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sábado, 23 de enero de 2021

El mundo de hoy necesita ver más locos de amor con posicionamientos más parecidos a los de Jesús y por lo que decían que no estaba en sus cabales

 


El mundo de hoy necesita ver más locos de amor con posicionamientos más parecidos a los de Jesús y por lo que decían que no estaba en sus cabales

Hebreos 9,2-3.11-14; Sal 46; Marcos 3,20-21

Pero ¿tú sabes lo que estás diciendo? Tú estás loco, que no te oiga la gente. Se lo habremos dicho a alguien, lo habremos escuchado, o quizás nos lo han dicho a nosotros cuando hemos sido atrevidos para ofrecer una idea nueva, un nuevo planteamiento sabiendo como es la gente que nos rodea, pero que sabemos que aquello que planteamos va a producir salpullidas. Se tratará de una idea nueva que quizá pretende cambiar los presupuestos con los que en la vida vamos siempre, se trata de una forma nueva de ver las cosas que rompe moldes, se trata quizá de enfrentarnos con aquellos que dicen que las cosas siempre han sido así y por qué las vamos a cambiar ahora.

Los parientes de Jesús vinieron a buscarlo para llevárselo porque decían que no estaba en sus cabales. Algunos se sentían desconcertados con lo que Jesús decía y enseñaba, con su manera de actuar, con su cercanía a los más pobres y necesitados, con su mezclarse con toda clase de gente, ya fueran publicanos o ya fueran mujeres públicas. La gente se sentía sorprendida, algunos comprendían que Jesús estar planteando un mundo nuevo, algunos en sus inquietudes interiores coincidían con Jesús que había que buscar más autenticidad, pero otros no lo entendían, y para sus familiares más cercanos aquello era un escándalo; mira ahora con quien se está mezclando, que no solo eran los publicanos y las prostitutas, sino que entre su grupo había algunos que procedían de aquellos grupos revolucionarios y en contra del régimen como eran los zelotas.

Pero lo que Jesús estaba planteando no era una revolución sin más, porque además era enemigo de la violencia, el evangelio que predicaba era el del amor. Jesús lo que planteaba era un mundo nuevo, una nueva manera de sentir y de actuar, era el Reino de Dios que cuando ponemos de verdad a Dios en el centro de nuestra vida necesariamente tiene que surgir la cercanía con los demás, aunque sean los últimos de la tierra, aunque fueran los más marginados o los que eran rechazados por todos.

En el mundo del amor no caben las distancias ni las barreras, todo eso tiene que transformarse y las murallas que nos separan y que nos distancian tienen que caerse. Por eso Jesús estaba con todos, aunque hubiera gente a la que no le gustaba, incluso entre sus parientes que ahora querían llevárselo. Ya veremos que incluso a los principales o a los que se creían los principales en la sociedad de su tiempo no les parecería bien que Jesús comiese con publicanos y pecadores y de ellos se rodease.

¿Pero seguirá siendo esto así hoy? ¿Es esa la imagen que damos los que nos llamamos cristianos y seguidores de Jesús? ¿Es esa la imagen de la Iglesia? ¿No nos rodearemos de demasiados oropeles que quieren saber y dar olor a poder y a estar solo entre los principales del mundo? ¿No nos podrá suceder que nuestras palabras muchas veces suenen a palabras vacías porque no van acompañadas de gestos y posturas que nos acerquen de verdad a los que son los últimos del mundo como hacía Jesús?

Hablamos muchos de la preferencia por los pobres, de la opción por los pobres que tiene que ser la opción del cristiano y de la Iglesia, pero seguimos encumbrados en los cómodos sillones del poder y cuando la sociedad quiere bajarnos de esos pedestales bien que protestamos y no nos queremos desprender de esos posicionamientos cómodos y calentitos.

