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lunes, 23 de junio de 2025

Cuando la plantilla sobre la que construimos nuestra vida es la del amor siempre estaremos dispuestos a caminar juntos, aceptarnos mutuamente y respetarnos

 


Cuando la plantilla sobre la que construimos nuestra vida es la del amor siempre estaremos dispuestos a caminar juntos, aceptarnos mutuamente y respetarnos

Génesis 12,1-9; Salmo 32; Mateo 7,1-5

Parece como si fuera algo innato en nosotros, no hay nada que haga otra persona en que nosotros casi al mismo tiempo estemos haciendo nuestras valoraciones y comparaciones, cómo nosotros haríamos las cosas mejor y de otra manera, y enseguida vemos fallos, intenciones torcidas, y vienen los juicios y condenaciones. ¿Qué sabes tú por qué lo hizo, cual es la intención interior o motivación que esa persona tiene para hacer lo que hace? ¿Es que somos capaces de leer el corazón? Bien que nos molestamos cuando alguien comenta algo de lo que nosotros hacemos, y miremos cuales son nuestras reacciones.

 A esto quiere prevenirnos Jesús y lo que quiere es que todos tengamos una vida digna y seamos capaces de respetarnos los unos a los otros. Fácil es hablar y dictar sentencias, pero qué difícil es realizarlo en nuestra vida. ‘No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros’.

Con lo que nos está diciendo Jesús no es que no seamos constructivos, porque siempre podemos hacer las cosas mejor, siempre podemos darle un nuevo matiz, siempre tenemos que estar en la actitud de crecer. Lo que no quiere Jesús son los juicios condenatorios a los que tan dados somos; como decíamos antes, parece que fuera algo innato en nosotros. Cuando la plantilla sobre la que construimos nuestra vida es la del amor siempre estaremos dispuestos a caminar juntos, aceptarnos mutuamente, respetarnos en aquello que pueden ser nuestros criterios o nuestras opiniones y en lugar de empujar fuera del camino, lo que tenemos que hacer es tendernos la mano para no salirnos de ese camino ayudándonos mutuamente.

Es el camino que hemos de recorrer y de recorrer juntos. Porque todos tenemos tropiezos, todos podemos cometer errores, todos podemos tener en nuestros ojos algo que merme nuestra buena visión. ¿Por qué, nos dice Jesús, voy a estar fijándome solo en la pajita que puede haber en el ojo del otro, esa pestaña que se le haya introducido, mientras quizás nosotros tenemos una viga tremenda en el nuestro? Antes de mirar a los demás tenemos que mirarnos a nosotros mismos, porque en nosotros puede haber, y de hecho las hay, muchas cosas que tengamos que corregir, mejorar, hacer de otra manera.

‘¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: Déjame que te saque la mota del ojo, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano’.

Son tajantes las palabras de Jesús y pueden dolernos pero es la realidad a la que tenemos que atenernos. Son los pasos de amor y de respeto que tenemos que ir dando, es la bonita sintonía que tenemos que aprender a sintonizar y hacer sonar al unísono, es la bella canción de la vida que tenemos que aprender a cantar. Si alguien vemos en algún momento que desentona, no lo quitemos del coro, ayudémosle a que encuentre esa necesaria armonización que nos da el amor. Será bella la coral que con toda la creación entonemos para gloria del Creador. Jesús nos está marcando los ritmos, señalando los caminos que tenemos que aprender, trazándonos las metas; dejémonos conducir por su Espíritu de Sabiduría y encontraremos la salvación.

domingo, 22 de junio de 2025

Mi Cuerpo entregado por vosotros… mi Sangre derramada por vosotros y por todos para que tengan vida… es lo que tenemos que celebrar y vivir en esta fiesta del Corpus

 


Mi Cuerpo entregado por vosotros… mi Sangre derramada por vosotros y por todos para que tengan vida… es lo que tenemos que celebrar y vivir en esta fiesta del Corpus

Génesis, 14, 18-20; Salmo 109; 1Corintios 11, 23-26; Lucas 9, 11b-17

No sé si en alguna ocasión se han visto desbordados por una situación en la que tenían que actuar pero que parecía que superaba todas vuestras posibilidades o capacidades de actuación, pero era algo que se esperaba de ustedes, porque formaba parte de las responsabilidades asumidas, de un cargo o responsabilidad que tenían en la vida, o era una situación familiar en la que se veían involucrados muchos de la familia, pero que podía estar en las manos de ustedes la salida de tal conflicto. ¿Cómo se sentían? ¿Qué tenían que hacer? No sabían por donde empezar y el camino parecía bastante escabroso. ¿Podríamos buscarnos alguna disculpa? Seguro que no podíamos escaquearnos porque todos estaban pendientes de nuestra actuación.

