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sábado, 28 de septiembre de 2024

En los momentos oscuros, siempre nos aparecen crisis, tenemos que aprender a no desinflarnos sino sacar toda nuestra fortaleza interior, Dios siempre va con nosotros

 


En los momentos oscuros, siempre nos aparecen crisis, tenemos que aprender a no desinflarnos sino sacar toda nuestra fortaleza interior, Dios siempre va con nosotros

Eclesiastés 11, 9 – 12, 8; Salmo 89; Lucas 9, 43b-45

Pájaro de mal agüero, dicen algunos; otros dicen, hay que ser realistas. Pero parece que se nos atraviesa una nube cuando estando en buenos momentos que parece que todo marcha bien, que las cosas van saliendo adelante, que nos encontramos muy felices con lo que hacemos o con la aceptación que los otros tengan de nosotros, si viene alguien y nos dice que esto no va a ser siempre así, que pueden venir malos momentos, que lo que parece que tenemos a favor un día se nos puede volver en contra, nos sentimos mal, no lo queremos aceptar, nos duele que pueda parecer que fracasamos en lo que hacemos. Y algunos nos dicen es la vida. Pero en el fondo no sabemos como reaccionar.

Y muchas veces nos suceden cosas así. No todo es un camino de rosas, como se suele decir, pero también se nos recuerda que en ese camino de rosas hay espinas y algo nos puede doler. Problemas en nuestros trabajos, cosas que se nos vienen abajo en nuestros proyectos, temblores (y vamos a decirlo así más suavemente) en nuestras relaciones familiares o en el trato con los amigos. En la vida nos van apareciendo sombras y hemos de estar preparados, fortalecidos interiormente para afrontarlas sabiendo que no nos va a faltar siempre una luz en ese camino. Tendremos que saber a quien acudimos, quien nos acompaña en ese camino, y que la presencia del Señor, aunque a veces nos parezca turbia, no nos faltará.

Para los discípulos las palabras de Jesús eran como un jarro de agua fría. Ya nos dice el propio evangelista que en medio de la admiración general por lo que hacía Jesús que iba caminando con los discípulos en lugares un tanto apartados para poder tener con ellos algo más de intimidad les va anunciando lo que va a suceder en Jerusalén. Habían tenido un buen momento cuando Jesús les había preguntado que significaba El en sus vidas y allí se habían manifestado libremente, desahogando su corazón y con aquella tan hermosa confesión de Pedro. Pero ahora Jesús les dice que vendrán sombras, pero que serán anticipo del encuentro con la luz verdadera. Sería su Pascua, donde en verdad iban a ver todo el sentido de su vida.

Pero aquello no lo entienden. Si toda la gente le aclama, sienten admiración por El, cómo es que van a suceder esas cosas que Jesús está anunciando. Pero el choque que ha supuesto en sus vidas aquellas palabras de Jesús les hace que ellos se queden sin palabras, no pueden entender. Era para ellos un lenguaje oscuro y difícil de entender. Provocará incluso que ellos se encierren en sí mismos. Les daba miedo preguntar.

Son también las crisis que se provocan tantas veces en nuestra vida cuando de repente todo comienza a irnos mal. Nos desinflamos, también nos encerramos en nosotros mismos, tenemos la tentación de abandonar, también nos hacemos muchas preguntas y dirigimos nuestra mirada a lo alto no siempre con confianza y muchas veces con resquemor. Nosotros no merecíamos esto, pensamos, como si todo estuviera girando en torno a merecimientos.

Como decimos tantas veces tenemos que aprender a sacar nuestra fortaleza interior. Y la vida nos va enseñando, y de esos momentos tenemos que sacar nuestras lecciones para cuando nos pueda volver a suceder otra vez lo mismo. Nos cuesta aprender la lección. Pero no podemos perder la paz en nuestro interior, tenemos que aprender a actuar con serenidad, las huidas no son buen camino, no podemos convertir esos momentos en una derrota.

jueves, 26 de septiembre de 2024

Definirnos por Jesús no es repetir un catecismo aprendido de memoria sino manifestar con lo que hacemos y vivimos todo lo que significa Jesús para nosotros

 


Definirnos por Jesús no es repetir un catecismo aprendido de memoria sino manifestar con lo que hacemos y vivimos todo lo que significa Jesús para nosotros

Eclesiastés 3, 1-11; Salmo 143; Lucas 9, 18-22

Hay preguntas que son difíciles de responder. Nos pueden preguntar una dirección y si sabemos responderemos dando los detalles por dónde podemos ir y cómo encontrar lo que buscamos; nos preguntan por algo que ha sucedido, y contaremos con pelos y señales el acontecimiento; nos preguntan por algo que hayamos estudiado y conocemos muy bien y seremos capaces dar la respuesta acertada; y así muchas cosas en la vida pero decíamos sin embargo que hay preguntas que son difíciles de responder.

