Necesitamos
estar con… y decimos en la vida con la familia, con los amigos más cercanos,
incluso con nosotros mismos, pero necesitamos estar con Jesús
2Samuel 1, 1-27; Sal 79; Marcos 3, 20-21
¡Cómo
ansiamos llegar a casa después de una agotadora jornada de trabajo y descansar!
Forma parte del ritmo de nuestra vida. Todo lo puede ser trabajo, hemos de
saber encontrar tiempo para nosotros mismos, para descansar, para estar en
tranquilidad, con los nuestros, con nuestra familia, para relajarnos y no hacer
nada. Aunque pareciera un tiempo perdido, no lo es, porque necesitamos
recuperar fuerzas, que no solo es lo físico sino también de la tensión mental
que vivimos con nuestros trabajos, con los ajetreos de la vida.
Hoy nos dice
el evangelio que la gente cuando se enteró que llegaba y estaba en casa se
agolparon a la puerta y no le dejaban tiempo ni para comer. En otros momentos
del evangelio vemos situaciones así; cuando se sube a la barca de Pedro para
predicar desde allí porque la gente se le echaba encima, cuando marchando a la
casa de Jairo la gente por la calle lo estrujaba, cuando le vemos marchar al
descampado con sus discípulos porque quería estar a solas con ellos y tampoco
entonces encontraron la ocasión porque allí estaba ya la gente venida de todas
partes esperándolo.
Dos aspectos podríamos
resaltar hoy. Por una parte, esa necesidad de estar en casa, a solas o solo con
los suyos. Es la necesidad del descanso, pero es también la necesidad del
encuentro más íntimo y más cercano con los nuestros; no vamos a pensar en esta
situación del evangelio de hoy que fuera porque necesitara a sus discípulos más
cercanos explicarles de manera especial el evangelio del Reino que anunciaba –
eso lo veremos también con todo detalle en otros momentos – sino que tendríamos
que decir solamente por estar, por estar disfrutando de la compañía de los
suyos.
Ya en el
relato que escuchábamos ayer en la elección de los doce se hace referencia a
que los eligió para que estuvieran con El. Necesitamos estar con… y decimos en
la vida con la familia, con los amigos más cercanos, y si queremos incluso para
estar con nosotros mismos, para encontrarnos con nosotros mismos. Es tiempo de maduración,
es tiempo si queremos llamarlo así de silencio, de interiorización, es tiempo
de escucha interior, es tiempo de reposo de nuestro espíritu. Y todos lo
necesitamos. Es lo que nos está insinuando el evangelio de que Jesús y sus discípulos
se fueron a casa. ¿Sabremos hacerlo? ¿Nos sentiremos necesitados de hacerlo?
Y el otro
aspecto es la búsqueda de la gente por Jesús. Lo hemos ido viendo a través de
todo el capitulo de esta semana. A donde quiera que va allí está la gente
esperándole. Primero, podríamos decir, había sido Jesús el que había ido al
encuentro con la gente, pero al ver los signos que hacía, pero al escuchar sus
palabras dichas con autoridad, como reconocen, quieren escucharle, quieren
estar con El. Y no podemos decir que fuera la novelería de la novedad, como
tantas veces sucede, era la curiosidad que desde su interior sentían, porque sus
conciencias se agitaban, las esperanzas renacían, descubrían que algo nuevo
estaba comenzando.
Ya sabemos
que no todos, porque pronto han comenzado los que están siempre acechando, los
que no quieren que las cosas cambien, los que se aferran a sus costumbres o a
sus privilegios y ven un peligro en toda novedad. Y esos también estarán en
contra de Jesús. Pero Jesús actúa con libertad y a todos acoge, para todos
tiene una palabra, en todos suscita una nueva esperanza.
¿Sentiremos
esa curiosidad por Jesús? ¿Estaremos abriendo de verdad nuestro corazón para
sentir la inquietud por el Reino de Dios que Jesús está queriendo sembrar en
nuestros corazones? ¿Nos dejaremos sorprender por las palabras y los signos de
Jesús para ir así con mayor inquietud en su búsqueda?