Me planteo esto, porque por un lado vemos lo que dice el evangelio y el compromiso en que Jesús pone a sus discípulos, cuando ante toda aquella multitud que había venido de lejos para ver y escuchar a Jesús, había que darles de comer; pero es que Jesús les dice: no es cuestión de que les digamos que se marchen sino ‘dadles vosotros de comer’.

Pero esto no es ajeno a lo que al mismo tiempo podemos contemplar en el mundo en que vivimos, problemas, necesidades, hambre, guerras, miseria, desplazados o emigrantes que nos llegan continuamente a nuestras tierras, o se desplazan por el mundo buscando algo mejor y sucede en todos los continentes. Nos sentimos impresionados por las noticias que nos llegan a través de los medios de comunicación, las decisiones que toman los poderosos de nuestro mundo, los problemas que se acumulan muchas veces no tan lejos de nosotros. ¿Y nos quedamos con los brazos cruzados? ¿Y echamos balones fuera porque decimos que esas decisiones están en manos de otros? ¿Nos desentendemos y cerramos los ojos? ¿Decimos que eso no está en nuestras manos y que nada podemos hacer? ¿Comenzamos a decir lo que tienen que hacer los otros? Pero Jesús nos está diciendo ‘dadles vosotros de comer’.

Y esta reflexión nos la hacemos en esta fiesta del Corpus. Quizás en muchos de nuestros pueblos se movilice mucha gente para preparar la fiesta del Corpus, con nuestras procesiones, nuestras alfombras, nuestros descansos, nuestra música, nuestros cantos… todo un fervor popular. Un fervor que nació de nuestra fe en la Eucaristía, del misterio de amor y de entrega que celebramos en la Eucaristía. Estamos recordando y celebrando algo muy grande, pero que algunas veces porque lo vemos tan grande y misterioso casi lo hemos ido alejando de lo que tiene que ser la realidad de nuestra vida cristiana. Es Cristo que se entrega para que tengamos vida.

‘Mi Cuerpo entregado por vosotros… mi Sangre derramada por vosotros y por todos para que tengan vida…’ ¿Será esto en verdad lo que estamos celebrando? Cuidado que la pantalla de nuestras fervorosas celebraciones oculte lo que en verdad celebramos y lo que tenemos que manifestar en nuestra vida. Cuando Cristo se entrega por nosotros para que tengamos vida nos dice ‘lo mismo que yo he hecho tenéis que hacerlo los unos con los otros’, y ha sido después de lavarles los pies a los discípulos. Pero es que no solo fue lavando los pies a los discípulos en el cenáculo al principio de aquella cena pascual, sino ha sido lo que ha ido haciendo continuamente en su vida.

Nunca se puso Jesús en una posición en que estuviera lejos de la gente; con ellos se mezclaba, en medio de ellos caminaba, se acercaba a la orilla del lago o se sentaba en la barca con los discípulos cuando iban a la pesca, se detenía ante el ciego en las calles de Jerusalén, o con su mano tocaba a los leprosos o ponía sus dedos en lo oídos de los sordomudos, dejaba que le tocaran el manto en medio de los apretujones de la gente, o camina a casa de Jairo o quería ir también a la casa del centurión, llegaba a la casa de Simón para tomar de la mano a la suegra y levantarla o permitía que le rompieran el techo de la casa para bajar por allí al paralítico… muchos más gestos podemos seguir recordando y contemplando. Y Jesús nos dice que hagamos lo mismo que ha hecho El.

Cuando nos habla de su cuerpo entregado y de su sangre derramada al darnos a comer de aquel pan y beber de aquella copa, nos dirá también que hagamos lo mismo en recuerdo y conmemoración suya para siempre. Pero hacerlo no es solo comer de aquel pan y beber de aquella copa, sino hacer la misma entrega hasta derramar la sangre si fuera necesario para poder dar vida a nuestro alrededor. ¿Estaríamos dispuestos a llevar nuestra actitud de servicio hasta ese extremo?

Esto es lo que hoy queremos celebrar, lo que tenemos que celebrar. Y lo celebramos en medio de ese mundo donde tenemos que poner nuestra mano, nuestro actuar, nuestro compromiso, nuestra entrega. No podemos cruzarnos de brazos, decir que eso les toca a otros. Nosotros tenemos que poner nuestro pan aunque sea de cebada, nosotros tenemos que poner nuestro actuar aunque muchas veces no sepamos como, en nosotros tienen que darse esos gestos de amor, de ternura, de cercanía, de amistad con los que vamos encontrando en los camino de la vida.

Y pondremos nuestra mano, y diremos nuestra palabra, y ofreceremos nuestra mirada, y regalaremos nuestra sonrisa, y ponemos nuestra pobreza, porque si todo hiciéramos un poquito de todo esto muchas esperanzas se despertarían, muchos serían los que se levantaran de su postración o de su desánimo, muchos se sentirían movidos a poner también su parte en lugar de esconderse y haríamos en verdad un mundo nuevo. Es el Reino de Dios por el que Jesús se ha entregado, es lo que hoy estaremos celebrando con todo sentido.