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sábado, 22 de enero de 2022

Necesitamos estar con… y decimos en la vida con la familia, con los amigos más cercanos, incluso con nosotros mismos, pero necesitamos estar con Jesús

 


Necesitamos estar con… y decimos en la vida con la familia, con los amigos más cercanos, incluso con nosotros mismos, pero necesitamos estar con Jesús

2Samuel 1, 1-27; Sal 79; Marcos 3, 20-21

¡Cómo ansiamos llegar a casa después de una agotadora jornada de trabajo y descansar! Forma parte del ritmo de nuestra vida. Todo lo puede ser trabajo, hemos de saber encontrar tiempo para nosotros mismos, para descansar, para estar en tranquilidad, con los nuestros, con nuestra familia, para relajarnos y no hacer nada. Aunque pareciera un tiempo perdido, no lo es, porque necesitamos recuperar fuerzas, que no solo es lo físico sino también de la tensión mental que vivimos con nuestros trabajos, con los ajetreos de la vida.

Hoy nos dice el evangelio que la gente cuando se enteró que llegaba y estaba en casa se agolparon a la puerta y no le dejaban tiempo ni para comer. En otros momentos del evangelio vemos situaciones así; cuando se sube a la barca de Pedro para predicar desde allí porque la gente se le echaba encima, cuando marchando a la casa de Jairo la gente por la calle lo estrujaba, cuando le vemos marchar al descampado con sus discípulos porque quería estar a solas con ellos y tampoco entonces encontraron la ocasión porque allí estaba ya la gente venida de todas partes esperándolo.

Dos aspectos podríamos resaltar hoy. Por una parte, esa necesidad de estar en casa, a solas o solo con los suyos. Es la necesidad del descanso, pero es también la necesidad del encuentro más íntimo y más cercano con los nuestros; no vamos a pensar en esta situación del evangelio de hoy que fuera porque necesitara a sus discípulos más cercanos explicarles de manera especial el evangelio del Reino que anunciaba – eso lo veremos también con todo detalle en otros momentos – sino que tendríamos que decir solamente por estar, por estar disfrutando de la compañía de los suyos.

Ya en el relato que escuchábamos ayer en la elección de los doce se hace referencia a que los eligió para que estuvieran con El. Necesitamos estar con… y decimos en la vida con la familia, con los amigos más cercanos, y si queremos incluso para estar con nosotros mismos, para encontrarnos con nosotros mismos. Es tiempo de maduración, es tiempo si queremos llamarlo así de silencio, de interiorización, es tiempo de escucha interior, es tiempo de reposo de nuestro espíritu. Y todos lo necesitamos. Es lo que nos está insinuando el evangelio de que Jesús y sus discípulos se fueron a casa. ¿Sabremos hacerlo? ¿Nos sentiremos necesitados de hacerlo?

Y el otro aspecto es la búsqueda de la gente por Jesús. Lo hemos ido viendo a través de todo el capitulo de esta semana. A donde quiera que va allí está la gente esperándole. Primero, podríamos decir, había sido Jesús el que había ido al encuentro con la gente, pero al ver los signos que hacía, pero al escuchar sus palabras dichas con autoridad, como reconocen, quieren escucharle, quieren estar con El. Y no podemos decir que fuera la novelería de la novedad, como tantas veces sucede, era la curiosidad que desde su interior sentían, porque sus conciencias se agitaban, las esperanzas renacían, descubrían que algo nuevo estaba comenzando.

Ya sabemos que no todos, porque pronto han comenzado los que están siempre acechando, los que no quieren que las cosas cambien, los que se aferran a sus costumbres o a sus privilegios y ven un peligro en toda novedad. Y esos también estarán en contra de Jesús. Pero Jesús actúa con libertad y a todos acoge, para todos tiene una palabra, en todos suscita una nueva esperanza.

¿Sentiremos esa curiosidad por Jesús? ¿Estaremos abriendo de verdad nuestro corazón para sentir la inquietud por el Reino de Dios que Jesús está queriendo sembrar en nuestros corazones? ¿Nos dejaremos sorprender por las palabras y los signos de Jesús para ir así con mayor inquietud en su búsqueda?

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