Cantidades
o calidades, autenticidad o vanidad, remiendos o vestidura nueva, exigencia de
radicalidad o quedarnos adormilados, con El o contra El
Isaías 66, 18-21; Salmo 116; Hebreos 12,
5-7. 11-13; Lucas 13, 22-30
Seguramente que lo hemos escuchado,
quizás también empleado, no sé si como una disculpa por no lograr lo que
pretendíamos, el escaso eco que pueden tener nuestras palabras, pero fácilmente
decimos aquello de que más vale la calidad que la cantidad. ¿Nos escudamos en
eso para justificarnos de nuestro poco celo o nuestro deficiente esfuerzo para
conseguir unos frutos? Pero es cierto que nos agrada mucho cuando vemos
cantidades, nos entusiasmamos ante una multitud que responde a una
convocatoria, sea de lo que sea, y nos sentimos frustrados cuando son pocos los
que responden. ¿A qué tendríamos que darle verdadera importancia?
No podemos dejar de reconocer que nos
gustaría ver las iglesias llenas como en otros tiempos, la multitudinaria
asistencia de toda la gente a la convocatoria de nuestros actos religiosos o de
piedad popular, nos lamentamos de tantos vacíos y tantas ausencias y nos
hacemos preguntas de a donde vamos a llegar. ¿Es malo que tengamos esa
preocupación y esa inquietud? ¿Debemos de dejar de hacernos preguntas de a
donde vamos a parar por el camino que llevamos? Ahí están también la carencia
de vocaciones, los seminarios vacíos, las casas de religiosos o religiosas que se
cierran por falta de consagrados. A mi se me plantean tengo que reconocerlo
continuamente estos interrogantes.
Pero no estoy tirando piedras sobre mi
propio tejado al hacer comparación de todo esto que vengo diciendo con lo que
hoy nos plantea el evangelio. Jesús, en su subida a Jerusalén, va pasando por
distintos pueblos y como siempre va anunciando la buena nueva; hay gentes que
se entusiasman por seguirle, como habrá otros que desde la orilla, por decirlo
de alguna manera, lo ven o lo dejan pasar. Pero entre las inquietudes que van
apareciendo en muchos corazones está la pregunta eje de este evangelio de hoy,
Ante todo lo que va planteando Jesús, ante el anuncio que está haciendo, habrá
gente a la que le inquieta la respuesta que han de dar. ¿Serán muchos los que
creen y siguen a Jesús?
Pero la pregunta que realmente le
plantean va más allá. Al final, ‘¿serán muchos o serán pocos los que se
salven?’ En alguna ocasión, en la sinagoga de Cafarnaún algunos dirán que
es dura la doctrina que plantea Jesús, y dice el evangelista, que ya no
quisieron seguir con Jesús. De ahí la pregunta que Jesús le hacia a los mismos discípulos
más cercanos, ‘¿tambien vosotros queréis marcharos?’
Pero Jesús no responde con números.
Recordemos como los mismos evangelistas y los autores sagrados se regodean
cuando pueden hablar de multitudes que siguen a Jesús, de los cinco mil hombres
allá en el descampado cuando la multiplicación de los panes, de las multitudes
que se convertían ante la predicación de Pedro y los apóstoles en aquellos
primeros momentos del comienzo de la Iglesia. Siempre nos interesan los
números, queremos multitudes. Pero Jesús a eso no responde.
Jesús lo que nos pide es autenticidad,
que Jesús no quiere que andemos nadando entre dos aguas, que nos contentemos
con los remiendos, lo que nos pide es un paño nuevo, unos odres nuevos y
auténticos para que no haya rotos, para que no se desperdicie el vino nuevo que
se nos ofrece.
Hoy nos hablará de puerta estrecha,
pero que no significa que todo sea dificultades para entender o para vivir los
valores del Reino de Dios. Lo que Jesús nos está señalando que el camino pasa
por El, porque El es la Vida y la Verdad; ya en otro momento nos dirá que es la
puerta, porque la única que se puede entrar al redil, por la única que podrán
entrar los que son dueños del rebaño, que no es la que buscarán los
salteadores, la única por la que las ovejas entrarán en el redil.
No hay otra. Estamos con El o estamos
contra El, por lo que será también para nosotros un signo de contradicción, un
interrogante para nuestra vida que no nos deja dormidos y apelmazados. Tenemos
que estar despiertos, tenemos que mantener nuestra luz encendida y para eso
tenemos que cuidar que no nos falte el necesario aceite que alimente esas
lámparas. Es el planteamiento serio de autenticidad que nos está haciendo
Jesús.
Y bien tendríamos que escucharlo frente
a todas las fantochadas en que nos envolvemos en la vida, disfraces o caretas
para nuestros disimulos, o vanidades de las que nos revestimos para aparentar
lo que no somos. Es serio y radical el planteamiento que nos está haciendo
Jesús.
Es lo que tenemos que buscar para
nosotros mismos como para nuestra iglesia, es lo que en verdad tiene que
resplandecer en la vida de los cristianos porque por ahí anda la verdadera
calidad de nuestra vida.