Creo que el mundo de hoy necesita ver más locos de amor que toman posicionamientos más parecidos a los que vemos que Jesús tomaba y por lo que decían que no estaba en sus cabales. Andamos demasiado acobardados queriendo nadar y guardar la ropa. No hemos de tener miedo a embarrarnos en los barros de pobreza, dolor y sufrimiento de nuestro mundo.

viernes, 22 de enero de 2021

No podemos dar testimonio del evangelio de Jesús ante el mundo si antes no hemos estado con El, es lo que nos hace signos y testigos

 


No podemos dar testimonio del evangelio de Jesús ante el mundo si antes no hemos estado con El, es lo que nos hace signos y testigos

Hebreos 8,6-13; Sal 84; Marcos 3,13-19

Cuando queremos emprender una tarea en la que necesitamos colaboradores ya nos preocupamos de buscar a aquellos que mejor nos valgan para lo que vamos a realizar. Ahora se dice nos trazamos un perfil y conforme a ese perfil buscamos lo que necesitamos, los más capaces, con mejores cualidades, con la mejor preparación, con sus valores humanos y responsabilidad para poder llevar a término aquello que nos hemos propuesto. Queremos ser muy cuidadosos en este aspecto para evitar fracasar en las metas y objetivos que nos hayamos trazado. Quizá buscamos consejo en alguien experimentado que nos pueda ayudar a encontrar a esos colaboradores que necesitamos. Es lo que hacemos en nuestros trabajos y en nuestras responsabilidades en lo humano.

Es lo que vemos realizar hoy a Jesús en el evangelio. Nos dice escuetamente Marcos que ‘Jesus subió al monte, llamó a los que El quiso y se fueron con El’. Y añade a continuación ‘instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios’.

Muchos discípulos se le iban agregando, les escuchaban y querían seguirle. En un momento determinado el evangelista hablará del envió de setenta y dos a anunciar el Reino. Ahora nos habla solo de doce. ‘Llamó a los que El quiso’, nos dice, ‘para que estuvieran con El’, pero solamente un grupo de doce. Otros evangelistas al narrarnos este mismo episodio nos dice que los constituyó Apóstoles. Va a ser importante este número, que tiene sus resonancias bíblicas. A continuación nos da la relación de sus nombres. Algunos ya los hemos ido conociendo por esas llamadas que Jesús ha ido haciendo a seguirle y a ser pescadores de hombres o aparecerán en algún otro momento del evangelio. ¿Por qué estos y no otros de entre todos sus discípulos? ‘Llamó a los que El quiso’.

Con nuestros criterios de hoy, con aquello que decíamos de los perfiles no sé a quienes hubiéramos llamado nosotros. Cuando hoy la Iglesia trata de encontrar personas para ejercer alguna función dentro de la Iglesia, para determinadas misiones o funciones pastorales también se busca según algunos criterios, o van surgiendo personas con una inquietud en su corazón que ofrecen sus servicios para el trabajo en la comunidad. Personas con vocación, decimos, porque quien realice cualquier función pastoral en medio de la Iglesia no lo va a ser según sus propios criterios, sino porque en su interior siente una llamada y de ahí surgirá ese ofrecimiento con generosidad.

¿Por qué unas personas sí y otras personas quizá no se deciden a dar ese paso y hacer ese ofrecimiento? Detrás de todo eso decimos está el misterio de Dios que es quien llama y el misterio de la persona que da respuesta. Está ese don de la vocación, donde sentimos que es una llamada de Dios a la que tenemos que dar una respuesta y hacerlo con generosidad.

Pero creo que el evangelio de hoy nos está diciendo una cosa que considero que es importante. Jesús instituye aquel grupo ‘para que estuvieran con El’. Esto es importante. ¿Cómo podemos decir que vamos a hacer una función pastoral, que en fin de cuentas es anuncio del Evangelio, si no hemos estado antes con El?

Es a Jesús a quien vamos a anunciar, luego será necesario que nos hayamos impregnado, por decirlo de alguna manera, totalmente de Jesús, nos hemos dejado inundar por Jesús, por su vida, por su palabra, por su gracia. Es a Jesús a quien vamos a anunciar como salvación para nuestro mundo, sin conocerlo y sin vivirlo no podremos realizar esa misión.

