Cuidado que vayamos cerrando puertas y creando abismos con actitudes bien alejadas del evangelio que ha de hacernos entrar en órbita de amor y comunión
Hay gente a la que le gusta ir cerrando puertas. Y no es un juego. No es cuestión de estética o buenas costumbres. Como si le fueran dando con la puerta en las narices a los que quieren entrar, como si de lejos contemplamos a alguien que viene por nuestro camino para llegar a donde estamos, ya pronto ponemos la señal de que no se puede entrar. Bueno entendemos que quiero decir mucho más que eso.
Son los que siempre van poniendo dificultades, están en eterna oposición, manifiestan enseguida que no les gusta aquello que decimos, comienzan a encontrar cosas que según ellos falta en aquello que presentamos, le dan un cariz negativo a todo lo que ven que realizan los demás, buscando el desprestigio para que no se acepte lo que los otros presentan. Porque esas dificultades o el señalar lo que falta no lo hacen por aportar algo de su parte que pueda mejorar, sino para echar abajo lo que presenta el consideran un contrincante.
No son criticas constructivas que eso siempre tendríamos que con humildad saberlo aceptar, sino siempre para echar abajo, para destruir. Gente ceniza y destructiva en su negatividad.
Es lo que se ha encontrado Jesús en aquellos grupos que no le aceptan, no quieren escuchar el anuncio que Jesús hace del Reino de Dios, pero es que previamente con el pueblo, del que se consideran dirigentes, han pretendido imponer unas cargas con sus interpretaciones y con las normas que imponen que de alguna manera le hacen imposible a aquella gente humilde y sencilla que tantas ansias tiene de la llegada del Reino de Dios de poder ser fieles de verdad a Dios.
Es la dureza con que Jesús se expresa contra los fariseos y los maestros de la ley. Les falta autenticidad, porque además son los que imponen cargas pesadas sobre los hombros de los demás, pero no son capaces de mover un dedo para ayudar. Son sus interpretaciones rigoristas de la ley de Moisés que distorsionan totalmente lo que es la ley del Señor.
‘¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren’. Van cerrando puertas, como antes decíamos, que ni para ellos. ‘Ni entráis… ni dejáis entrar’, que les dice Jesús. Barreras con sus imposiciones, abismos insalvables con la multitud de normas que al final a ellos mismos les hacia preguntarse cuál era el mandamiento principal. Escuchábamos estos días cómo, aunque fuera por tentar a Jesús, es lo que le vienen a preguntar. Aunque luego se den de sabios y le digan a Jesús, cuando lo que hace Jesús es repetirles la literalidad de lo que estaba escrito en la ley de Moisés, que había hablado muy bien. Pero ya sabemos la podredumbre que tenían por dentro, las intenciones torcidas que tenían sus palabras. Por eso Jesús les habla muy duramente.
Pero no nos quedemos solo considerando lo que Jesús decía entonces a aquellos fariseos y maestros de la ley, sino que tenemos que pensar que nos estará diciendo, de forma muy concreta, a nosotros Jesús con esas mismas palabras. Son Palabra de Dios, y la Palabra de Dios siempre es palabra viva y actual, para nuestra vida concreta, para nuestro tiempo concreto.
Escuchando esas palabras de Jesús tenemos que mirarnos a nosotros mismos y nuestras situaciones concretas, tenemos que mirar lo que es la vida de la Iglesia también en las circunstancias concretas que vivimos en el hoy de nuestra vida. No son palabras que retumben como un eco venido de otras partes, son palabras directas a nuestra vida de hoy.
Si antes hablábamos de ese cerrar puertas para no dejar pasar y lo contemplábamos en la actitud de aquellos dirigentes ¿no tenemos nada que pensar en nuestra vida concreta y en la vida de nuestras comunidades? ¿No vendremos nosotros también en muchas ocasiones con esa autosuficiencia de quien cree saberlo todo y se va poniendo cascos en sus oídos para no oír ni escuchar? ¿No diremos algunas veces aquello de yo soy cristiano de toda la vida y así lo ha sido mi familia siempre pero quizás no nos queremos mezclar con aquellos que vienen ahora de nuestra cercanía o de otras partes porque nosotros nos consideramos en un estadio superior y no queremos que nos quiten los privilegios que nosotros pretendemos tener? ¿No estaremos también cerrando puertas que ni entramos ni dejamos entrar?
Quienes nos consideramos como más cerca de la Iglesia o más en sintonía con ella, porque hemos quizás trabajado pastoralmente en algunas cosas, porque colaboramos en las cosas del templo, porque somos voluntarios para la catequesis o para cáritas, tenemos que escuchar con nitidez estas palabras de Jesús porque algunas veces nos consideramos en un estadio superior, nos consideramos mejores o que sabemos más, y podemos también estar cerrando puertas.
Mucho nos da que pensar este evangelio que parece que era para los demás, pero nos viene directamente al dedo de nuestra vida.
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