Nos preguntan que nos definamos, que digamos quienes somos, y seguramente comenzaremos dando nuestro nombre, de donde somos o de donde venimos; pero sabemos que lo que nos preguntan es algo más y entonces daremos vueltas y vueltas definiéndonos a nosotros mismos, quizás hablando de la familia de la que procedemos, los estudios que hayamos hecho, la profesión que realizamos y así seguiremos dando vueltas pero definirnos en el yo de nuestra vida nos cuesta más, nos es más difícil dar esa definición de nuestra vida. ¿Y cuando nos preguntan que definamos a los demás?

Es la pregunta que Jesús les está haciendo hoy a los discípulos. Textualmente Jesús está preguntando por la opinión de la gente pero también por la opinión de ellos de forma muy concreta. Pero me atrevo a decir que Jesús lo que les está diciendo es que se definan a sí mismos en la relación que tienen con El, lo que Jesús significa en sus vidas que es algo más que algo aprendido de memoria. Porque eso es lo que nos está pidiendo a nosotros hoy.

Los discípulos comenzaron a resumir lo que ellos escuchaban de la gente. Ya sabemos como había mucha gente entusiasmada con lo que hacía y lo que decía Jesús y surgían voces de alabanza y de reconocimiento de la acción de Dios en Jesús. ‘Nadie ha hablado como El’, decían; ‘Dios ha visitado a su pueblo’, exclamaban otros. Sentían que era un profeta, como aquellos antiguos profetas que habían conformado la historia de Israel tal como transmitían las Escrituras – se fundamentaban en la ley y los profetas – o recordaban alguien tan cercano como Juan el que bautizaba hasta hace poco en las aguas del Jordán en el desierto de Judea. Así lo fueron expresando los apóstoles ante la pregunta de Jesús.

Pero la pregunta de Jesús iba más allá. No era solo la opinión de la gente, sino era cómo ellos, los que estaban siempre con El, lo percibían. ‘Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?’ Era una pregunta más comprometedora, porque eran ellos los que tenían que definirse; decir lo que otros piensan si eso no me compromete a mí, es fácil, pero lo que ahora pedía Jesús era más comprometedor porque era expresar lo que Jesús significaba en sus vidas. ¿Hasta dónde lo conocían? ¿Hasta dónde estarían dispuestos a darlo todo por El, aunque ya un día habían dejado sus barcas y su trabajo, sus familias y hasta su propio pueblo para seguirle? Pero ¿por qué le seguían? ¿Hasta dónde estaban dispuestos a llegar? ¿Qué es lo que realmente ellos pensaban de Jesús?

Pedro, como siempre, será el que se adelante para dar respuesta. Muy certera, muy ajustada a lo que era Jesús y su misión. ¿Sería consciente de verdad del sentido de sus palabras? Jesús dirá que lo ha dicho porque el Padre se lo ha revelado en el corazón. Aunque un día diga que está dispuesto a dar la vida por Jesús, ¿hasta dónde llega en el compromiso de su vida aquella respuesta que está dando? Porque ahora dirá que es el Cristo, el Ungido de Dios, pero cuando a continuación diga que el Hijo del hombre tiene que padecer y ser entregado en manos de los gentiles, tratará de quitarle esa idea a Jesús de la cabeza.

Se llevaría hasta una espada a Getsemaní para defender a Jesús si fuera necesario, pero pronto se dejaría dormir en la vigilia, con el resto de los discípulos tras el prendimiento lo abandonaron y huyeron, y pronto en el patio del pontífice negará incluso que conoce a Jesús. Nuestros caminos, nuestros entusiasmos en un momento determinado, pero las tibiezas que pronto aparecen y terminamos también arrastrándonos y dejándonos llevar por lo que nos parece más fácil.


