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jueves, 4 de febrero de 2016

Creemos en la fuerza de la gracia ‘gratuita’ de Dios y nos presentamos en pobreza y austeridad a hacer el anuncio del Reino

Creemos en la fuerza de la gracia ‘gratuita’ de Dios y nos presentamos en pobreza y austeridad a hacer el anuncio del Reino

I Reyes 2,1-4.10-12; Marcos 6,7-13

Queremos siempre ver la pronta eficacia de todo lo que hacemos y para ello intentamos poner todos los medios que están a nuestro alcance, desde la inteligencia con la que estamos dotados, nuestros conocimientos y también todos los medios técnicos que la ciencia en el desarrollo humano que hemos ido realizando ha puesto en nuestras manos. Podríamos decir que es justo que hagamos así y ese desarrollo de ciencias y técnicas tendríamos que decir que las tenemos en bien del hombre y de la humanidad.
Pero también hemos de reconocer que no todo es eficacia, ni es fruto de unas técnicas que más o menos hayamos adquirido. Hay algo mas hondo en el ser humano, que ha de nacer de nuestro corazón y ha de trascender de alguna manera nuestra vida. No todo lo que hacemos es siempre buscando una eficacia o una ganancia humana.
Hay algo que podemos hacer saliendo de lo más hondo de nosotros mismos que no busque unas ganancias, sino que se hacen en nombre de la gratuidad. Pareciera que lo gratuito no está de moda, pero es algo que ennoblece el corazón del hombre. Y el valor de las cosas también hemos de reconocer no está en la riqueza de medios que podamos poner en conseguirlo.
Hoy Jesús al hacer el envío de sus discípulos a anunciar el Reino nos está sugiriendo ese principio y ese valor de la gratuidad, pero también el de la austeridad. El valor del anuncio del Reino no está en los medios que podamos emplear, sino que con generosidad de corazón hemos de descubrir la fuerza y el valor que tienen en si mismos la Palabra de Dios que anunciamos. No son nuestras fuerzas o saberes humanos sino que es el fruto de la gracia de Dios que se siembra en el corazón del hombre y a lo que el hombre ha de responder con su libertad.
Por eso Jesús al enviar a sus discípulos las recomendaciones que les hace son las de la austeridad y la gratuidad. Lo que gratis habéis recibido, darlo gratis. Y no es en la fuerza de los medios humanos, sino que es la fuerza de la gracia de Dios. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto’.  Fijémonos en las palabras de Jesús que reclaman esa austeridad de medios. Pero también en la gratuidad con que hemos de marchar. ‘Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio’. Y como nos dirá en otro momento, ‘comed lo que os pongan’. Vamos a compartir, y compartimos el mensaje que llevamos y compartimos lo que allí puedan o quieran ofrecernos.  
           Podríamos decir que el único bagaje que tenemos que llevar es el del amor. ‘Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban’. Por eso curaban a los enfermos, expulsaban los demonios, iban repartiendo amor. Son las mejores señales del Reino de Dios que habían de anunciar con sus palabras y con su vida.
Todo esto nos tendría que hacer reflexionar mucho también en nuestra tarea pastoral que muchas veces se nos puede quedar en programaciones o en los medios más modernos que podemos utilizar. Están bien una cosa y otra, pero confiemos en lo que es la fuerza de la gracia; anunciemos con la gratuidad total de nuestra vida; no temamos presentarnos con escasez de medios preocupados excesivamente porque no los tenemos, porque esto podrían ser síntomas de una riqueza que llevamos apegada al corazón.
Confiémonos a la gracia de Dios. Presentémonos pobres porque así entenderemos el lenguaje de los pobres y los pobres entenderán nuestro lenguaje.

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