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domingo, 7 de julio de 2024

Ungidos para ser profetas tenemos que con arrojo y valentía dar testimonio del evangelio en medio del mundo nos escuchen o no nos escuchen

 


Ungidos para ser profetas tenemos que con arrojo y valentía dar testimonio del evangelio en medio del mundo nos escuchen o no nos escuchen

Ezequiel 2, 2-5; Sal. 122; 2Corintios 12, 7-10; Marcos 6, 1-6

¿Y ese quién es? Es una pregunta fácil que nos hacemos  cuando surge entre nosotros alguien que comienza a destacar quizás por la preocupación que siente por los demás, por los problemas que nos encontramos alrededor y trata de poner mano a la obra buscando salidas y soluciones. Nos preguntamos quien es, pero realmente sabemos mucho de él, porque conocemos su familia, de quien es hijo, donde vive, lo que ha hecho y no se cuantas cosas más; no es que no lo conozcamos, sino que no queremos reconocerle, porque ya sacaremos algo de su familia, de su pasado, de los errores que haya cometido en su vida, y por ahí comenzamos una tarea de desprestigio porque quizás pensamos que nos pueda hacer sombra. Nos sentimos tan poderosos como para eso.

Jesús se había ido dando conocer recorriendo toda aquella región de galilea; conocidos eran sus signos y milagros, porque esas cosas que nos parecen más espectaculares siempre son noticias que corren con mayor facilidad; fijémonos en el nivel o criterio de muchas de las noticias que se nos dan en los medios de comunicación. Las cosas espectaculares aparecen siempre en la primera página.

Ahora Jesús va a su pueblo, donde se había criado, donde lo conocían de siempre, desde que era niño. Sienten admiración y en cierto modo orgullo porque uno de su pueblo, aquel pueblo medio perdido de Galilea del que nadie hablaba – en la Biblia nunca había aparecido nada en referencia a Nazaret – ahora se está dando a conocer. Pero aunque se hacen preguntas saben bien quien es, el hijo del carpintero, el hijo de María, por allí andan todos su parientes. Pero El no había ido nunca a ninguna escuela rabínica de Jerusalén. ¿De donde saca todo esto? Son las preguntas que siembran duda. Siembra dudas y estarán socavando los cimientos de cualquier cosa que quieras construir.

Y se escandalizaban de él’, comenta el evangelista. ‘Y no pudo hacer allí ningún milagro, por su falta de fe… pero jesus seguía recorriendo los pueblos y aldeas de Galilea’, viene a concluir el evangelista.

Aquello que habíamos escuchado al profeta en la primera lectura. ‘Te escuchen o no te escuchen… tendrán que reconocer que hubo un profeta en medio de ellos’. La misión ha de cumplirse, el anuncio de la Buena Nueva tiene que hacerse. Tenemos que verlo en nuestra vida, en nuestra historia de hoy, en la misión que los cristianos tenemos en medio del mundo, en la misión de la Iglesia que ha de trasmitir la sabiduría del evangelio de Jesus al mundo de hoy, al mundo en que vivimos.

Escucharán o no escucharán, habrá rechazo o habrá un sutil sordera para no escuchar una palabra de salvación, como le decían a Pablo en Atenas cuando fue al Areópago, ‘de eso nos hablarás otro día’, mientras se daban la vuelta y le daban la espalda. Encontraremos, es cierto, quien no quiera escuchar, a quienes les hieran en los oídos las palabras de esperanza del evangelio con toda su novedad y con toda su riqueza.

Hoy le damos más valor a otras cosas y nos cuenta buscar hondura para nuestras raíces, o levantar la cabeza bien en algo para descubrir altos valores. Disfruta del día, nos dicen, y eso parece que es lo importante para muchos, pasarlo bien sin tener ninguna preocupación que nos empañe nuestras ‘alegrías’, y si algo aparece que nos pudiera turbar ya tenemos nuestros sucedáneos que nos llenen de una felicidad superficial y caduca.

Y cuidado que nos contagiamos fácilmente de ese espíritu del mundo, cuidado que queremos hacer nuestros arreglos y mezclas como se solía decir para poner una vela a Dios y otra vela al diablo. Cuántas componendas nos hacemos para decir que cumplimos, pero no dejamos resplandecer los verdaderos valores del evangelio. Tenemos que estar atentos. Nos cuesta muchas veces porque somos débiles y también tenemos nuestros tropiezos, pero eso no tiene que debilitarnos; reconozcamos humildemente nuestra debilidad y será más creíble nuestra palabra, porque estaremos dando testimonio de que es posible el cambio y la conversión, de que es posible comenzar de nuevo una y otra vez a pesar de los tropiezos que tengamos. ‘Mi gracia te basta’, escuchaba Pablo en su interior cuando sentía ese aguijón que le pulsaba por dentro y pedía a Jesús verse liberado de él. Y Pablo siguió adelante, porque sentía que el espíritu de Dios estaba con El para cumplir su misión.

Nosotros también hemos sido ungidos para ser con Cristo sacerdotes, profetas y reyes. Y a pesar de nuestros tropiezos y debilidades tenemos que presentarnos como profetas ante el mundo que nos rodea con el testimonio de nuestra palabra y de nuestra vida. Tenemos también que ir a otros lugares para seguir haciendo ese anuncio de la Buena Noticia, como Jesús que recorría toda Galilea. También nos conocerán aunque les cueste reconocer la misión que llevamos, también dirán de nosotros quienes somos o lo que según ellos somos recordando tropiezos y debilidades, pero nuestro testimonio no lo podemos callas. Tenemos que ser ese faro de esperanza para nuestro mundo para conducirlo hasta la luz de Jesus, hasta la luz del evangelio. No podemos desistir.

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