En nuestra respuesta también tenemos que definirnos, hasta donde estamos dispuestos a llegar, cómo vamos a dar la cara por esa fe que decimos que tenemos, cómo vamos a mantener caldeado nuestro espíritu para que no nos dominen esas tibiezas, y nos dejemos conducir no por el Espíritu de Jesús sino por el espíritu del mundo que nos parece también más fácil y más cómodo, con menos complicaciones.

¿Qué significa, pues, Jesús y su evangelio en nuestra vida?

Que no pesen en nosotros los miedos y las cobardías, que seamos capaces de dejarnos interrogar por Jesús y el evangelio para hacernos nuevos planteamientos

 


Que no pesen en nosotros los miedos y las cobardías, que seamos capaces de dejarnos interrogar por Jesús y el evangelio para hacernos nuevos planteamientos

Eclesiastés 1, 2-11; Salmo 89; Lucas 9, 7-9

Puede pasarnos alguna vez que algún acontecimiento que se produce en nuestro entorno nos produce una cierta inquietud, porque quizás no calibramos bien las consecuencias que tendrá y lo que nosotros pudiéramos vernos implicados, o quizás es una palabra que escuchamos, la actitud o la postura de una persona ante determinadas situaciones, los que nos pueden producir esa inquietud, plantearnos interrogantes sobre la vida, sobre lo que hacemos o sobre lo que va a suceder.

¿A quien no le inquietan los momentos que vivimos, ya sea en nuestra sociedad cercana donde no terminamos de entender por ejemplo a nuestros dirigentes ni a dónde nos llevan, o lo que esta sucediendo en nuestro mundo con tantos tambores de guerra que están sonando? Pero, como decíamos, quizás alguna vez simplemente es una persona que vemos actuar cerca de nosotros que nos hace preguntarnos de qué manera nosotros nos estamos implicando con la marcha de nuestra sociedad. Inquietudes de todo tipo pueden aparecernos muchas veces en la vida. ¿Cómo reaccionamos?

Me hace pensar en todas estas cosas y mucho más que podríamos seguir deduciendo en nuestra reflexión, lo que hoy escuchamos en el evangelio. Cuando escuchamos el evangelio no nos quedamos reducidos a aquel momento que en él se nos relatan, sino que pueden ser en verdad imagen donde veamos reflejada nuestra vida y nuestras problemáticas de hoy. Es la forma cómo tenemos que hacer que en el evangelio encontremos esa respuesta y esa luz para nuestra vida.

Herodes estaba oyendo hablar de aquel profeta de Galilea que allá por su territorio realizaba sus andanzas; a él llegan noticias de Jesús de Nazaret, claro que tendría sus medios de información como todo dirigente o todo político, porque cuanto sucediera en su reina a él le afectaba también. Y como nos dice el evangelista Herodes se pregunta quien es ese Jesús del que tanto oye hablar. Llegan diferentes versiones según también lo que eran las distintas opiniones que tenía la gente sobre Jesús. Ya sabemos que había quien lo rechazaba, no estaba de acuerdo con lo que hacía Jesús, pero mucha gente sencilla lo aclamaba.

¿Sería Juan el bautista que había vuelto a la vida? Y Herodes andaría inquieto puesto que había sido él quien lo había mandado matar. Pero le hablaban también de un profeta del que se decía que había sido arrebatado al cielo en un carro de fuego y que un día antes de la venida del Mesías haría de nuevo su aparición sobre la tierra; otros pensaban que Jesús era como alguno de aquellos grandes profetas de la antigüedad; no había concordancia y eso le hacía también estar inquieto a Herodes preguntándose por Jesús y queriendo conocerlo.

¿No se atrevería ahora porque podría echarle en cara, lo mismo que había hecho Juan Bautista a quien él también le gustaba escuchar, sobre la vida que llevaba? Algunas veces parece que queremos algo, pero mejor no menearlo por si acaso nos salga el tiro por la culata, como se suele decir, se vuelve en contra nuestra.

