El
evangelio, un drenaje de nuestra vida pero también una revolución en el
corazón, nos hace despojarnos de rémoras que entorpecen y arriesgarnos a algo
nuevo de vida
1Tesalonicenses 2, 9-13; Salmo 138; Mateo
23, 27-32
Si yo hubiera estado allí, nos decimos
tantas veces, haciendo comparación quizás entre los que nos parece que son las
actitudes de algunos de los que nos habla el evangelio y lo que nosotros
hubiéramos hecho en su lugar. Las comparaciones, como siempre solemos decir,
son odiosas, pero quizás algunas veces nos tendríamos que poner como a trasluz
de esas personas o citaciones que allí se nos mencionan con lo que somos o con
lo que hacemos nosotros. ¿Seremos iguales o parecidos? Hoy que vemos que Jesús
está cargando contra aquellos dirigentes que no es precisamente buen testimonio
y ejemplo para nosotros. Pero acaso nosotros nos parecemos en mucho y también
arrastramos posturas y actitudes negativas bien lejanas de lo que son los
valores del evangelio.
Jesús vuelve a incidir en la
autenticidad o la falsedad de aquellas vidas, en las apariencias que nos
vuelven hipócritas y la autenticidad que debería de brillar en un seguidor de
los valores del evangelio. Por eso cuando escuchamos estas palabras de Jesús,
que incluso nos suenan fuertes y airadas, no es solo aquellas actitudes de
entonces las que Jesús está denunciando sino que nos hace mirarnos a nosotros
mismos porque quizás muchas de esas cosas, de manera sutil, también están
brillando de por demás en nosotros.
La fachada de buenos no queremos quitárnosla.
No es algo fácil de transformar; al menos muchas veces se nos atraganta, porque
algo siempre queremos dejar a nuestro favor, buscamos apoyos que nos sostengan
y si no hemos cimentado bien nuestra vida no encontramos nada en nuestro
interior que nos sirve de apoyo en esa carrera que hemos de emprender. Seguimos
con nuestros apegos y nuestras apariencias, seguimos con una vida llena de fantasías
que demuestra nuestra superficialidad; por eso nos cansamos tan fácilmente, nos
aburrimos, se nos marchita nuestra vida. No hemos echado raíces profundas y no
nos llega la humedad que necesitamos.
Tenemos que saber drenar nuestra vida,
para quitar todo lo que sea superficial, todo lo que se va convertir en
hojarasca que solo nos valdrá para prenderle fuego, podar esas ramas que solo
dan apariencia, como dicen los agricultores, son chupones que la restan
vitalidad a los frutos que de ese árbol podamos obtener. Es un trabajo que
algunas veces nos puede resultar costoso y doloroso, pero que es necesario y
por eso mismo se convierte en trabajo hermoso por los frutos que podemos
obtener.
Tenemos que analizar bien nuestra vida,
tenemos que darnos cuenta de esas rémoras que no nos dejan avanzar para
desprendernos de ellas, darnos cuenta de esas malas costumbres o rutinas que se
han metido en nuestra vida y nos impiden alcanzar los buenos objetivos que nos
proponemos. Tarea de reflexión, tarea de ahondar en nuestra espiritualidad,
tarea de ir escardando nuestro corazón para quitar esos apegos que no le dejan
moverse con flexibilidad, tarea de oración y de escucha para dejar que esa
semilla de la Palabra de Dios quede bien plantada y abonada en nosotros.
Es la manera de superar esa
superficialidad a la que nos sentimos tentados cuando todo nos parece igual y
nos parece bueno, cuando simplemente nos dejamos llevar porque decimos que
siempre se ha hecho así, cuando comenzamos a hacer las cosas casi como una
rutina sin darle sentido hondo ni a lo que decimos en nuestras oraciones ni las
prácticas que realizamos en nuestra vida, cuando hacemos las cosas por
mimetismo porque sin preguntarnos el por qué y el sentido de las cosas hacemos
lo que otros hacen.
Una escucha atenta del evangelio
siempre tiene que ser una revolución para el corazón porque nos hace descubrir
en nosotros aquello de lo que ni nos habíamos dado cuenta, pero también porque
nos hace emprender nuevos caminos, arriesgándonos a buscar con sinceridad esos
caminos de vida. Al final será también para nosotros un remanso de paz porque
nos sentiremos más llenos de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario