Tenemos
que aprender los cristianos a apoyarnos menos en las vanidades que se nos pegan
del mundo y que nuestra fortaleza sea el mismo anuncio del evangelio
Proverbios 30, 5-9; Salmo 118; Lucas 9, 1-6
¿Ricos? ¿Pobres? Algunas veces lo
planteamos como si fuera entre una cosa y otra. Todos deseamos disponer de lo
necesario para una vida digna, para nosotros y para los nuestros. Para eso
trabajamos, nos esforzamos, buscamos los medios necesarios. Sentimos con los
que nada tienen la angustia de no tener con qué salir adelante. Ansiamos
algunas veces, o al menos alguno, tener de todo no solo ya para lo necesario
sino incluso para lo superfluo, es la tentación de riqueza que llevamos dentro
de alguna manera. Pero queremos tener los suficientes medios para poder realizar
nuestros sueños, desarrollar iniciativas, hacer producir nuestro mundo. Es en
nuestro trabajo o nuestras profesiones, es en el ámbito de la familia, es
contemplando la sociedad en la que vivimos y que queremos de alguna manera
desarrollar. Pero ese desarrollo ¿estará solo en función de los bienes
materiales o económicos de los que dispongamos?
Esta última pregunta nos tendría que
hacer plantearnos qué es lo verdaderamente importante para la vida, para ser
más persona, para hacer mejor nuestro mundo. Pudiera ser que algunas veces
andemos un tanto confundidos. Todo parece que queremos resolverlo desde la posesión
de esos medios y así vemos en nuestra sociedad que siempre se están pidiendo
esos medios para hacer algo, pero muchas veces no nos implicamos desde otros
valores que son importantes en la vida y que serán los que de verdad nos harán
crecer. Vemos cómo muchas cosas están abocadas al fracaso por muchos medios
materiales que puedan tener cuando no se implican de verdad las personas con
sus propios valores.
¿Nos sucederá también así a los
cristianos, en el ámbito de la Iglesia? Es cierto que algunos critican las
riquezas de la Iglesia, mientras desde dentro muchas veces andamos demasiado
angustiados porque no tenemos los medios suficientes para llevar adelante
nuestras tareas. ¿En qué tendremos que quedarnos? ¿Tendríamos quizás que
revisarnos en muchas de las cosas en las que ponemos tanto esfuerzo para ver si
en verdad nuestro actuar tiene verdadero sentido evangélico?
Creo que el evangelio de hoy nos ofrece
mucha luz en este sentido. Nos narra el evangelista que Jesús ha elegido a los
apóstoles para que vayan con su misión a anunciar también el Reino de Dios. ‘Los
envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos…’ nos dice el
evangelista, como un signo de esa llegada del Reino de Dios. Pero fijémonos en
lo que les dice Jesús, cómo los envía, las condiciones para ponerse en camino. ‘No
llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco
tengáis dos túnicas cada uno. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os
vayáis de aquel sitio’.
Son muy significativas las palabras de
Jesús. El único poder que Jesús les da es el de curar enfermos y expulsar
demonios. Son los signos que han de realizar de la llegada del Reino de Dios,
la liberación de todo mal. Pero el signo está también en la manera en que han
de ir; en nada se han de apoyar. ‘No llevéis nada para el camino, ni bastón,
ni alforja, ni pan ni dinero’. Vacíos de sí mismos, vacíos de todo signo de
poder, en la pobreza de quien no se apoya en sus medios materiales, pero con la
disponibilidad del que vacío de si mismo solo se apoya en el Señor. Es la autenticidad de sus vidas lo que en
verdad tiene que convencer. Nos dejaremos acoger y alimentar por aquellos que
quieran con nosotros compartir. Entramos en una nueva dinámica donde serán las
personas con unos valores que no son los materiales sino los que la hacen más
personas los que van a hacer presente
ese Reino de Dios.
¿Habría algo que revisar, plantearnos
de nuevo a la hora de trabajar por el evangelio? ¿Tendremos que desprendernos
de tantos signos de ostentación que algunas veces damos los cristianos o la
misma presencia de la Iglesia? ¿Nos estaremos apoyando de verdad en el
evangelio o en esas vanidades que se nos pegan de nuestro mundo?
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