Toda esta reflexión también nos llevaría a nosotros a hacernos algunas preguntas. ¿Tendremos en verdad inquietud y verdaderos deseos de conocer a Jesús porque hay cosas que nos dice el evangelio que nos hace hacernos nuevos y distintos planteamientos? ¿O quizá andemos nosotros también reculando, no atreviéndonos a enfrentarnos con ese conocimiento y escucha de Jesús porque eso nos tendría que hacer tomar decisiones drásticas para nuestra vida? Muchas veces reculamos, muchas veces no queremos saber para no complicarnos, muchas veces quisiéramos cerrar ojos y oídos para no enterarnos. ¿Será que no nos tomamos tan en serio el mensaje del evangelio, el mensaje de Jesús? Muchas veces pesan en nosotros los miedos y las cobardías.

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Tenemos que aprender los cristianos a apoyarnos menos en las vanidades que se nos pegan del mundo y que nuestra fortaleza sea el mismo anuncio del evangelio

 


Tenemos que aprender los cristianos a apoyarnos menos en las vanidades que se nos pegan del mundo y que nuestra fortaleza sea el mismo anuncio del evangelio

Proverbios 30, 5-9; Salmo 118; Lucas 9, 1-6

¿Ricos? ¿Pobres? Algunas veces lo planteamos como si fuera entre una cosa y otra. Todos deseamos disponer de lo necesario para una vida digna, para nosotros y para los nuestros. Para eso trabajamos, nos esforzamos, buscamos los medios necesarios. Sentimos con los que nada tienen la angustia de no tener con qué salir adelante. Ansiamos algunas veces, o al menos alguno, tener de todo no solo ya para lo necesario sino incluso para lo superfluo, es la tentación de riqueza que llevamos dentro de alguna manera. Pero queremos tener los suficientes medios para poder realizar nuestros sueños, desarrollar iniciativas, hacer producir nuestro mundo. Es en nuestro trabajo o nuestras profesiones, es en el ámbito de la familia, es contemplando la sociedad en la que vivimos y que queremos de alguna manera desarrollar. Pero ese desarrollo ¿estará solo en función de los bienes materiales o económicos de los que dispongamos?

Esta última pregunta nos tendría que hacer plantearnos qué es lo verdaderamente importante para la vida, para ser más persona, para hacer mejor nuestro mundo. Pudiera ser que algunas veces andemos un tanto confundidos. Todo parece que queremos resolverlo desde la posesión de esos medios y así vemos en nuestra sociedad que siempre se están pidiendo esos medios para hacer algo, pero muchas veces no nos implicamos desde otros valores que son importantes en la vida y que serán los que de verdad nos harán crecer. Vemos cómo muchas cosas están abocadas al fracaso por muchos medios materiales que puedan tener cuando no se implican de verdad las personas con sus propios valores.

¿Nos sucederá también así a los cristianos, en el ámbito de la Iglesia? Es cierto que algunos critican las riquezas de la Iglesia, mientras desde dentro muchas veces andamos demasiado angustiados porque no tenemos los medios suficientes para llevar adelante nuestras tareas. ¿En qué tendremos que quedarnos? ¿Tendríamos quizás que revisarnos en muchas de las cosas en las que ponemos tanto esfuerzo para ver si en verdad nuestro actuar tiene verdadero sentido evangélico?

Creo que el evangelio de hoy nos ofrece mucha luz en este sentido. Nos narra el evangelista que Jesús ha elegido a los apóstoles para que vayan con su misión a anunciar también el Reino de Dios. ‘Los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos…’ nos dice el evangelista, como un signo de esa llegada del Reino de Dios. Pero fijémonos en lo que les dice Jesús, cómo los envía, las condiciones para ponerse en camino. ‘No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio’.

Son muy significativas las palabras de Jesús. El único poder que Jesús les da es el de curar enfermos y expulsar demonios. Son los signos que han de realizar de la llegada del Reino de Dios, la liberación de todo mal. Pero el signo está también en la manera en que han de ir; en nada se han de apoyar. ‘No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan ni dinero’. Vacíos de sí mismos, vacíos de todo signo de poder, en la pobreza de quien no se apoya en sus medios materiales, pero con la disponibilidad del que vacío de si mismo solo se apoya en el Señor.  Es la autenticidad de sus vidas lo que en verdad tiene que convencer. Nos dejaremos acoger y alimentar por aquellos que quieran con nosotros compartir. Entramos en una nueva dinámica donde serán las personas con unos valores que no son los materiales sino los que la hacen más personas  los que van a hacer presente ese Reino de Dios.

