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sábado, 6 de febrero de 2016

Necesitamos encontrarnos a solas con el Señor para llenarnos de su paz y de su gracia dándole verdadera profundidad y espiritualidad a nuestra vida

Necesitamos encontrarnos a solas con el Señor para llenarnos de su paz y de su gracia dándole verdadera profundidad y espiritualidad a nuestra vida

1Reyes 3,4-13; Sal 118; Marcos 6, 30-34

Todos necesitamos detenernos en la vida en medio de las actividades que estamos haciendo y no solo porque necesitamos el descanso físico que nos ayude a recuperar nuestras fuerzas para poder reemprender de nuevo el trabajo sino porque nuestro descanso ha de ir más allá porque es también nuestra mente, nuestro espíritu el que necesita ese reposo y esa recuperación. Creo que esto es algo que tenemos o debemos tener muy claro.
Ese descanso mental o espiritual que no es simplemente quedarnos sin hacer nada sino que tiene que ser la buena ocasión para reflexionar, para profundizar en las cosas, para ir creciendo espiritualmente por dentro de nosotros.
Es la oportunidad de repensar las cosas, de revisar lo que hacemos, de trazarnos proyectos, de buscar los verdaderos valores de nuestra vida, de saber encontrar también esa fuerza espiritual que necesitamos para poder darle esa profundidad que necesitamos a nuestra existencia para no ser un dejarnos llevar por lo que salga o simplemente nos atraiga.
Será la forma en que descubramos de verdad cómo tiene que enriquecernos espiritualmente todo aquello que hacemos, nuestros trabajos, nuestras obligaciones y responsabilidades, porque entonces no las haremos como una rutina sino que sabremos darle un verdadero sentido a lo que hacemos. Son muchas las tentaciones que nos envuelven y nos arrastran a una vida demasiado materializada y sensual y necesitamos saber desprendernos de lo que no es sustancial en nuestra vida para volar con ideales grandes que nos hagan aspirar a cosas mas grandes y sublimes. Es la riqueza espiritual que hemos de darle a nuestra vida.
Hoy en el evangelio se nos habla de cómo Jesús quiso llevarse a los discípulos a un lugar tranquilo y apartado para que estuvieran con él. Era grande la tarea que estaban realizando, como dice el evangelio, eran tantos que no les daban tiempo ni para comer. Necesitaban estar tranquilos con el Señor para disfrutar de su paz; en esa paz Jesús les llenaría con su presencia y con su palabra, porque era la oportunidad para enseñarles a ellos de manera especial. Lo veremos en otros momentos del evangelio, en que Jesús aprovechará para enseñarles bien cuando están solos en casa, o aprovechando el camino cuando se trasladan de un lugar a otro o como cuando se los lleva a los confines de Galilea allá casi en tierra de fenicios. Es lo que hoy le vemos hacer también.
Necesitamos estar con el Señor, recogernos con El, estar a solas con El. Será ese momento de oración intimo y personal que cada día hagamos en que no nos reduzcamos simplemente a recitar unas oraciones, sino a vivir en la presencia del Señor; serán esos momentos de silencio y de reflexión que hemos de saber encontrar; serán la vivencia profunda que hagamos de nuestras celebraciones; será el tiempo que dediquemos a la lectura y a la reflexión dejándonos iluminar por la Palabra del Señor; o serán esos otros momentos especiales que a lo largo del año hemos de saber encontrar. El tiempo que se acerca de la Cuaresma puede ser también una buena ocasión.
Pero necesitamos estar a solas con el Señor, para descansar nuestro corazón en El y llenarnos de su fuerza y de su gracia. Ojalá sepamos encontrar esos momentos.

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