Los pequeños detalles de amor a los que están a nuestro lado signos de un estilo de vida y de nuestra fidelidad al Señor
Romanos
16,3-9.16.22-27; Sal
144; Lucas
16,9-15
Jesús está rodeado de fariseos; entre todas aquellas
gentes que le siguen, que van a escucharle, o que le llevan a sus enfermos para
que Jesús los cure también hay fariseos. Quizá alguno con sinceridad, no vamos
a negarlo porque tenemos el caso de Nicodemo, un magistrado judío, que va de
noche a casa de Jesús porque quiere hablar con Él, pero sabemos bien que
también había muchos que iban para acecharle, para ver lo que Jesús hacia o
decía y ellos pasarlo por la criba de sus estrictos criterios para ver si Jesús
hacía o decía algo contra la Ley. Nos lo repite muchas veces el evangelio que estaban al acecho.
Y hago referencia a que Jesús estaba rodeado de
fariseos - además en el mismo texto aparecerá su presencia con la reacción a
las palabras de Jesús - pero para constatar cuál era su manera de actuar.
Minuciosos, como decían ellos, en el cumplimiento de la ley pero llenos de
vanidades y superficialidad para simplemente aparentar que eran cumplidores
pero saltándose el sentido más profundo de la ley del Señor. Como les echará en
cara Jesús pagarán el diezmo por el comino y la hierbabuena olvidándose luego
de lo más importante y profundo de la Ley. Por eso, como escuchamos en otras
ocasiones, Jesús los llamará sepulcros blanqueados e hipócritas por su falsedad
y por su vanidad.
Jesús les echa en cara su minuciosidad y sin embargo
hoy escuchamos decir a Jesús que hay que ser fiel hasta en lo más pequeño y nos
parezca menos importante. No hay contradicción. Una cosa es quedarnos en el
cumplimiento de cosas superficiales por vanidad y ostentación y otra cosa es
que no seamos fieles a lo que es la voluntad del Señor. La fidelidad se
mantiene no solo en las cosas grandes, sino que se construye desde las cosas
pequeñas de cada día. ‘El que es de fiar
en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo
menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil
dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?’
Pero esa fidelidad está en saber valorar y saber poner
en su sitio cada cosa. Por eso hablando del dinero nos dirá Jesús que no lo
podemos convertir en un ídolo de nuestra vida. Y vaya que sí es una tentación
que sufrimos todos. Por aquello de que en nuestras relaciones de intercambio
entre unos y otros lo necesitamos, luego nos sentimos tan agobiados que
terminamos convirtiéndonos en sus esclavos. Y es de lo que Jesús quiere
prevenirnos.
‘Ningún siervo puede
servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se
dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al
dinero’. Así nos
dice Jesús en este texto que tendríamos que meditar muy bien.
Pero por allá andan los fariseos ‘amigos del dinero’, como dice el evangelista, y se burlaban de
Jesús. No quieren entender las palabras de Jesús. Siguen ellos con sus
apariencias y superficialidades. Les cuesta ahondar de verdad en lo que
verdaderamente es la voluntad de Dios para nuestra vida. De ahí la sentencia
con que termina Jesús: ‘Vosotros presumís
de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La
arrogancia con los hombres, Dios la detesta’.
Cuidémonos de las apariencias que son una falsedad, una
falta de autenticidad en la vida, pero cuidemos nuestra fidelidad de cada día a
lo que es la voluntad del Señor. Esa fidelidad de las cosas pequeñas que no
quedará sin recompensa, como nos dice Jesús que no quedará sin recompensa un
vaso de agua que demos al sediento. Tenemos oportunidad de expresar esa
fidelidad de los pequeños detalles en tantos gestos y signos de amor, por
ejemplo, que cada día podemos tener con los demás. Y aquí podríamos pensar en
tantas cosas que tendrían que convertirse en estilo de nuestra vida en el trato
y en la relación con los demás. Tantos pequeños signos y detalles con los que
podemos alegrar el corazón de los demás.