Tenemos que crecer en la vida de Jesús, tenemos que empaparnos de Jesús y de su Evangelio, porque solo así podremos ser testigos, podremos ser signos de salvación para los demás. Esa es nuestra verdadera capacitación, ese es el verdadero perfil que hemos de tener, esos son los valores en los que tenemos que brillar. Están bien las capacitaciones humanas que podamos tener pero lo importante es que hayamos estado con Jesús y nos hayamos llenado de El.

jueves, 21 de enero de 2021

El anuncio del evangelio Jesús lo ha puesto en nuestras manos dándonos la asistencia del Espíritu pero hemos de preguntarnos si sabemos hacer ese anuncio al mundo de hoy

 


El anuncio del evangelio Jesús lo ha puesto en nuestras manos dándonos la asistencia del Espíritu pero hemos de preguntarnos si sabemos hacer ese anuncio al mundo de hoy

Hebreos 7,25–8,6; Sal 39; Marcos 3,7-12

Las masas son fluctuantes y desgraciadamente también son manipulables. Basta que haya uno que vaya delante vociferando aquello que puedan ser inquietudes reales de la gente, o reivindicaciones sobre injusticias pero empleando las palabras y los recursos oportunos, para que la masa corra de un lado para otro repitiendo las mismas consignas. Hoy corren y gritan por unas cosas, pero mañana puede ser que hayan cambiado sus intereses o alguien muy astuto los haya manipulado para que se vayan por otros caminos que algunas veces pueden parecer contradictorios con posturas tomadas anteriormente.

Es fácil entusiasmar y enardecer a una masa si sabemos tocar los botones oportunos. E incluso sin hablar de manipulaciones – cosas que sabemos que son muy fáciles – una masa se puede sentir enfervorizada por algo que le entusiasma o que responde a esas preguntas que todos llevamos dentro  y no siempre sabemos encontrar la respuesta.

Cuando prácticamente llevamos pocos capítulos del evangelio de Marcos, ya vemos que la noticia de Jesús ha corrido de boca en boca y en su entorno se reúnen ya masas de gentes venidas de todos sitios. Nos habla que yendo por la orilla del lago una muchedumbre venida de toda Galilea se reúne en torno a Jesús, pero inmediatamente el evangelista nos hace una relación de los lugares bien distantes desde donde acude la gente a escuchar a Jesús y a traerle sus enfermos. Nos hablará de Judea y Jerusalén, como nos hablará de lugares más allá del Jordán como venidas también de las regiones limítrofes de Galilea. Más tarde veremos cómo en Jerusalén manipulados por los fariseos, escribas y sacerdotes, pronto la masa que gritó Monte de los Olivos abajo cantando ‘Hosannas’ en honor de Jesús como el que venía en nombre del Señor, preferirán a un ladrón y homicida pidiendo que Jesús sea crucificado.

Las masas fluctuantes que antes mencionábamos. Primero se entusiasman con Jesús, con sus enseñanzas porque nadie ha hablado como El y por sus milagros, pero luego lo abandonarán en el camino del calvario, en el camino de la pascua. Pero ¿no será lo que a través de los tiempos sigue sucediendo en torno a la religión, a la Iglesia o al seguimiento de Jesús?

Los que somos mayores años hemos vivido, como decimos ahora, de cristiandad, donde nos parecía que en nuestros pueblos y ciudades todo el mundo era cristiano. Fácilmente los actos religiosos eran masivos y florecía una religiosidad popular con un cristianismo que parecía que estaba en su época triunfante. Pero también ahora estamos viviendo lo contrario, ya nuestras iglesias no se llenan de fieles como en otros tiempos, ya nos encontramos en el ambiente que no se vive un sentido cristiano de la vida y que incluso en la sociedad se trata de apagar todo lo que tengo un sentido o un sabor religioso y cristiano. Hemos visto estos días como se arrancaba una cruz colocada hace años en una plaza pública.

Si en otra época la gente se arremolinaba en nuestras iglesias para escuchar a un predicador famoso, ahora pareciera que todo el mundo pasa del mensaje cristiano, de la religión y por supuesto no se quiere escuchar nada que sea anuncio del evangelio o vivencia de la religión. Nos quedará algo en nuestras fiestas populares o en las celebraciones – sobre todo procesiones de Semana Santa en algunos lugares – pero tras la crisis que estamos pasando y que por las limitaciones de aforos que se nos imponen la gente va perdiendo la costumbre de ir a la Iglesia, por eso creo que con sinceridad tendríamos que preguntarnos si se volverá a recuperar algo después de todo esto que nos sucede.