¿Habría algo que revisar, plantearnos de nuevo a la hora de trabajar por el evangelio? ¿Tendremos que desprendernos de tantos signos de ostentación que algunas veces damos los cristianos o la misma presencia de la Iglesia? ¿Nos estaremos apoyando de verdad en el evangelio o en esas vanidades que se nos pegan de nuestro mundo?

 

 

martes, 24 de septiembre de 2024

Una nueva dinámica para nuestra vida, la del amor, con nuevas actitudes y nuevos horizontes a los que no podemos poner barreras

 


Una nueva dinámica para nuestra vida, la del amor, con nuevas actitudes y nuevos horizontes a los que no podemos poner barreras

Proverbios 21, 1-6. 10-13; Salmo 118; Lucas 8, 19-21

Nada que tenga que ver con el amor podrá jamás encerrarnos en nosotros mismos. Dejaría de ser amor. El amor siempre es expansivo, el amor abre horizontes, nunca puede ser un circulo cerrado, nunca convierte a nadie en el centro de si mismo, amarse a si mismo para excluir a los demás no tiene sentido, nunca puede ser excluyente. Es algo de la esencia de la persona. En nombre del amor nunca podremos excluir a nadie. Cuando vamos por la vida excluyendo a personas no hemos entendido la esencia de nuestro ser y podríamos decir que nos estamos traicionando a nosotros mismos.

Sería lo que en verdad nos haría felices y crearía una humanidad de felicidad, pero sabemos que nos cuesta. No todos lo entienden ni lo viven y pueden parecer tan felices. Pero hay un vacío. Sin embargo nos confundimos y nos dejamos contagiar por esos brotes de insolidaridad y de un amor propio que no es verdadero amor y que nos llevan a la guerra. Nos hemos inventado muchas maneras de hacernos la guerra cuando dejamos meter las sombras del egoísmo y de la insolidaridad en nuestro corazón. Tenemos que estar atentos y vigilantes para encontrar lo que de verdad va a llenar nuestra vida.

Es lo que ha venido a enseñarnos Jesús. Estando con El nuestros horizontes tienen que ampliarse porque nos pone en un camino nuevo que nos lleva a la plenitud de nuestro ser. No quiere Jesús que en nombre de ningún amor entremos en esas dinámicas de exclusivismos y de exclusiones.

Hoy en el relato del evangelio se nos habla de una visita de María y sus parientes a Jesús en medio de su predicación. ‘Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte’, le dicen. Siempre en una primera impresión nos ha sorprendido la respuesta de Jesús. Se pregunta ‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?’ Nos podría parecer sorprendente esa pregunta que se hace Jesús y la respuesta que les da. ‘Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen’, viene a decirles Jesús.

Nos podría parecer que Jesús niega la importancia de aquella visita y de la presencia de María y su familia junto a El, pero no es así. Jesús nos está abriendo horizontes, por así decirlo. Amamos a los padres, amamos a la familia, amamos a aquellos por quienes nos sentimos queridos y amados, pero nuestro amor nunca se puede quedar ahí. El sentido de vida que Jesús nos está dando es que tenemos que ampliar esos horizontes del amor y nuestro amor tiene que ser más universal; no es un amor exclusivo, sino siempre un amor abierto. Porque quienes le escuchan, quienes escuchan la Palabra de Dios están entrando en otra órbita de la vida porque nos sentimos obligados a amar, y amar a todos sin exclusión.

Por eso como hemos venido reflexionando se acaban los exclusivismos. Como nos dirá en otro momento no solo saludamos a los que nos saludan, no solo amamos a los que nos aman, entramos en otra dinámica con un amor que tiene que ser siempre universal. Nos salimos de nosotros mismos pero no hacemos círculos que nos encierren sino que siempre tienen que estar las puertas abiertas, al horizonte de esos campos de la vida en que entramos ya no podremos poner barreras.

Qué lástima que no lo terminemos de entender; pero no solo hemos de saberlo en la cabeza – como tantas veces decimos, ‘eso lo sé yo’ – sino que tenemos que comenzarlo a sentir desde lo más hondo de nuestro corazón. Es una nueva humanidad que nace desde el amor cuando así nos sentimos amados de Dios. Porque ‘el amor consiste’, como nos dirá san Juan en sus cartas, ‘no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Dios nos amó primero’. Es una nueva dinámica para nuestra vida que tenemos que traducirla en muchas nuevas actitudes para cuantos nos rodean.

