Que
no pesen en nosotros los miedos y las cobardías, que seamos capaces de dejarnos
interrogar por Jesús y el evangelio para hacernos nuevos planteamientos
Eclesiastés 1, 2-11; Salmo 89; Lucas 9, 7-9
Puede pasarnos alguna
vez que algún acontecimiento que se produce en nuestro entorno nos produce una
cierta inquietud, porque quizás no calibramos bien las consecuencias que tendrá
y lo que nosotros pudiéramos vernos implicados, o quizás es una palabra que
escuchamos, la actitud o la postura de una persona ante determinadas
situaciones, los que nos pueden producir esa inquietud, plantearnos
interrogantes sobre la vida, sobre lo que hacemos o sobre lo que va a suceder.
¿A quien no le
inquietan los momentos que vivimos, ya sea en nuestra sociedad cercana donde no
terminamos de entender por ejemplo a nuestros dirigentes ni a dónde nos llevan,
o lo que esta sucediendo en nuestro mundo con tantos tambores de guerra que
están sonando? Pero, como decíamos, quizás alguna vez simplemente es una
persona que vemos actuar cerca de nosotros que nos hace preguntarnos de qué manera nosotros nos estamos implicando con la marcha de nuestra sociedad.
Inquietudes de todo tipo pueden aparecernos muchas veces en la vida. ¿Cómo
reaccionamos?
Me hace pensar en
todas estas cosas y mucho más que podríamos seguir deduciendo en nuestra reflexión,
lo que hoy escuchamos en el evangelio. Cuando escuchamos el evangelio no nos
quedamos reducidos a aquel momento que en él se nos relatan, sino que pueden
ser en verdad imagen donde veamos reflejada nuestra vida y nuestras
problemáticas de hoy. Es la forma cómo tenemos que hacer que en el evangelio
encontremos esa respuesta y esa luz para nuestra vida.
Herodes estaba oyendo
hablar de aquel profeta de Galilea que allá por su territorio realizaba sus andanzas;
a él llegan noticias de Jesús de Nazaret, claro que tendría sus medios de
información como todo dirigente o todo político, porque cuanto sucediera en su
reina a él le afectaba también. Y como nos dice el evangelista Herodes se
pregunta quien es ese Jesús del que tanto oye hablar. Llegan diferentes
versiones según también lo que eran las distintas opiniones que tenía la gente
sobre Jesús. Ya sabemos que había quien lo rechazaba, no estaba de acuerdo con
lo que hacía Jesús, pero mucha gente sencilla lo aclamaba.
¿Sería Juan el
bautista que había vuelto a la vida? Y Herodes andaría inquieto puesto que
había sido él quien lo había mandado matar. Pero le hablaban también de un
profeta del que se decía que había sido arrebatado al cielo en un carro de fuego
y que un día antes de la venida del Mesías haría de nuevo su aparición sobre la
tierra; otros pensaban que Jesús era como alguno de aquellos grandes profetas
de la antigüedad; no había concordancia y eso le hacía también estar inquieto a
Herodes preguntándose por Jesús y queriendo conocerlo.
¿No se atrevería
ahora porque podría echarle en cara, lo mismo que había hecho Juan Bautista a
quien él también le gustaba escuchar, sobre la vida que llevaba? Algunas veces
parece que queremos algo, pero mejor no menearlo por si acaso nos salga el tiro
por la culata, como se suele decir, se vuelve en contra nuestra.
Toda esta reflexión
también nos llevaría a nosotros a hacernos algunas preguntas. ¿Tendremos en
verdad inquietud y verdaderos deseos de conocer a Jesús porque hay cosas que
nos dice el evangelio que nos hace hacernos nuevos y distintos planteamientos?
¿O quizá andemos nosotros también reculando, no atreviéndonos a enfrentarnos
con ese conocimiento y escucha de Jesús porque eso nos tendría que hacer tomar
decisiones drásticas para nuestra vida? Muchas veces reculamos, muchas veces no
queremos saber para no complicarnos, muchas veces quisiéramos cerrar ojos y oídos
para no enterarnos. ¿Será que no nos tomamos tan en serio el mensaje del
evangelio, el mensaje de Jesús? Muchas veces pesan en nosotros los miedos y las
cobardías.
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