En
los momentos oscuros, siempre nos aparecen crisis, tenemos que aprender a no
desinflarnos sino sacar toda nuestra fortaleza interior, Dios siempre va con
nosotros
Eclesiastés 11, 9 – 12, 8; Salmo 89; Lucas
9, 43b-45
Pájaro de mal agüero, dicen algunos;
otros dicen, hay que ser realistas. Pero parece que se nos atraviesa una nube
cuando estando en buenos momentos que parece que todo marcha bien, que las
cosas van saliendo adelante, que nos encontramos muy felices con lo que hacemos
o con la aceptación que los otros tengan de nosotros, si viene alguien y nos
dice que esto no va a ser siempre así, que pueden venir malos momentos, que lo
que parece que tenemos a favor un día se nos puede volver en contra, nos
sentimos mal, no lo queremos aceptar, nos duele que pueda parecer que
fracasamos en lo que hacemos. Y algunos nos dicen es la vida. Pero en el fondo
no sabemos como reaccionar.
Y muchas veces nos suceden cosas así.
No todo es un camino de rosas, como se suele decir, pero también se nos
recuerda que en ese camino de rosas hay espinas y algo nos puede doler.
Problemas en nuestros trabajos, cosas que se nos vienen abajo en nuestros
proyectos, temblores (y vamos a decirlo así más suavemente) en nuestras
relaciones familiares o en el trato con los amigos. En la vida nos van
apareciendo sombras y hemos de estar preparados, fortalecidos interiormente
para afrontarlas sabiendo que no nos va a faltar siempre una luz en ese camino.
Tendremos que saber a quien acudimos, quien nos acompaña en ese camino, y que
la presencia del Señor, aunque a veces nos parezca turbia, no nos faltará.
Para los discípulos las palabras de
Jesús eran como un jarro de agua fría. Ya nos dice el propio evangelista que en
medio de la admiración general por lo que hacía Jesús que iba caminando con los
discípulos en lugares un tanto apartados para poder tener con ellos algo más de
intimidad les va anunciando lo que va a suceder en Jerusalén. Habían tenido un
buen momento cuando Jesús les había preguntado que significaba El en sus vidas
y allí se habían manifestado libremente, desahogando su corazón y con aquella
tan hermosa confesión de Pedro. Pero ahora Jesús les dice que vendrán sombras,
pero que serán anticipo del encuentro con la luz verdadera. Sería su Pascua,
donde en verdad iban a ver todo el sentido de su vida.
Pero aquello no lo entienden. Si toda
la gente le aclama, sienten admiración por El, cómo es que van a suceder esas
cosas que Jesús está anunciando. Pero el choque que ha supuesto en sus vidas
aquellas palabras de Jesús les hace que ellos se queden sin palabras, no pueden
entender. Era para ellos un lenguaje oscuro y difícil de entender. Provocará
incluso que ellos se encierren en sí mismos. Les daba miedo preguntar.
Son también las crisis que se provocan
tantas veces en nuestra vida cuando de repente todo comienza a irnos mal. Nos
desinflamos, también nos encerramos en nosotros mismos, tenemos la tentación de
abandonar, también nos hacemos muchas preguntas y dirigimos nuestra mirada a lo
alto no siempre con confianza y muchas veces con resquemor. Nosotros no
merecíamos esto, pensamos, como si todo estuviera girando en torno a
merecimientos.
Como decimos tantas veces tenemos que
aprender a sacar nuestra fortaleza interior. Y la vida nos va enseñando, y de
esos momentos tenemos que sacar nuestras lecciones para cuando nos pueda volver
a suceder otra vez lo mismo. Nos cuesta aprender la lección. Pero no podemos
perder la paz en nuestro interior, tenemos que aprender a actuar con serenidad,
las huidas no son buen camino, no podemos convertir esos momentos en una
derrota.
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