No podemos ir en plan derrotistas porque siempre hemos de ser personas de esperanza, aunque sí viendo la realidad, pero también esto tendría que hacer que la misma iglesia y que nosotros los cristianos que nos sintamos más comprometidos nos preguntemos por qué no atrae hoy a la gente el mensaje del evangelio o qué nos estará faltando en el anuncio y en el testimonio que tenemos que dar. Porque el anuncio del Evangelio Jesús lo ha puesto en nuestras manos, nos ha dado la asistencia, es cierto, del Espíritu Santo, pero ¿sabremos hacer ese anuncio? ¿Estaremos en verdad dejándonos conducir por la inspiración del Espíritu para encontrar ese modo nuevo de llegar al mundo de hoy con el mensaje del Evangelio? No es cuestión solo de hablar de renovación, sino de hacer esa renovación.

Son cosas que nos hacen pensar.

miércoles, 20 de enero de 2021

engamos en cuenta la dignidad de toda vida cualquiera que sea su estado que ha de traducirse también en el respeto que le debemos a toda persona desterrando toda acritud y violencia

 


Tengamos en cuenta la dignidad de toda vida cualquiera que sea su estado que ha de traducirse también en el respeto que le debemos a toda persona desterrando toda acritud y violencia

Hebreos 7,1-3.15-17; Sal 109; Marcos 3,1-6

Como se suele decir hay quien no come, pero tampoco deja comer. Siempre nos encontramos personas quisquillosas que nada hacen, pero que siempre tienen algo que decir de lo que hacen los demás. Por ejemplo los eternos descontentos que nunca estarán de acuerdo con las cosas que se hacen pero sin embargo de parte de ellos no se contempla ninguna iniciativa de cómo mejor se han de hacer las cosas. Pero ahí están los leguleyos, por decirlo de alguna manera, que siempre encontrarán una razón para ir en contra, se apoyarán en las leyes que sean para impedir que se haga lo bueno.

Son cosas con las que nos encontramos todos los días, en quienes se ponen como a la distancia para observar pero nada hacen aunque decir, decir, dicen demasiadas cosas. A todo le ponen pegas, en todos encuentran defectos y no se les considera capaces de hacer nada por los demás. No les importa echar la zancadilla con tal de que prevalezcan sus ideas o quizá sea el vacío que realmente tienen en su interior. Porque eso es lo tremendo, que nos damos cuenta de que estas personas no tienen un pensamiento razonado, no manifiestan que haya algo en su interior con profundidad en sus vidas. Y como aparezca alguien con inquietud e iniciativa para hacer algo por los demás y pone empuje y empeño en conseguirlo, ya se apoyarán en lo que sea con tal de desprestigiarlo y no dejar que haga nada de esas buenas iniciativas.

Creo que cosas así somos conscientes que nos encontramos con demasiada facilidad en la vida. Pero podríamos decir que no es pecado solo de nuestro tiempo sino que es algo que en todos los tiempos ha sucedido. Es la oposición que se encontró Jesús en el anuncio de la llegada del Reino de Dios, es el rechazo que fue encontrando a todas aquellas señales en que se manifestaba ese mundo nuevo del Reino de Dios del que Jesús no solo hablaba, sino que lo iba realizando a través de multitud de signos. Estamos escuchando el principio del evangelio de Marcos y ya vemos como en los primeros capítulos, como es el caso de hoy, aparece esa oposición y rechazo a la obra de Jesús y a los signos del Reino de Dios que se van manifestando.

Jesús llega a la sinagoga un sábado y allí está un hombre con sus limitaciones y discapacidades. Tenía la mano paralizada. Pero ya estaban otros al acecho, a ver qué es lo que hacía Jesús. Ya podían sospechar que Jesús lo curaría, como a tantos como hemos visto en estas primeras páginas del evangelio de Marcos. Son las señales de la llegada del Reino de Dios. Pero no les cabía en la cabeza que Jesús pudiera curarlo un sábado; se rompería del descanso sabático, porque el sanar y curar a aquel hombre podría considerarse como un trabajo que no se podía realizar el sábado. Quieren incluso apoyarse en la ley del Señor para impedir que se pudiera hacer el bien a aquel hombre.

De ahí la pregunta de Jesús. ‘¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?’ No saben qué responder. ¿Qué importancia se le daba a la vida?

Aquí podrían surgir muchas preguntas en nuestro interior. Preguntas que tendrían que inquietarnos quizás porque no siempre consideramos lo suficiente la grandeza y dignidad de toda persona; preguntas sobre el valor de la vida en nuestra sociedad actual donde se juega demasiado con la muerte. Es triste como en el mundo en que vivimos parece que no tiene importancia la vida de un no nacido, pero que es vida que está ahí palpitando en el seno de la madre; ahora por otra parte habrá personas a las que consideramos seres inservibles y que no importa eliminar, y porque son mayores y ya no cuentan, o porque padecen enfermedades terribles y que parecen incurables no nos importa eliminarlos porque hasta algunos dicen que eso es un costo para nuestra sociedad.

No educamos para el respeto de la vida, de tu propia vida, como de la vida de los demás y hasta nos permitimos legislar para que cada uno haga de su vida lo que quiere. Y cuando ya no respetamos ese don precioso de la vida, aunque tenga sus limitaciones, ¿qué podemos esperar de una sociedad así?

Nos extraña y nos sentimos mal con la violencia y con la acritud con que se vive en nuestras relaciones humanas y sociales, pero ¿no será consecuencia de esta falta de respeto a la vida que se traducirá luego en esa falta de respeto a la persona en esa acritud con que vivimos nuestras relaciones y ese enfrentamiento continuo que vemos por todas partes en nuestra sociedad?

martes, 19 de enero de 2021

No perdamos nunca la alegría y el entusiasmo por lo que hacemos en el cumplimiento de los deberes y obligaciones que hemos asumido con responsabilidad

 


No perdamos nunca la alegría y el entusiasmo por lo que hacemos en el cumplimiento de los deberes y obligaciones que hemos asumido con responsabilidad

Hebreos 6,10-20; Sal 110; Marcos 2,23-28

Es cierto que tenemos deberes y obligaciones que hemos asumido con responsabilidad y a ello tenemos que responder. Cuando has asumido una responsabilidad en la vida, cuando tenemos que desarrollar una función sentimos el deber de lo que tenemos que hacer y en esa asunción de esas responsabilidades nos vemos obligados a cumplir. Pero el cumplimiento de esa responsabilidad no lo podemos mirar como una carga que nos imponen sino que tenemos que saber descubrir su sentido y valor, asumirlo con gozo y alegría conscientes también de lo que puede repercutir en los demás aquello que estoy haciendo, aquella responsabilidad que estoy asumiendo.

Cargar a fuerza con una responsabilidad sin descubrir su sentido, mirándolo como una carga de la que no nos podemos liberar no dará alegría y sentido a la vida. Buscamos, por así decirlo, las raíces que han motivado la realización de esas acciones, el sentido que en si mismo tienen, la contribución que nosotros estamos haciendo por el bien de los demás y todo ello hemos de saberlo vivir con alegría. Eso en todos los aspectos de la vida, en todas las responsabilidades que como personas asumimos pero también como miembros y participes de este mundo y de esta sociedad a la que todos hemos de contribuir.

Hacer las cosas como una obligación impuesta no nos va a ayudar en la realización de nuestra propia vida, puede quitar alegría a nuestro vivir porque lo vemos pesado como una carga, y terminaremos realizándolo, si no es que abandonamos, sin gusto ni sabor. Es la cara de aburrimiento que vemos en algunos, o que nosotros mismos ponemos, cuando tienen o tenemos que hacer las cosas como una obligación o como una imposición. Nos faltará entusiasmo para vivir.

Cuando no tenemos ese entusiasmo, esa alegría en lo que hacemos andaremos quizás a ver cómo nos escaqueamos de esas obligaciones, o como hacemos para dar la apariencia de cumplimiento quedándonos en la apariencia de lo externo, pero nuestro interior está bien lejos de aquello que como una carga quizá no nos queda más remedio que hacer. Profesionales, por ejemplo, que se manifiestan cumplidores con unos horarios, con unas cosas que hacer, pero a los que luego les falta verdadera humanidad en el trato con aquellas personas a las que tienen que atender. Las prisas por salir del paso de lo que tenemos que hacer o esas miradas como desesperadas al reloj a ver si el tiempo pasa para salir de aquella situación, pero al mismo tiempo queriendo quedar con la imagen de persona cumplidora, pero sin embargo tan llena de frialdad.

¿No nos podrá suceder algo de esto, por ejemplo, en nuestras prácticas religiosas? ¿No abundará mucho de este aburrimiento en nuestra manera de vivir nuestra vida cristiana? ¿No será esa falta de entusiasmo y alegría que encontramos tantas veces en nuestras celebraciones litúrgicas? Las llamamos celebraciones y qué poco tienen de fiesta.

Hoy en el evangelio vemos poco menos que el acoso de los fariseos a los discípulos de Jesús, o lo que es lo mismo al propio Jesús, por el caso del cumplimiento o no del descanso sabático; y todo porque los discípulos mientras iban de camino cogieron unas espigas de trigo y las estrujaron con sus manos y era sábado. Comenzamos a poner medidas, reglas, protocolos, tablas de reglamentos y mandatos que al final hacen la vida imposible y faltará la auténtica alegría de quien quiere servir al Señor.

Creo que lo que nos dice Jesús hoy en el evangelio tendría que llevarnos a revisar muchas actitudes nuestras y la práctica de cómo hacemos las cosas en nuestras responsabilidades. Pero también tendría que llevarnos a preguntarnos donde está, cómo manifestamos la alegría de nuestra fe.

lunes, 18 de enero de 2021

Los momentos que vivimos pueden ser una señal de la renovación que el Espíritu nos pide cuando nos dice que no necesitamos remiendos sino odres nuevos

 


Los momentos que vivimos pueden ser una señal de la renovación que el Espíritu nos pide cuando nos dice que no necesitamos remiendos sino odres nuevos

Hebreos 5,1-10; Sal 109; Marcos 2,18-22

Muchas veces nos aparecen ciertos resabios de conformismo y un cierto conservadurismo. ¿No habremos escuchado en alguna ocasión alguien que nos argumenta diciendo ‘esto siempre se ha hecho así’? Algunas veces nos cuesta cambiar, abrirnos a lo nuevo, descubrir que las cosas que se pueden hacer de otra manera y hacerlas mejor. No a todos les sucede, porque de lo contrario no habríamos avanzado nada en la vida y en la sociedad, pero es cierto que aparecen esas reticencias.

Por eso la presencia de Jesús con los planteamientos que hacía del Reino de Dios significó un gran choque en aquella sociedad judía. Aunque muchos descontentos querían abrirse a algo nuevo y en cierto modo se sentían iluminados por los profetas, sin embargo había un grado muy fuerte de inmovilismo muchas veces motivado por los intereses de los dirigentes de la sociedad que podían ver mermados sus privilegios y la relevancia que se daban con sus vidas con la influencia que podían ejercer sobre la sociedad. Qué fácil cuando nos llenamos de poder nos convertimos en manipuladores de los demás, porque nunca queremos ver mermada nuestra posible influencia con intereses e incluso ganancias materiales de por medio.

Es cierto que los profetas hablaban de la fidelidad a la Alianza y a Yahvé y los veremos en sus fuertes luchas contra los que pretendían introducir una cierta idolatría, pero ellos hablan de corazón nuevo, de arrancar el corazón de piedra, de una verdadera transformación de sus vidas. 

Y ahí está la Buena Noticia que Jesús nos ofrece, que exigirá una purificación interior para ir a una autenticidad en la vida. Lo que hacemos ha de tener su sentido y no es cuestión de dejarnos arrastrar por una rutina que le hará perder el sentido a las cosas. Cuando no sabemos encontrar un sentido lo que tratamos de hacer es imponer, llenar de normas y preceptos quedándonos en una vida de meros cumplimientos y superficialidad.

Hoy plantean a Jesús el tema del ayuno, porque ayunaban los discípulos de Juan, porque ayunan como una imposición los discípulos de los fariseos y ven que Jesús no va por esos caminos y estilos. Como les dirá Jesús ¿es que los amigos del novio cuando están en la boda de su amigo van a ayunar? En ese momento lo que hay que hacer es participar de la alegría y de la fiesta del novio; y es que el ayuno iba acompañado de tintes sombríos y en cierto modo lúgubres, como si fuera un peso que nos cayera encima del que no nos podemos librar.

Ya en otro momento Jesús nos dirá que cuando ayunemos nos lavemos la cara y perfumemos, porque nadie tiene que saber lo que hay en tu interior o lo que estás haciendo sino el Padre del cielo que nos dará la recompensa de lo bueno que hagamos; y es que en las costumbres de los fariseos estaba la ostentación y la vanidad de hacer las cosas para recibir las alabanzas de la gente.

Pensemos cuánto de todo esto nos queda aún en nuestra Iglesia, - sí, tenemos que reconocerlo – y en el estilo de nuestras comunidades cristianas que en cierto modo se han quedado envejecidas en rutinas, tradiciones, costumbres que pueden dar una bonita apariencia, pero que nada atractivo hacen el evangelio a los hombres y mujeres que vivimos en pleno siglo XXI. 

Cuando ahora nos hemos visto obligados por las circunstancias que vivimos a despojarnos de muchas cosas externas hay quien se siente defraudado en sus añoranzas porque no se pueden lucir las largas y ostentosas procesiones de semana santa, por ejemplo, y se dejan de lucir las mantillas, los uniformes de romanos o los hábitos de los nazarenos. Decimos esto como ejemplo pero podemos pensar en muchas más cosas. ¿No puede esto ser un signo de la renovación que el Espíritu nos estará pidiendo?


Por eso hoy Jesús terminará hablándonos de que no andemos con remiendos en nuestra vida, sino que a vino nuevo necesitamos odres nuevos. Es el hombre nuevo, del que nos hablará san Pablo, que tenemos que ser. No es, entonces, aquello de que esto siempre se ha hecho así, sino descubrir ese sentido nuevo que desde la Buena Nueva de Jesús encontraremos para nuestra vida. 

Y es que no nos ponemos un disfraz para aparentar lo que no somos, sino que nos hemos de revestir de Cristo para ser ese hombre nuevo; es un traje nuevo, es una vida nueva, porque ya no es vivir la vida a nuestra manera sino que será siempre vivir a Cristo.

domingo, 17 de enero de 2021

Ir y estar con Jesús, le veremos, le escucharemos, nos encontraremos con El y seremos en verdad sus discípulos

 


Ir y estar con Jesús, le veremos, le escucharemos, nos encontraremos con El y seremos en verdad sus discípulos

1Samuel 3, 3b-10. 19; Sal 39; 1Corintios 6, 13c-15a. 17-20; Juan 1, 35-42

¡Oye, que me gustaría hablar contigo! Mira cuando tienes un rato y podemos vernos. Una experiencia así nos habrá surgido en más de una ocasión, bien porque nosotros seamos los interesados en hablar con alguien o porque otra persona quiere hablar con nosotros. Cuando quieras, nos ofrecemos, ahora mismo si quieres, tengo tiempo.

Queremos hablar porque hay algún tema importante que tratar o que resolver, o desde esa curiosidad que llevamos por dentro donde queremos preguntar por cosas, desde esa búsqueda interior y que quizás intuimos que en aquella persona podemos encontrar respuestas. Porque hemos de reconocerlo siempre andamos como a la búsqueda, y no es ya el conocimiento externo que podríamos decir de conocer lugares o conocer la historia, es donde vamos buscando el sentido de las cosas y queremos explicaciones, es esa búsqueda interior, repito, donde vamos buscando un sentido o un valor para la vida misma.

De esa búsqueda o de esas búsquedas mucho quizá podríamos o tendríamos que decir. Porque es el camino de nuestro crecimiento como personas, de nuestra maduración en la vida, de interiorización para no quedarnos en superficialidades y hacer la vida vana. Y encontramos apoyos o encontramos revulsivos que nos despiertan, mediaciones en la vida en los propios acontecimientos que nos hacen hacernos muchas preguntas sobre el por qué de lo mismo que sucede, o en personas que vienen a ser como un estímulo, un interrogante, un empuje para ese camino de búsqueda.

