Creemos en la fuerza de la gracia ‘gratuita’ de Dios y nos presentamos en pobreza y austeridad a hacer el anuncio del Reino
I Reyes 2,1-4.10-12; Marcos
6,7-13
Queremos siempre ver la pronta eficacia de todo lo que hacemos y para
ello intentamos poner todos los medios que están a nuestro alcance, desde la
inteligencia con la que estamos dotados, nuestros conocimientos y también todos
los medios técnicos que la ciencia en el desarrollo humano que hemos ido
realizando ha puesto en nuestras manos. Podríamos decir que es justo que
hagamos así y ese desarrollo de ciencias y técnicas tendríamos que decir que
las tenemos en bien del hombre y de la humanidad.
Pero también hemos de reconocer que no todo es eficacia, ni es fruto
de unas técnicas que más o menos hayamos adquirido. Hay algo mas hondo en el
ser humano, que ha de nacer de nuestro corazón y ha de trascender de alguna
manera nuestra vida. No todo lo que hacemos es siempre buscando una eficacia o
una ganancia humana.
Hay algo que podemos hacer saliendo de lo más hondo de nosotros mismos
que no busque unas ganancias, sino que se hacen en nombre de la gratuidad.
Pareciera que lo gratuito no está de moda, pero es algo que ennoblece el
corazón del hombre. Y el valor de las cosas también hemos de reconocer no está
en la riqueza de medios que podamos poner en conseguirlo.
Hoy Jesús al hacer el envío de sus discípulos a anunciar el Reino nos
está sugiriendo ese principio y ese valor de la gratuidad, pero también el de
la austeridad. El valor del anuncio del Reino no está en los medios que podamos
emplear, sino que con generosidad de corazón hemos de descubrir la fuerza y el
valor que tienen en si mismos la Palabra de Dios que anunciamos. No son
nuestras fuerzas o saberes humanos sino que es el fruto de la gracia de Dios
que se siembra en el corazón del hombre y a lo que el hombre ha de responder
con su libertad.
Por eso Jesús al enviar a sus discípulos las recomendaciones que les
hace son las de la austeridad y la gratuidad. Lo que gratis habéis recibido, darlo
gratis. Y no es en la fuerza de los medios humanos, sino que es la fuerza de la
gracia de Dios. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada
más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen
sandalias, pero no una túnica de repuesto’. Fijémonos en las palabras de Jesús
que reclaman esa austeridad de medios. Pero también en la gratuidad con que
hemos de marchar. ‘Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os
vayáis de aquel sitio’. Y como nos dirá en otro momento, ‘comed lo que
os pongan’. Vamos a compartir, y compartimos el mensaje que llevamos y
compartimos lo que allí puedan o quieran ofrecernos.
Podríamos decir que el único bagaje
que tenemos que llevar es el del amor. ‘Ellos salieron a predicar la
conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los
curaban’. Por eso curaban a los enfermos, expulsaban los demonios, iban
repartiendo amor. Son las mejores señales del Reino de Dios que habían de
anunciar con sus palabras y con su vida.
Todo esto nos tendría que hacer reflexionar mucho también en nuestra
tarea pastoral que muchas veces se nos puede quedar en programaciones o en los
medios más modernos que podemos utilizar. Están bien una cosa y otra, pero
confiemos en lo que es la fuerza de la gracia; anunciemos con la gratuidad
total de nuestra vida; no temamos presentarnos con escasez de medios
preocupados excesivamente porque no los tenemos, porque esto podrían ser
síntomas de una riqueza que llevamos apegada al corazón.
Confiémonos a la gracia de Dios. Presentémonos pobres porque así
entenderemos el lenguaje de los pobres y los pobres entenderán nuestro
lenguaje.
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