El
anuncio del evangelio Jesús lo ha puesto en nuestras manos dándonos la
asistencia del Espíritu pero hemos de preguntarnos si sabemos hacer ese anuncio
al mundo de hoy
Hebreos 7,25–8,6; Sal 39; Marcos 3,7-12
Las masas son fluctuantes y
desgraciadamente también son manipulables. Basta que haya uno que vaya delante
vociferando aquello que puedan ser inquietudes reales de la gente, o
reivindicaciones sobre injusticias pero empleando las palabras y los recursos
oportunos, para que la masa corra de un lado para otro repitiendo las mismas
consignas. Hoy corren y gritan por unas cosas, pero mañana puede ser que hayan
cambiado sus intereses o alguien muy astuto los haya manipulado para que se
vayan por otros caminos que algunas veces pueden parecer contradictorios con
posturas tomadas anteriormente.
Es fácil entusiasmar y enardecer a una
masa si sabemos tocar los botones oportunos. E incluso sin hablar de
manipulaciones – cosas que sabemos que son muy fáciles – una masa se puede
sentir enfervorizada por algo que le entusiasma o que responde a esas preguntas
que todos llevamos dentro y no siempre
sabemos encontrar la respuesta.
Cuando prácticamente llevamos pocos capítulos
del evangelio de Marcos, ya vemos que la noticia de Jesús ha corrido de boca en
boca y en su entorno se reúnen ya masas de gentes venidas de todos sitios. Nos
habla que yendo por la orilla del lago una muchedumbre venida de toda Galilea
se reúne en torno a Jesús, pero inmediatamente el evangelista nos hace una
relación de los lugares bien distantes desde donde acude la gente a escuchar a Jesús
y a traerle sus enfermos. Nos hablará de Judea y Jerusalén, como nos hablará de
lugares más allá del Jordán como venidas también de las regiones limítrofes de
Galilea. Más tarde veremos cómo en Jerusalén manipulados por los fariseos,
escribas y sacerdotes, pronto la masa que gritó Monte de los Olivos abajo cantando
‘Hosannas’ en honor de Jesús como el que venía en nombre del Señor, preferirán
a un ladrón y homicida pidiendo que Jesús sea crucificado.
Las masas fluctuantes que antes
mencionábamos. Primero se entusiasman con Jesús, con sus enseñanzas porque
nadie ha hablado como El y por sus milagros, pero luego lo abandonarán en el
camino del calvario, en el camino de la pascua. Pero ¿no será lo que a través
de los tiempos sigue sucediendo en torno a la religión, a la Iglesia o al
seguimiento de Jesús?
Los que somos mayores años hemos vivido,
como decimos ahora, de cristiandad, donde nos parecía que en nuestros pueblos y
ciudades todo el mundo era cristiano. Fácilmente los actos religiosos eran
masivos y florecía una religiosidad popular con un cristianismo que parecía que
estaba en su época triunfante. Pero también ahora estamos viviendo lo
contrario, ya nuestras iglesias no se llenan de fieles como en otros tiempos,
ya nos encontramos en el ambiente que no se vive un sentido cristiano de la
vida y que incluso en la sociedad se trata de apagar todo lo que tengo un
sentido o un sabor religioso y cristiano. Hemos visto estos días como se
arrancaba una cruz colocada hace años en una plaza pública.
Si en otra época la gente se
arremolinaba en nuestras iglesias para escuchar a un predicador famoso, ahora
pareciera que todo el mundo pasa del mensaje cristiano, de la religión y por
supuesto no se quiere escuchar nada que sea anuncio del evangelio o vivencia de
la religión. Nos quedará algo en nuestras fiestas populares o en las
celebraciones – sobre todo procesiones de Semana Santa en algunos lugares –
pero tras la crisis que estamos pasando y que por las limitaciones de aforos
que se nos imponen la gente va perdiendo la costumbre de ir a la Iglesia, por
eso creo que con sinceridad tendríamos que preguntarnos si se volverá a
recuperar algo después de todo esto que nos sucede.
No podemos ir en plan derrotistas
porque siempre hemos de ser personas de esperanza, aunque sí viendo la
realidad, pero también esto tendría que hacer que la misma iglesia y que
nosotros los cristianos que nos sintamos más comprometidos nos preguntemos por
qué no atrae hoy a la gente el mensaje del evangelio o qué nos estará faltando
en el anuncio y en el testimonio que tenemos que dar. Porque el anuncio del
Evangelio Jesús lo ha puesto en nuestras manos, nos ha dado la asistencia, es
cierto, del Espíritu Santo, pero ¿sabremos hacer ese anuncio? ¿Estaremos en
verdad dejándonos conducir por la inspiración del Espíritu para encontrar ese
modo nuevo de llegar al mundo de hoy con el mensaje del Evangelio? No es
cuestión solo de hablar de renovación, sino de hacer esa renovación.
Son cosas que nos hacen pensar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario