Necesitamos encontrarnos a solas con el Señor para llenarnos de su paz y de su gracia dándole verdadera profundidad y espiritualidad a nuestra vida
1Reyes 3,4-13; Sal 118; Marcos
6, 30-34
Todos necesitamos detenernos en la vida en medio de las actividades que
estamos haciendo y no solo porque necesitamos el descanso físico que nos ayude
a recuperar nuestras fuerzas para poder reemprender de nuevo el trabajo sino
porque nuestro descanso ha de ir más allá porque es también nuestra mente,
nuestro espíritu el que necesita ese reposo y esa recuperación. Creo que esto
es algo que tenemos o debemos tener muy claro.
Ese descanso mental o espiritual que no es simplemente quedarnos sin
hacer nada sino que tiene que ser la buena ocasión para reflexionar, para
profundizar en las cosas, para ir creciendo espiritualmente por dentro de
nosotros.
Es la oportunidad de repensar las cosas, de revisar lo que hacemos, de
trazarnos proyectos, de buscar los verdaderos valores de nuestra vida, de saber
encontrar también esa fuerza espiritual que necesitamos para poder darle esa
profundidad que necesitamos a nuestra existencia para no ser un dejarnos llevar
por lo que salga o simplemente nos atraiga.
Será la forma en que descubramos de verdad cómo tiene que
enriquecernos espiritualmente todo aquello que hacemos, nuestros trabajos,
nuestras obligaciones y responsabilidades, porque entonces no las haremos como
una rutina sino que sabremos darle un verdadero sentido a lo que hacemos. Son
muchas las tentaciones que nos envuelven y nos arrastran a una vida demasiado
materializada y sensual y necesitamos saber desprendernos de lo que no es
sustancial en nuestra vida para volar con ideales grandes que nos hagan aspirar
a cosas mas grandes y sublimes. Es la riqueza espiritual que hemos de darle a
nuestra vida.
Hoy en el evangelio se nos habla de cómo Jesús quiso llevarse a los discípulos
a un lugar tranquilo y apartado para que estuvieran con él. Era grande la tarea
que estaban realizando, como dice el evangelio, eran tantos que no les daban
tiempo ni para comer. Necesitaban estar tranquilos con el Señor para disfrutar
de su paz; en esa paz Jesús les llenaría con su presencia y con su palabra,
porque era la oportunidad para enseñarles a ellos de manera especial. Lo
veremos en otros momentos del evangelio, en que Jesús aprovechará para
enseñarles bien cuando están solos en casa, o aprovechando el camino cuando se
trasladan de un lugar a otro o como cuando se los lleva a los confines de
Galilea allá casi en tierra de fenicios. Es lo que hoy le vemos hacer también.
Necesitamos estar con el Señor, recogernos con El, estar a solas con
El. Será ese momento de oración intimo y personal que cada día hagamos en que
no nos reduzcamos simplemente a recitar unas oraciones, sino a vivir en la
presencia del Señor; serán esos momentos de silencio y de reflexión que hemos
de saber encontrar; serán la vivencia profunda que hagamos de nuestras
celebraciones; será el tiempo que dediquemos a la lectura y a la reflexión
dejándonos iluminar por la Palabra del Señor; o serán esos otros momentos
especiales que a lo largo del año hemos de saber encontrar. El tiempo que se
acerca de la Cuaresma puede ser también una buena ocasión.
Pero necesitamos estar a solas con el Señor, para descansar nuestro corazón
en El y llenarnos de su fuerza y de su gracia. Ojalá sepamos encontrar esos
momentos.