1Sam. 8, 4-7.10-22
Sal. 88
Mc. 2, 1-12
Sal. 88
Mc. 2, 1-12
‘¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?’ Una primera reacción de los letrados y fariseos a la obra de Jesús. Reacción que como seguiremos viendo en el evangelio irá en aumento.
Hasta ahora habíamos visto a Jesús predicando en las sinagogas, anunciando el Reino de Dios e invitando a la conversión. Los primeros discípulos se le habían unido y le seguían. Curaba a los enfermos y poseídos que le traían allí donde estuviera. Un leproso acudió a Jesús para verse limpio de la lepra con todo lo que ello significaba para recomenzar una vida nueva, como ayer lo reflexionábamos. Ahora le trajeron un paralítico y Jesús manifiesta claramente lo que El quiere darnos: el perdón de los pecados.
Todo hasta ahora eran signos que anunciaban lo que en verdad Jesús quería ofrecernos. Ahora nos da su perdón. ‘Al ver la fe que tenían – lo habían introducido descolgándolo desde el techo abriendo un boquete entre las tejas porque no podían introducirlo por la puerta a causa del gentío - le dijo al paralítico: tus pecados quedan perdonados’.
Se arma la controversia en quienes no quieren aceptar lo que realmente Jesús quiere ofrecernos. Lo acusan incluso de blasfemo. Pero Jesús quiere hacerles comprender y realiza también el milagro de curar aquel hombre de la parálisis. ‘¿Qué es más fácil: decirle al paralítico tus pecados quedan perdonados o decirle, levántate, coge la camilla y echa andar? Pues, para que veáis que el Hijo del Hombre tiene poder para perdonar pecados… entonces le dijo al paralítico: contigo hablo, levántate, coge tu camilla y vete a tu casa’. Es la Salvación que Jesús quiere darnos.
¿Qué buscamos en Jesús? Nos hemos hecho la pregunta muchas veces y conviene que nos la hagamos para que vayamos purificando más y más nuestros deseos de estar con Jesús y seguir a Jesús. Tenemos que descubrir en Jesús a Dios y la salvación profunda que El nos ofrece.
No olvidemos cómo nos lo presentaba el Bautista, ‘Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’. Una referencia al cordero pascual que todos los años era inmolado en recuerdo y celebración de la primera pascua cuya sangre sirvió como señal para la liberación de la esclavitud de Egipto. Así Cristo se nos inmolará como verdadero Cordero Pascual derramando su sangre para el perdón de los pecados.
También nos señalaba Juan: ‘El que viene tras de mi os bautizará con Espíritu Santo y fuego’. Nos dará el don de su Espíritu para el perdón de los pecados cuando confía a la Iglesia el ministerio de la reconciliación y el perdón. ‘Recibid el Espíritu Santo y a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados…’ Es el fuego de fundidor que nos purifica de toda escoria y mancha de pecado.
El perdón que Cristo nos ofrece con su salvación es el inicio de una vida nueva; es arrancar de nosotros todo mal y todo pecado; es revestirnos de actitudes nuevas para una vida nueva.
Con el perdón que recibimos de Jesús con su salvación estamos comenzando también a hacer un mundo mejor. Quien se siente perdonado hará que su vida sea distinta. Cuando nos sentimos perdonados de nuestras culpas y pecados, nos sentiremos impulsados a ir sembrando semillas nuevas que mejoren también nuestro mundo.
Acojámonos a la salvación que Jesús nos ofrece. Démosle gracias una y otra vez por el perdón que en su amor nos regala.