 

domingo, 22 de septiembre de 2024

Vayamos dejando verdaderos regueros de luz a nuestro paso desde esa riqueza interior que llevamos en nuestro espíritu

 


Vayamos dejando verdaderos regueros de luz a nuestro paso desde esa riqueza interior que llevamos en nuestro espíritu

Proverbios 3,27-34; Salmo 14; Lucas 8,16-18

¿Cómo somos realmente en nuestro interior? Quizás sea algo que no queremos dejar traslucir, lo guardamos en nosotros a veces como el más sagrado de los secretos; claro que pensar en cómo somos nos trae a la memoria lo que ha sido el recorrido de nuestra vida, también con sus errores y tropiezos, y quizás hemos tratado de presentar una imagen de nosotros mismos con demasiado perfeccionismo y no nos agrada que esa imagen se vea enturbiada; tenemos nuestros prestigios que no queremos perder. Pero ¿no sería eso en el fondo algo de vanidad? ¿Ponemos la cara bonita para la fotografía, queriendo ocultar el lado no tan agradable? Las vanidades un día se quedaran en nada, porque nos harán sentir el vacío de nuestra vida.

Es cierto que no tenemos que estar haciendo gala ante los demás de nuestros fallos o defectos, pero quizás el mostrarnos imperfectos en lugar de enturbiarnos nos hace más reales y más humanos. Pero no somos solo eso. También en nosotros hay unos valores, también tenemos nuestros principios como nuestras metas en la vida por las que luchamos y nos esforzamos; están nuestros tropiezos, es cierto, pero está también nuestro deseo de superación y el esfuerzo que hacemos para conseguirlo. Y eso sí que define más nuestra vida, lo que somos, la verdadera grandeza de nuestra existencia, las bonitas huellas que podemos dejar tras nosotros. No tienen que ser huellas de perfección, tienen que ser huellas humanas, con sus luces y con sus sombras, que es lo que le dan belleza al cuadro de nuestra vida.

¿No será eso a lo que se está refiriendo Jesús con las palabras que escuchamos hoy en el evangelio? ‘Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entran tengan luz’. Es la lámpara que tenemos que mostrar, la luz que tenemos que reflejar, también con sus tintineos. Muchos podrán encontrar en ella una luz para sus vidas.

No hemos de tener miedo. Y ya no es vanidad, no es ostentación, no es orgullo; es la realidad de la vida que ofrecemos con humildad tal como somos. Y eso es lo que en verdad se puede convertir en estímulo para los demás. Por eso nos sigue diciendo Jesús: ‘Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público’. ¿Por qué vamos a ocultar lo que puede ayudar a los demás? No son secretos humillantes para nosotros sino que es nuestra vida, nuestra fe, nuestra esperanza, nuestras luchas, nuestro amor.

Por eso el cristiano tiene que ser siempre una luz que está colocada en lo alto para iluminar. Llevamos algo muy hermoso en nuestra vida que es una lástima que lo mantengamos oculto. Son los miedos y cobardías con que andamos tantas veces los cristianos. Tenemos que sentirnos seguros de nuestra fe y de los ideales que tenemos en nuestra vida.

Tenemos que sentirnos seguros en el camino que estamos haciendo, porque lo que intentamos, incluso con nuestros errores y tropiezos, es seguir el camino de Jesús. Y es un camino de crecimiento, de superación; un camino que parte de nuestra debilidad, pero que cuenta con la fortaleza del espíritu del Señor que nos acompaña en nuestras luchas y en nuestros esfuerzos. Y eso también hemos de saber trasmitirlo a los demás para que puedan enamorarse del evangelio de Jesús.

Termina diciéndonos Jesús algo que algunas veces parece que no terminamos de comprender. Habla de que ‘al que tiene se le dará…’ Eso bueno que llevamos en nuestro interior, con nuestra fe y con nuestros deseos de crecimiento y superación, con ese esfuerzo que realizamos para mantenernos fieles en nuestro camino, será algo que irá creciendo y creciendo en nuestro interior, porque irá dando verdadera profundidad a nuestra vida. Pero cuando nos dejamos llevar por fantasías y por vanidades al final todo eso se esfumará y se quedará en nada mostrando el vacío que llevamos por dentro. Por eso nos dice ‘que al que no tiene se le quitará hasta aquello que cree tener’. Será el vacío con que nos quedamos en nuestra vida detrás de esa superficialidad que nos hará descubrir la carencia de verdadera espiritualidad que hay en nosotros.

Vayamos dejando verdaderos regueros de luz a nuestro paso.

No pretendamos quedarnos callados, mirando para otro lado, son querer enterarnos, para hacer ‘nuestro’ camino que estaría muy lejos del camino de Jesús

 


No pretendamos quedarnos callados, mirando para otro lado, son querer enterarnos, para hacer ‘nuestro’ camino que estaría muy lejos del camino de Jesús

Sabiduría 2, 12. 17-20; Sal. 53; Santiago 3, 16–4, 3; Marcos 9, 30-37

Mejor no hacer preguntas. Alguna vez lo hemos pensado así. No nos queremos enterar; en ocasiones nos ponemos tan obtusos que se nos cierra la mente y por muy claro que nos expliquen las cosas, parece que no nos entran, no nos enteramos. En ocasiones no queremos preguntar, porque quizás luego nos vemos comprometidos; por eso mejor no saber nada, como tantas veces respondemos también escurriendo el bulto aunque nosotros sabemos como son las cosas, pero no quiero complicarme la vida.

¿No querían complicarse la vida los discípulos después de los anuncios que Jesús les iba haciendo? Es que se les venía abajo el castillo que se habían montado en su imaginación, con aquello de que Jesús podía ser el Mesías; era un estado posible de poder del que no querían desprenderse, ya sabemos la idea que tenían de lo que podía ser el Mesías y cuales eran los sueños de la mayoría; los discípulos no eran ajenos a aquellas pretensiones, algunos provenían quizás de grupúsculos procedentes de Galilea con sus afanes reivindicativos.

Jesús en esta ocasión se había tomado un aparte con los discípulos más cercanos - ¿aquellos doce que había elegido como apóstoles? – y los iba instruyendo al mismo tiempo que servía como un desahogo para Jesús, porque El era bien consciente de lo que iba a suceder en Jerusalén. Y es lo que les anuncia, preparando terreno, pero parece que el terreno de aquel camino estaba bien endurecido, siguiendo la parábola que un día les propusiera. ‘El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará’, les decía claramente pero ellos ‘no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle’.

Por eso mientras iban de camino, en los apartes de sus conversaciones, no paraban de discutir. Y aunque a ellos les pareciera que no, Jesús los iba escuchando, conocía bien cuales eran sus humanas ambiciones y la confusión que en sus mentes y en sus corazones existía. Por eso a la llegada a casa los coge aparte y les pregunta ‘¿De qué discutíais por el camino? Pero ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante’.

Jesús una vez más les hablará de hacerse los últimos y del servicio, aunque sus palabras pareciera que caían una vez más en saco roto. Por eso tomó un niño y los puso en medio para decirles que ‘el que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado’.

Acoger al pequeño, la imagen quería decir algo más que pensar solamente en un niño aunque también en aquella época eran poco considerados; es acoger al que parece que no vale, al que no es tenido en cuenta o que es rechazado por los demás, al que todo el mundo mira por sobre el hombre y el que es despreciado de todo el mundo, aquellos que no son bien recibidos porque parece que nos van a quitar un puesto en la mesa del banquete, aquellos que todos discriminan porque traen una historia detrás o porque vienen de donde vienen y ahí podemos poner todos los racismos que de nuevo están aflorando en nuestra sociedad, aquellos que nos parecen violentos y que creemos que no caben en nuestra sociedad, aquellos con los que no nos tratamos porque un día hicieron, porque piensan distinto a nosotros, porque tienen otro concepto de la vida…

Son tantos a los que vamos orillando en el camino de la vida. Y Jesús nos está diciendo cómo tenemos que acogerlos, porque cuando los acogemos a ellos es a Jesús a quien acogemos. ¿También nos dará miedo a nosotros preguntar quienes son esos pequeños? ¿También tememos preguntar hasta donde tenemos que ser servidores de los demás? ¿Seguiremos pretendiendo quedarnos callados, mirar hacia otro lado para no enterarnos y no comprometernos, y seguir haciendo ‘nuestro’ camino como si con nosotros nada tuviera que ver todo eso que nos está diciendo hoy Jesús? Quizás nos parezca más cómodo.  Si hacemos así, ¿creeremos que en verdad estamos haciendo el camino de Jesús?