Es lo que estamos contemplando en esta página del evangelio que hoy se nos ofrece. Aunque estamos en el ciclo B y correspondería el evangelio a san Marcos, en este domingo se nos propone un texto del evangelio de Juan. El Bautista ha señalado al paso de Jesús que es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y aquellas palabras no caen en el vacío, dos de sus discípulos – de uno sabemos que es Andrés por lo que luego se  nos dice, del otro intuimos que es Juan, uno de los Zebedeos – se van tras Jesús. ‘Oye que queremos hablar contigo, queremos conocerte’, aquello que decíamos al principio. Lo muestran en su actitud de ir detrás de Jesús, porque será Jesús el que pregunte ‘¿Qué buscáis?’ y es ahora cuando manifiestan sus deseos ‘¿Dónde vives?’

Qué buscan, pregunta Jesús y la respuesta de ellos es a su vez preguntar dónde vive. Pregunta y repregunta que tenemos que entender bien. Realmente no buscan cosas ni lugares. Realmente allí no vivía Jesús porque andaban quizás por Judea en las orillas del Jordán y si algún lugar de referencia tenía Jesús era Galilea, como ellos mismos. Por eso Jesús les invita a ir y estar con El. Ir y estar con Jesús, cosa importante. Si queremos conocer a alguien, y ellos querían conocer a Jesús, lo importante es estar con esa persona a la que queremos conocer. Ni son definiciones ni simples descripciones las que nos pueden ayudar a conocer a alguien, lo mejor es ir y estar con él, como hicieron aquellos dos primeros discípulos, seguidores de Jesús. Importante este pensamiento que se tiene que convertir en actitud por nuestra parte.

Queremos hablar contigo, era la expresión que hemos venido empleando; cuando queremos hablar con alguien no es solo lo que nosotros tengamos que decir, sino lo que nosotros queremos escuchar o tenemos que escuchar. No es un monólogo por nuestra parte sino un diálogo donde necesariamente tenemos que escuchar.

Es la manera de la búsqueda de Dios que tenemos que realizar en nuestra vida. Puede estar ese buen deseo por nuestra parte y nos ponemos a caminar para buscar, pero tenemos que darnos cuenta de que es el Señor quien nos sale al encuentro, y al final será El quien nos invite a estar con El. ‘Venid y lo veréis’, que les respondió Jesús. Iremos y veremos, iremos y escucharemos, iremos y encontraremos. A la mañana siguiente Andrés ya le dirá a su hermano ‘hemos encontrado al Mesías’, y también lo llevará hasta Jesús para que vea, para que escuche, para que se encuentre.

Es el camino que nosotros hacemos o tenemos que hacer; es el camino que en verdad nos hace discípulos; es el camino del verdadero encuentro que tenemos que realizar. Tenemos que reconocer que mucho nos ha faltado ese encuentro. Somos cristianos, y el cristiano es un discípulo de Cristo, muchas veces solo por tradición; fue lo que nos trasmitieron nuestros padres, ha sido lo que hemos ido recibiendo por muchos caminos en la Iglesia misma, han sido convicciones que nos hemos ido haciendo dentro de nosotros ante cosas que hemos escuchado o aprendido, pero quizás nos han faltado encuentros profundos, vivos con Jesús.

No fue suficiente que Juan les dijera que Jesús era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, sino que fue necesario que fueran con Jesús, estuvieran con Jesús, escucharan a Jesús, se encontraran de una manera viva con Jesús. No son solo razones que nos lleguen a la cabeza sino vivencias de encuentro que tengamos desde lo más profundo de nosotros mismos. Y eso muchas veces nos cuesta realizarlo, o tenemos miedo de realizarlo porque entonces sí que nuestra vida sería distinta, sí que nos tendríamos que sentir mucho más comprometidos.

También Jesús nos dice ‘venid y lo veréis’. Vayamos con Jesús, no tengamos miedo, dejémonos encontrar con El.