Que sepamos pasar de las actitudes orgullosas del menosprecio a la acogida llena de amor para caminar juntos sintiendo el amor de Dios en nosotros
Romanos
14, 7- 12; Sal 26; Lucas 15, 1-10
‘Se acercaban a Jesús
los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los
escribas murmuraban entre sí: Este recibe a los pecadores y come con ellos’. Qué difícil para un corazón lleno
de orgullo ser compasivo y misericordioso con los demás. El corazón orgulloso
todo se lo sabe y se lo merece; el corazón orgulloso es incapaz de verse a si
mismo en el prójimo que está a su lado; el corazón orgulloso se cree un
intocable porque cree que todo lo puede manchar sin darse cuenta de la miseria
que lleva en su interior.
Qué distinto se nos muestra el corazón de Cristo que a
todos acoge, a todos ofrece su compasión y su misericordia, más aún está
siempre rondándonos, buscando nuestro corazón dolorido para sanarlo con su
amor. Es el corazón de Dios, el Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira
y rico en perdón, como tantas veces rezamos con los salmos.
Ante la actitud orgullosa y de menosprecio de los
fariseos y los escribas que lo único que saben es criticar y juzgar Jesús nos
ofrece dos hermosas parábolas. El pastor que va a buscar la oveja perdida allá
donde esté para traerla gozoso sobre sus hombros cuando la ha encontrado, para
curarla y llevarla de nuevo al redil, y la mujer que busca y rebusca por todas
partes buscando la moneda que se le había perdido. Pero Jesús además nos habla
de alegría por el reencuentro, alegría en el pastor al encontrar la oveja
perdida y alegría en la mujer al encontrar la moneda que se le había
extraviado; pero es una alegría expansiva, una alegría que se comunica a los
demás para que todos participen de ella.
Mucho nos enseña Jesús con estas parábolas. Primero
para nosotros mismos que nos sentimos perdidos, porque nos sentimos pecadores
la confianza de que el amor del Señor nunca nos fallará; podremos estar en lo
más hondo de nuestras miserias, pero el amor del Señor siempre se estará
derramando sobre nosotros y con qué confianza podemos acercarnos humildes a El
sabiendo que vamos a encontrar su amor y su perdón.
Pero nos enseña también la nueva mirada que hemos de
tener hacia los demás. Tenemos la tentación y el peligro del orgullo que nos
acecha; podemos también tener esa misma actitud que nos separa de los demás
porque no queremos mezclarnos con todo el mundo, no vayan a verme con esa clase
de gentes; podemos hacernos compasivos pero con una compasión llena de orgullo,
porque ‘pobrecitos, mira como son’, y
nos creemos mejores, nos creemos santos comparados con ellos.
Es la nueva mirada del amor verdadero que nos hace acercarnos
a todos, ponernos a su lado y no digo a su altura porque nosotros no estamos en
un estadio superior del que nos abajemos sino ponernos a su lado. Es el amor
que tiende la mano, que ofrece una sonrisa, que se hace comprensivo, que nos
hace mirarnos a nosotros mismos los primeros que también somos pecadores, que
nos impulsa a ayudar a los demás para caminar juntos para salir de esos baches
de la vida.
Es cuestión de llenar nuestro corazón de amor, de amor
verdadero como el de Jesús.
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