza hablándonos hoy de un escriba que se acercó a Jesús para preguntarle qué había que hacer para alcanzar la vida eterna. Siempre andamos con lo mismo, qué es lo que tengo que hacer, y si fuera posible siempre buscaremos los mínimos, que no haya muchas exigencias. Pero quizás también en la mente de aquel escriba estuviera el concepto de que lo que se suele pedir son cosas inalcanzables, son cosas que nos pueden superar, que están lejanas de nuestras posibilidades.
Claro que el libro del Deuteronomio ya había respondido a esa cuestión. Quien busca la Sabiduría de Dios no puede pensar en algo que en todo nos supere y sea inalcanzable. Como nos decía el autor sagrado, ‘este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable. No está en el cielo, para poder decir: ¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos? Ni está más allá del mar, para poder decir: ¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?’. Y terminaba diciéndonos ‘está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas’.
No le va a responder Jesús haciendo grandes explicaciones, simplemente le va a recordar a aquel escriba algo que todos tenían muy bien aprendido en su mente y que lo tenían ante sus ojos noche y día. ‘¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?... Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo... Haz esto y tendrás la vida’.
Pero siempre tenemos una pregunta más que hacer, aunque lo sepamos, aunque lo tengamos claro; queremos llevar el carro por nuestro camino y queremos que nos den las respuestas que nosotros queremos. Hay gente que es muy sutil en este aspecto, y las preguntas que hacen van siempre como teledirigidas. Por eso, pregunta, ‘Y ¿quién es mi prójimo?’ ¿Le habrá salido a este escriba el tiro por la culata?
Ya escuchamos y habremos meditado muchas veces la respuesta de Jesús en esta parábola o mini relato, como queramos llamarlo. El hombre que hacía el camino entre Jerusalén y Jericó, camino lleno de peligros por lo desértico pero lleno también de maleantes. Lo veremos tendido a la vera del camino malherido. Bueno lo veremos si queremos verlo y no damos rodeos, como aquel sacerdote y aquel levita. ¿Se podían contaminar con la sangre de las heridas o acaso más si ya estaba muerto? Y ellos iban o venían de un lugar donde tenían que estar purificados.
Alguien sí lo vio y se detuvo junto a él para socorrerlo; sus paños y vendas para curarle, su cabalgadura, su dinero al posadero… y eso que era un samaritano. No importaba la contaminación, no importaban las diferencias porque era un samaritano, no importaban los peligros del posible acecho de aquellos ladrones y malhechores. El se detuvo. Tenía que sonar estridente en medio de judíos, quizás en el ambiente de Jerusalén escuchar estas palabras de Jesús.
Pero ahora viene la contra pregunta, muy importante, de Jesús. ‘¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?’ Porque no pregunta Jesús como lo había hecho el escriba ¿Quién es mi prójimo, sino quien ha sido prójimo del caído en el camino? No basta saber quien es el prójimo, que ya sabemos que es el otro, el que está cerca o está lejos aunque la palabra prójimo indica más bien proximidad, el que es distinto de mi o al que yo veo de otra manera, aunque también tenemos que saber fijarnos en todos esos prójimos, esos semejantes o distintos, cercanos a mi porque parecen de los nuestros o a los que queremos mantener en la distancia porque quizás nos pueden molestar sus diferencias; es necesario e importante un paso más, que yo me sienta prójimo, que sea capaz de comportarme como prójimo; saber quien es puede ser fácil, pero no al mismo tiempo puedo seguir de largo para no contaminarme, para no comprometerme.
Es algo que tenemos que llevar bien grabado en el corazón. El amor no puede faltar nunca en nuestra vida. Va a ser el único mandamiento del Señor, el único camino que nos lleva a la meta, lo único que tenemos que hacer para tener vida. Y no son palabras bonitas que todos podemos decir, son hechos, son compromisos, es bajarnos de nuestras cabalgaduras y detenernos en el camino, es ofrecer esas vendas y medicinas que curen que todos en nuestro amor podemos llevar consigo. Aunque no siempre es fácil, pero tiene que ser nuestra predisposición.‘
Anda y haz tú lo mismo’. No hace falta decir más.