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viernes, 29 de agosto de 2025

La entereza de Juan Bautista hasta el martirio nos ayuda a ser fieles a nosotros mismos y a nuestra misión para no deslizarnos por las pendientes que nos desbordan

 


La entereza de Juan Bautista hasta el martirio nos ayuda a ser fieles a nosotros mismos y a nuestra misión para no deslizarnos por las pendientes que nos desbordan

1Tesalonicenses 4, 1-8; Salmo 96; Marcos 6, 17-29

Los entusiasmos enfervorizados suelen ser malos consejeros. ¿Es que no podemos entusiasmarnos por nada? No es eso lo que quiero decir, porque pienso que la vida hay que vivirla con entusiasmo, pero también con sensatez. Cuando nos sentimos enardecidos por una cosa, sea cual sea, parece que no podemos pensar en nada distinto, pero tenemos que hacer gala de nuestra prudencia humana, de esa sensatez que decíamos, de saber pensar con serenidad y no lanzarnos a promesas que no sabemos si luego podemos cumplir, o que pueden comprometer los planteamientos serios que tengamos en nuestra vida.

Por eso es tan peligroso un fanático, porque se ciega, la pasión nos puede cegar; son fuerzas de nuestro interior pero que tenemos que saber encauzar, no podemos dejar que sea un volcán que se nos desborde, porque sabemos como un volcán va arrasando todo por donde pasa.

Podemos tener buenos principios y pensar en los valores que tenemos, pero eso tiene que darnos cauce para ese torrente que se nos puede desbocar. Las aguas abundantes pueden ser buenas porque riegan nuestros campos y pueden dar futuro a nuestra vida, pero si las aguas se desbordan todo lo arrasa. Y así nos pasa muchas veces en nuestra vida.

Me hago esta reflexión quizá fijándome en esos aspectos muy humanos de nuestra vida desde el texto que hoy nos ofrece el evangelio en esta fiesta del martirio de san Juan Bautista y que puede ser hermosa plantilla para todo lo que es nuestra vida espiritual y los principios y valores cristianos que hemos de vivir.

Hay algunas cosas que parece que se chocan en este pasaje del evangelio. Herodes, nos dice por una parte, que escuchaba con gusto a Juan. Pero la situación de su vida no era precisamente la de quien escuchara a un profeta y siguiera sus orientaciones. Su vida era algo desbocado, por una parte vivía de una forma irregular con la mujer de su hermano que provocaba las denuncias del Bautista, pero que también hacia que despertase el despecho de aquella mujer que quería quitar de en medio a Juan. Por eso termina encerrándole en la cárcel, a pesar de lo dicho al principio. Pero el torrente desbocado montaña abajo todo lo arrasa.

Muy amigo de faustos y de fiestas se rodeaba de la gente que consideraba principal e importante que participan igualmente de sus orgías. En medio de esa fiesta, con el baile de la hija de Herodías el torrente se desborda. Malos consejeros, decíamos, son los entusiasmos enfervorizados. Allí están las promesas que le hace a Salomé bajo juramento. Es la ocasión que estaba esperando Herodías que hace que su hija pida la cabeza del Bautista. Vienen las consecuencias, los respetos humanos, el verse comprometido por una palabra y promesa inoportuna, la incapacidad por cobardía de volverse atrás reconociendo su error. La cabeza de Juan es presentaba en una bandeja en medio del banquete.

¿Nos dejaremos nosotros arrollar de la misma manera cuando hablamos y hablamos, prometemos y prometemos, y todo se nos queda al final en el vacío? Una pendiente muy peligrosa la de las pasiones desbordadas a la que tenemos que buscar un cauce que reordene nuestra vida. No serán los fervores, pero si pueden ser que los entusiasmos nos hagan decir y prometer cosas que no podemos cumplir. Necesitamos encontrar serenidad para nuestro espíritu, que nos pueda ayudar a tener una clara visión de las cosas, de nuestra realidad, de nuestras capacidades pero también de nuestras debilidades. ¿Un freno para nuestra vida o un buen volante que nos reconduzca en la dirección acertada? Es necesario aprender a detenernos cuando vamos demasiado deprisa en nuestros entusiasmos, porque quizás no tenemos fuerza para llegar hasta el final, o podemos perder el control y salirnos fuera de la buena vía.

¿Nos ayudará el contemplar la entereza de Juan el Bautista aunque la vida parecía que se le ponía en contra para ser fiel a si mismo y a su misión hasta el final, hasta ser capaz de dar su vida?

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