El
Niño al que llamamos Jesús y que contemplamos y celebramos nacido en Belén es
el Hijo de Dios, Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y nos inunda con su Espíritu
1Juan 2, 29 – 3, 6; Sal 97; Juan 1, 29-34
‘Yo lo he visto, y he dado
testimonio, soy testigo, lo que he visto y casi he palpado no lo puedo callar,
diré siempre la verdad…’ Pueden
parecer las palabras de cualquiera de nuestro entorno, que es recto y empieza
por ser leal consigo mismo, que ha contemplado cualquier hecho o cualquier
acontecimiento, un suceso que ha acaecido y que ha podido implicar a tantos,
pero del que quizás muchos dan testimonios no tan convergentes, pero que quiere
proclamar la verdad, dar testimonio de la verdad, de lo que él ha visto.
Lo que estamos diciendo nos sugiere
multitud de acontecimientos, de hechos, de testimonios, que escuchamos todos
los días, que damos nosotros mismos cuando en verdad queremos actuar con
rectitud. Pero en lo dicho anteriormente solamente estoy refiriéndome a lo que
es el evangelio en el que creemos, del que incluso estamos tomando palabras
textuales, de lo que nos está hablando el evangelio de hoy.
Es el testimonio de Juan Bautista, pero
es el testimonio que nos ofrece con lo escrito Juan el evangelista, aquel que
estuvo tan cerca de Jesús, que se sentía amado de manera especial por Jesús, al
que el resto de los discípulos llamará incluso el discípulo amado.
Por eso esa afirmación final que no
parece como salida de los labios de Juan Bautista y que parecen ser mejor lo
que Juan el Evangelista nos quiere reflejar con su evangelio. Si hoy casi al
final de su primer capítulo nos hace esta afirmación ‘y yo lo he visto y he
dado testimonio de que este es el Hijo de Dios’ parece que en labios del
Bautista, es lo que nos dirá al final de su evangelio que se ha escrito para
que todos crean que Jesús es el Hijo de Dios.
Esta es la afirmación rotunda que se
convierte en evangelio para nosotros, que es buena noticia para nosotros. Pero
esta breve página del evangelio contiene otras afirmaciones rotundamente
hermosas. Comienza señalando Juan el Bautista a Jesús como ‘el Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo’. La imagen de san Juan bautista ya
normalmente se nos representará con el Cordero de Dios en su mano o a sus pies,
como recordarnos esta afirmación tan importante. Es el Cordero inmolado, que
nos habían anunciado los profetas que sería llevado al matadero sin proferir
balido alguno. Son las palabras que recoge repetidamente la liturgia para que así
invoquemos a Jesús y que tenga piedad de nosotros. ‘Tú que quitas el pecado
del mundo… tú que estás sentado a la derecha del Padre… ten piedad de nosotros…
danos la paz…’
Pero también recordando estas palabras
del Bautista así se nos presenta a Jesús a quien tenemos la dicha de comer para
que tengamos vida eterna. Se hace comida y alimento por nosotros y nos invita a
que con alegría participes de su banquete que es como antesala del cielo. ‘Dichosos
los invitados a esta cena’. ¿O acaso seremos como aquellos invitados que
rehusaron ir al banquete de bodas al que habían sido invitados? Nos lo tenemos
que pensar, cual es la actitud con que nosotros venimos a la Eucaristía.
Pero todavía quiere decirnos algo más
de Jesús. ‘He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma,
y se posó sobre él’. Reconoce que no lo conocía. ¿Se habrían encontrado, a
pesar de ser primos, alguna vez que cuando ambos estaban en el seno de sus
respectivas madres, y Juan saltó de alegría con la presencia de Jesús en el
seno de María? Ahora lo señala como aquel sobre el que ha visto posarse sobre
El al Espíritu Santo. Está haciéndonos referencia a la teofanía del momento del
Bautismo de Jesús. Ahora nos anuncia Juan un nuevo bautismo; él ha bautizado
con agua ‘para que sea manifestado a Israel’ Era el preparar los caminos
del Señor, que era la misión del Bautista, el Precursor de los caminos del
Señor. Pero ahora habrá un nuevo Bautismo, en el Espíritu. ‘Aquel sobre
quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con
Espíritu Santo’. Es lo que nos está señalando Juan acerca de Jesús.
Una página del evangelio de profundo
sentido teológico; una página que nos ayuda a conocer a Jesús; una página que
nos está señalando que aquel Niño que hemos visto nacer en Belén, como en estos
días celebramos, es mucho más, es el Hijo de Dios, es el Cordero de Dios que
nos quita el pecado – para eso se ha inmolado como Cordero en la Cruz, y es el
que nos va a llenar del Espíritu Santo para inundarnos de una vida nueva. Hoy
es el día del santo Nombre de Jesús, por quien invocándolo obtenemos la
salvación.
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