¿Seremos capaces?, nos preguntamos como consecuencia de nuestra debilidad, pero tenemos la sabiduría y la fortaleza del Espíritu para alcanzar la meta de nuestro testimonio
Isaías 6,1-8; Salmo 92; Mateo 10,24-33
¿Seré capaz de de hacerlo? Una pregunta que nos hacemos, una duda que nos surge, un miedo muchas veces que nos paraliza ante una tarea que nos han encomendado, ante una obra que pretendemos emprender, ante una oferta de responsabilidad que se nos hace. ¿Seré yo capaz? Y eso en cualquier aspecto de la vida, nos sentimos inseguros muchas veces; es en las mismas responsabilidades familiares que tenemos que asumir; ¿hasta donde seré capaz de llegar? O nos miramos a nosotros mismos en esa tarea de superación que tiene que ser nuestra vida, ¿seré capaz de dejar esa mala costumbre? Así andamos muchas veces inseguros y sin creer ni en nosotros mismos.
Es a lo que nos enfrentamos en lo que es el camino de nuestra vida cristiana, nuestra fe, la rectitud con que hemos de vivir la vida, el compromiso de vida al que nos tiene que llevar nuestra fe, al anuncio y testimonio que también hemos de dar. Y miramos alrededor nuestro y vemos quizás muchas cosas en contra, o alucinaciones que sufrimos que nos quieren llevar por otros derroteros, y nos encontramos entre la espada y la pared, lo que quisiéramos hacer, pero lo que nos cuesta tanto superarnos.
Pero Jesus no nos dice que sea fácil aunque no deja de recordarnos dónde está nuestra fuerza. Pero nos dice que el discípulo no es mejor que su maestro. Al menos tendríamos que parecernos a El. ‘Le basta con ser como su maestro’, nos dice. Pero nos dice también, y nos lo repite varias veces, que no tengamos miedo.
Cuántos miedos se nos meten en el alma en el desarrollo de nuestra vida cristiana. Y no es solo si seremos capaces de llegar hasta el final en nuestro testimonio, sino que ya estamos imaginando lo que pueden hacer con nosotros, la forma cómo tendrán de rebatirnos y hacernos la guerra en contra. Nos pide valentía para que demos nuestro testimonio, para que alcemos la voz con claridad. ‘Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea’. No podemos callar, no podemos dejar escondido el tesoro que llevamos con nosotros, no podemos ahogar esa sabiduría del Espíritu que va a brillar en nosotros.
Cuántos miedos se nos meten en alma, como decíamos hace un momento. ¿Tenemos miedo a perder la vida? Ya nos dirá Jesús en otro momento que perder la vida es ganarla. Pero podremos perder la vida si llegara el caso, pero nuestro espíritu permanecerá, la palabra que hemos pronunciado se volverá más clara, el testimonio que demos incluso derramando nuestra sangre será más poderoso, porque la sangre de los mártires es semilla de cristianos. No importa que el grano de trigo se entierre para que aparentemente se pudra, porque va a germinar una vida nueva. Ya nos lo recordará Jesús en otros momentos. Y para eso su testimonio va por delante. Es el que murió en una cruz, pero es el que resucitado vive para siempre.
Nos habla por una parte de la confianza de los hijos en la Providencia infinita el amor del Padre, porque Dios no abandona a sus hijos. ‘¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones’. Cuánto valemos a los ojos de Dios, en El tenemos que poner toda nuestra confianza.
Y nos habla de dar la cara por Dios. ‘A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos, Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos’. Una razón más para dar nuestro valiente testimonio. Nuestra vida en muchos momentos estará llena de debilidades, pero si por encima de todo eso queremos seguir dando la cara por ese testimonio de nuestra fe, cuando nos presentemos ante Dios, incluso cargando el peso de todas esas debilidades en que tantas veces nos hemos visto envueltos en la vida, sabemos que tenemos un abogado defensor que hará por nosotros. ‘También me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos’. Jesus ha derramado su sangre para que así sean borrados nuestros pecados. Imagen hermosa la que nos ofrecido el profeta que ve purificados sus labios con la braza en la mano del ángel.
Seremos capaces, nos preguntábamos al principio; tenemos con nosotros la sabiduría y la fortaleza del Espíritu del Señor que nos hará alcanzar la meta de nuestro testimonio. ‘¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Contesté: Aquí estoy, mándame’, decimos también como el profeta.