Profecía y lectura de la historia
Apoc. 11, 4-12
Sal. 143
Lc. 20, 27-40
Dos testigos, como dos olivos o dos lámparas. Unas imágenes que nos hablan de los que son fieles y por eso serán perseguidos. Podíamos decir casi como resumen, el misterio de la muerte y resurrección de Cristo se vuelven a repetir en los testigos, en los mártires. Es el mensaje final de este texto del Apocalipsis.
Se les da a estos dos testigos las características de dos grandes figuras o profetas del Antiguo Testamento: Elías y Moisés. ‘Tiene poder para cerrar el cielo, de modo que no llueva mientras dure su profecía’. Es una referencia clara al profeta Elías, que no dejó llover sobre la tierra. ‘Poder para trasformar el agua en sangre y herir la tierra a voluntad con plagas de toda especie’, en referencia a Moisés y las plagas de Egipto.
La misión del profeta y la misión del que iba a ser el caudillo de Israel que lo sacase de la esclavitud de Egipto y lo condujese a la tierra prometida no fue fácil. Elías vive en momentos difíciles de idolatría a los baales y fuerte será su lucha por mantener la fe en Yavé incluso en contra de los poderes humanos. No fue fácil la misión de Moisés, enfrentado al faraón para liberar a su pueblo de la esclavitud y enfrentado también muchas veces a su mismo pueblo mientras lo conducía por el desierto, siempre tentado a la vuelta, a la idolatría, al abandono de la alianza que habían hecho con Yavé.
Habla el Apocalipsis de momentos de persecución y de muerte. ‘Cuando termine su testimonio la bestia que sale del abismo les hará la guerra, los derrotará y los matará… los cadáveres yacerán en las calles, no permitirá que les den sepultura… todos se felicitarán con su muerte’.
Pero habla también de resurrección y de triunfo. ‘Al cabo de los tres días y medio, un aliento de vida los hará ponerse en pie en medio de todos los que los veían… subirán al cielo en una nube a la vista de sus enemigos…’
Apocalipsis es una profecía o una lectura de la historia en momentos de persecución y muerte, pero es anuncio de vida, de resurrección y de triunfo.
No sólo lo fue en aquellos momentos difíciles para la Iglesia en aquellos primeros siglos de persecuciones de la Iglesia, sino que sigue siendo profecía y lectura de nuestra historia. Son necesarios momentos de fidelidad y de testimonio de los creyentes. No podemos decaer por muchas que sean las cosas que tengamos en contra. Momentos difíciles porque nos cuesta también dar testimonio. Miremos lo que nos cuesta hoy. El rechazo de sectores de la sociedad a la religión y a la fe; cómo se busca de todas formas desprestigiar a la iglesia y a los creyentes, la indiferencia que se va infiltrando y haciendo decaer incluso la fe de los creyentes; la laicidad que quiere imponerse cada vez más; las costumbres que cambian y que se manifiesta incluso hasta en las leyes de nuestra sociedad civil; el materialismo y la sensualidad como forma y estilo de vida, la confusión que se pretende crear en la religión pretendiendo que todo sea igual, haciendo que la gente dude incluso hasta los más fieles… y así tantas cosas más de nuestra sociedad de hoy. Decimos las cosas no son como antes. La sociedad cambia y eso nos afecta.
Pero el cristiano no puede dudar del triunfo de Cristo. Fracaso más grande parecía la muerte de Jesús en la cruz, pero resucitó. La esperanza, pues, no nos puede faltar.
Es la esperanza que en el libro del Apocalipsis se quería suscitar en aquellos momentos de las persecuciones y es la esperanza que se quiere insuflar también en nuestro corazón.
‘Bendito el Señor, mi roca, mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo, mi refugio, que me somete los pueblos’. Es lo que orábamos con el salmo. Recemos con fe y esperanza.