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lunes, 11 de enero de 2010

Los pequeños cuentan para Dios

1Sam. 1, 1-8
Sal. 115
Mc. 1, 14-20


Nos puede parecer baladí y sin mayor trascendencia la reflexión que me hago y comparto con ustedes, pero sí pienso que puede ayudarnos a comprender mejor cuáles son los caminos del Señor para nuestra vida. Si con nuestros criterios humanos pudiéramos escoger a quien tiene que realizar una importante misión, buscaríamos una persona preparada quizá importante, con cualidades y valores apropiados para la misión que se le va a confiar y así buscaríamos una serie de condiciones para encontrar la persona más apta. Humanamente hablando es lógico que pensemos así.
Pero hoy la Palabra proclamada nos está diciendo que en el actuar de Dios se salta esos criterios, llamémoslos humanos, y quizá escoge aquellas personas que han de ser colaboradores o instrumentos de su actuar podríamos decir con otra visión. Dios quiere contar con el hombre, pero la acción salvífica es obra suya y es pura gracia y puro don de su benevolencia, su buen y mucho querer, para con el hombre.
Estamos comenzando a leer en lectura continuada, ahora que iniciamos el tiempo ordinario, el libro de Samuel. Vamos a conocer a ese gran profeta y juez del pueblo de Israel que tan importante papel desempeñó en la historia de la salvación. ¿Cuál es la madre que escoge Dios para que de ella nazca este gran profeta y hombre de Dios? Una mujer estéril.
El texto de hoy es como una preparación para todo lo que luego va a suceder haciéndonos el planteamiento de lo que sucedía a aquella mujer y aquella familia. Ser estéril en el pueblo de Israel era un gran oprobio para una mujer israelita. Es lo que sucedía a Ana, que incluso se ve insultada por no haber podido dar hijos a su marido. Pero aquí está el actuar maravilloso de Dios. La obra es de Dios y no es merecimiento humano. Y Dios quiere contar con lo que aparece como más pequeño y humilde.
En el evangelio vemos el inicio del anuncio del Evangelio por Galilea. ‘Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios’. Una invitación a la conversión para creer en la Buena Noticia que se les estaba anunciando, porque ‘está cerca el Reino de Dios’. Pronto Jesús invitará a seguirle y a algunos a formar parte del grupo de sus discípulos que un día a de convertir en Apóstoles.
¿A quienes escoge? ¿Va a Jerusalén a buscar entre los sacerdotes o los levitas del templo? ¿Busca letrados y entendidos de la ley que por sus conocimientos podrían explicarla mejor? ¿Será entre el grupo de aquellos que se consideraban a sí mismo los selectos y los puros? ¿Será gente importante? Escoge a unos pescadores de Galilea.
‘Pasando junto al lago, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago… un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes…’ Es a estos a los primeros que Jesús llama. ‘Venid conmigo y os haré pescadores de hombres…’ Unos pescadores, gente sencilla y humilde, que con su trabajo pobre trataban de ganarse la vida pero que no suponía que fueran importantes y preparados para una misión tan grande que Jesús un día les confiaría. Pero ese es el actuar de Dios, esa es la manera de actuar de Jesús, que nació pobre y siempre le veremos rodeado de los pobres y de los humildes, porque eran además los que mejor acogían la Buena Noticia que Jesús proclamaba.
El Señor también se fija en nosotros pobres y humildes. Quizá también con muchas limitaciones en las discapacidades que nos van apareciendo en la vida, por nuestros años, nuestras enfermedades y debilidades. Pero Dios quiere contar con nosotros. A los ojos de Dios somos valiosos en la construcción de su Reino. No haremos grandes cosas, pero en esas pequeñas cosas que podemos hacer cada día podemos ir sembrando semillas del reino de Dios, con nuestros sacrificios, nuestras pequeñas ofrendas de nuestras limitaciones que hechas con amor a los ojos de Dios son grandes ofrendas, con nuestra humilde palabra, nuestro sencillo consejo o lo que nos pueda parecer imperceptible sonrisa. Todo vale para la construcción del Reino de Dios, para el anuncio de la Buena Nueva del Evangelio del Reino, porque quien va a dar valor a todo eso es la gracia del Señor que siempre actúa de forma generosa y gratuita.
Dios cuenta contigo y cuenta conmigo, lo que en verdad vale es la gracia del Señor. Démosle una respuesta generosa.

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