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jueves, 28 de agosto de 2025

La venida del Señor siempre es en el amor y una venida así nos tiene que hallar predispuestos en el amor y en sintonía con ese amor desde la responsabilidad de nuestra vida

 


La venida del Señor siempre es en el amor y una venida así nos tiene que hallar predispuestos en el amor y en sintonía con ese amor desde la responsabilidad de nuestra vida

1Tesalonicenses 3, 7-13; Salmo 89; Mateo 24, 42-51

Forma parte de nuestra fe y así lo confesamos en los artículos del Credo. ‘Está sentado a la derecha del Padre y desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos’. Hoy el Evangelio nos habla de estar preparados, porque no sabemos el día ni la hora, como el ladrón que puede llegar a nuestra casa y hemos de estar atentos y vigilantes. Pero la venida del Señor no es la venida de un ladrón – es una imagen para indicarnos lo imprevisible – porque la venida del Señor siempre es en el amor y una venida así nos tiene que hallar predispuestos en ese amor, en sintonía con ese amor.

Pero esa venida del Señor de la que Jesús nos habla hoy no es solo referencia a los últimos tiempos a esa venida final con gran poder y majestad como nos dirá en otro momento del Evangelio. Es en el aquí y en el ahora donde tenemos que estar atentos y vigilantes porque el Señor viene a nuestra vida, y nos llega en los acontecimientos, pero nos en ese encuentro con los demás que día a día vamos viviendo, son gracias del Señor, son regalo de Dios que no podemos desechar de cualquier manera, sino que con gozo hemos de saberlo recibir.

Una actitud de vigilancia que nos hará vivir la vida de manera distinta, porque sabemos que todo momento es importante, todo momento tiene su trascendencia y no podemos dormirnos, no podemos vivir de cualquier manera, a cada acto que realicemos hemos de darle su importancia, cada paso que demos ha de ser una búsqueda de lo mejor, cada momento hemos de vivirlo con total responsabilidad, sea cual sea la labor que realicemos o el estatus o situación que vivamos. El vigilante que se duerme no se dará cuenta de quien pasa ante él, y puede dejar escapar grandes ocasiones, podrá suceder que la vida le sorprenda con sus imprevistos y tenemos que saber dar respuesta a cada situación. Y eso no lo podemos hacer de cualquier manera.

Hoy nos habla Jesús de la responsabilidad del administrador que tiene que cuidar cualquier situación que se presente en la responsabilidad que tiene entre sus manos. Cuidará de la casa y los bienes que tiene encomendados, pero ha de cuidar también esas personas que están a su cargo. Somos los administradores de nuestra vida, esa vida que Dios nos ha regalado – toda vida viene de Dios y es un don de Dios – y que nosotros hemos de cuidar, que no es solo mantenerla de forma pasiva, sino que con esos dones y cualidades de los que Dios nos ha dotado tenemos que saber desarrollar, saber hacer crecer, sea el momento o la situación que sea y que estemos viviendo. Nunca podemos darlo por ganado todo ya, sino que siempre tenemos la posibilidad de crecer, pero también de ayudar a crecer a quienes están a nuestro lado o a nuestro encargo.

Responsabilidad de la vida, de tu vida, pero también de los que están en tu entorno, de todos aquellos que forman parte también de tu vida. ¿Serán los padres con sus hijos? ¿Serán los esposos entre sí? ¿Serán los miembros de la familiar ayudándose mutuamente los unos a los otros? ¿Será esa sociedad en la que vivimos de la que todos tenemos que sentirnos responsables y cada uno aportar su granito de arena? No nos podemos sentir ajenos los unos a los otros.

Y en cada uno de esos momentos y situaciones en que nos encontramos con la vida saber sentir al Señor que viene a nosotros, estar atentos a esa venida de Dios que nos transformará a nosotros pero que también transformará nuestro mundo. Tenemos también que ser vehículo, signo de esa presencia de Dios en nuestro mundo, que también a través de nosotros va a llegar a los demás. ¿Nos podemos cruzar de brazos tan tranquilos como si no tuviéramos nada que hacer?

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