La
Epifanía es el regalo del amor de Dios lo que se nos ofrece en Jesús, pero ha
de ser también la ofrenda y el regalo que nosotros en los demás queremos
ofrecer a Dios
Isaías 60, 1-6; Sal 71; Efesios 3, 2-3a.
5-6; Mateo 2, 1-12
¿Buscar siguiendo los rastros de una
estrella? ¿Buscar un mundo desconocido más allá de las estrellas? ¿Buscar algo
nuevo y distinto que nos dé nueva ilusión y esperanza? ¿Qué hay más allá?
Quizás de niño nos preguntábamos que había más allá de las montañas que veíamos
en horizonte, qué había después del mar tan inmenso que veíamos delante. No es
cosa baladí. Siempre el hombre, la humanidad ha estado en búsqueda que no solo
es lo que pueda haber tras las montañas, aunque eso haya despertado le
entusiasmo de conquistadores o de buscadores de otros mundos.
Ahí tenemos la historia de la
humanidad. Pero esa historia de la humanidad nos habla también de otras
búsquedas, de nuevos pensamientos, de nuevas maneras de ver las cosas, de un
sentido a lo que vemos, a lo que vivimos, a lo que nos sucede. Y surge una filosofía,
una manera de entender las cosas, una cultura que se va forjando desde esa
búsqueda que se hace belleza y arte, que se hace en ocasiones guerrera, que
siempre abre a nuevos horizontes, que nos eleva también a estadios superiores,
que se convierte en búsqueda espiritual.
¿Seguimos buscando? Tenemos que decir
que sí, es el crecimiento de la vida, es la inquietud que siempre tenemos en el
corazón, es el deseo de encuentros que nos hagan más felices, son los sueños
que todos tenemos dentro y que a veces no sabemos cómo desarrollar, es esa
lucha por la vida que en ocasiones se nos vuelve dura, son esos caminos que
todos recorremos y que en ocasiones se vuelven enmarañados por los problemas,
por las dificultades, por las ansias que tenemos de algo superior que no
siempre encontramos, por esos deseos de felicidad que muchas veces no sabemos
como realizarlos.
¿Seremos perseverantes en ese camino de
búsqueda? ¿Sentiremos en ocasiones el desaliento y el desencanto porque no
encontramos tan pronto lo que buscamos? ¿Nos aburre la vida por tanta lucha
muchas veces, nos parece, sin resultados? ¿Dónde encontrar fuerza para seguir
esa lucha y esa búsqueda? ¿Encontraremos en algún momento un rayo de luz que
nos llene de esperanza? ¿Nos sucederá que algunas veces los que van a nuestro
lado nos confunden, quizás o desde sus intereses, o desde su propia
desorientación?
Muchas preguntas me estoy haciendo hoy
por lo que es la vida, lo que es el camino que recorremos todos de una manera o
de otra. Es en lo que me hace pensar el escenario que hoy contemplamos. Unos
magos de oriente que han visto una nueva estrella en el firmamento, y sin saber
bien lo que puede significar, sin embargo se ponen en camino. En la imagen
geográfica incluso que podemos tener del relato del evangelio, el camino tenía
que haber sido largo y dificultoso para atravesar desiertos y montañas hasta
llegar a Jerusalén.
Por lo que ellos intuyen es el signo de
un nuevo rey que ha nacido. En la antigüedad todos los grandes personajes de la
historia tenían su estrella. Y en Jerusalén preguntan y se crea un sobresalto
que moviliza a Herodes y a los sacerdotes y escribas del templo. Las respuestas
que les van dando los dirigen a Belén, aunque el aviso por parte de algunos –
Herodes en este caso – era bien interesado.
¿No puede ser imagen todo esto de lo
que nos decíamos antes de nuestras vidas de búsquedas que también se hacían
largas y dificultosas? ¿Nos estará queriendo decir algo para esa vida nuestra
de cada día este episodio que hoy contemplamos en el Evangelio? Quizá tendríamos
que preguntarnos también por nuestra perseverancia en esas búsquedas, por los
medios en los que busquemos esas respuestas que queremos darle a nuestra vida.
Finalmente aquella estrella les condujo
a Belén y allí encontraron a aquel niño al que ofrecieron sus dones de oro,
incienso y mirra. Encontraron un niño con su madre, encontraron a Jesús, pero
allí se estaban encontrando con un misterio inmenso, porque veían a un rey,
pero veían a un Dios, y al mismo tiempo se habían encontrado con un hombre. Y
ante el misterio se postraron y adoraron. Ellos eran unos sabios – es el
sentido de la palabra ‘mago’ – pero tuvieron la humildad de postrarse ante lo
nuevo que se les revelaba porque los estaba haciendo encontrarse con Dios.
¿Llegaremos nosotros también a
encontrarnos con Dios en esa búsqueda que vamos haciendo en el recorrido de
nuestra vida? Ojalá tuviéramos también la humildad para postrarnos y para
adorar, para saber bajarnos de las alturas en que a veces nos queremos poner y
encontrar en la pequeñez de un niño, encontrar en aquello que nos parece
demasiado humilde y pequeño esa luz que necesitamos para nuestra vida.
Es encontrarnos con la Estrella, es
encontrarnos con el Sol que nos viene de lo alto, es encontrarnos con la Luz
porque en Jesús nos encontramos con Dios. Ahí está la verdadera sabiduría, ahí
está la luz de nuestra vida que nos da profundo sentido, ahí está la verdadera
riqueza de nuestra existencia cuando en lo pequeño del hermano que camino a
nuestro lado nosotros somos capaces de ver a Dios. Dios quiere llegar de tantas
maneras a nuestra vida, pero también nos ha dicho que cuanto hiciéramos al
otro, al pobre, al hambriento, al enfermo o al que es menos considerado a El se
lo estábamos haciendo. Ya sabemos pues donde tenemos que ir a adorar y a
presentar nuestras ofrendas y regalos.
Es el regalo de Dios lo que se nos
ofrece en Jesús que es todo un regalo de amor, pero será también la ofrenda y
el regalo que nosotros en los demás queremos ofrecer a Dios. ¿A quien vas a
hacer más feliz hoy por un gesto o un detalle especial de amor que vas a
ofrecer? Puedes mirar cerca, a los tuyos, a los que están en tu entorno, o
puedes dirigir la mirada un poco más donde están los que nunca reciben una
sonrisa de nadie.
Sigamos en ese camino de búsqueda hasta
que encontremos esa luz en los ojos de alguien que llene de dicha tu corazón.