Jesús
no solo nos señala el camino sino que El mismo se hace camino para que por El
vayamos al Padre, siendo también nuestro compromiso de ser camino para los
demás
1Cor. 15, 1-8; Sal. 18; Jn. 14. 6-14
Me vienen a la memoria dos hechos que
podríamos llamar anécdotas de viaje en dos ocasiones distintas y también en
distintas ciudades en que en un momento determinado me encontré perdido sin
encontrar en un caso la salida de la ciudad y en el otro caso el lugar a donde
me dirigía; en un caso un señor amablemente nos explicó detalladamente las
vueltas que teníamos que dar, los cruces que nos íbamos a encontrar, las
direcciones en cada cruce que debíamos tomar; tuvo que repetírnoslo varias
veces porque era difícil recordar tantos datos como nos estaba suministrando.
En la otra ocasión encontrándome perdido también, al pedir ayuda a alguien que
me encontré, como según me decía iba a ser difícil que recordara todas las
indicaciones se ofreció a subirse conmigo en el coche para hacer un trecho de
ese camino dejándome a las puertas del lugar a donde me dirigía; el guía,
podíamos decir, hizo camino conmigo, se hizo camino para que yo encontrará la
meta.
¿No será eso lo que nos está diciendo
hoy Jesús en el evangelio? Había venido como Palabra de Dios que plantaba su
tienda entre nosotros; con su Palabra había ido desgranando en sus enseñanzas y
en sus palabras todo lo que tenía que ser nuestra vida para que llegáramos a
vivir el Reino de Dios; pero no se redujo solo a enseñarnos de palabra sino que
hizo camino con nosotros; las señales del Reino de Dios que tan
maravillosamente nos describe en las parábolas y en todas sus enseñanzas las
vemos palpables en los signos que iba realizando, que no eran solo los milagros
sino que era toda su vida, su cercanía y su ternura, su presencia y su caminar
con nosotros.
Por eso
hoy nos dirá en el evangelio que es el Camino. ‘Yo soy el Camino, y
la Verdad, y la Vida. Nadie va al Padre sino por mi’. Se puso en camino con
nosotros, se hizo camino para nosotros; nos ofrece la verdad de la salvación,
El es la Verdad que nos salva; nos ofrece el alimento de su vida, ‘yo soy el
Pan de vida’ nos dirá, se hace alimento y vida para nosotros, es nuestra
vida porque seguirle es vivirle a El.
Por eso nos podrá decir que verle a El
es ver a Dios; el rostro de Dios decimos tantas veces recordando que lo que es
el amor y la misericordia de Dios se manifiesta en Jesús. El ha sido la revelación
de Dios, porque ‘nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo
se lo quiere revelar’, por eso ante la pregunta de los discípulos diciéndole
que les muestre al Padre, que les muestre a Dios, nos dirá simplemente que le
miremos a El, ‘quien me ve a mí, ve al Padre’. El no hace otras cosa que
las obras de Dios, las obras del Padre. Por eso es tan importante que en El
pongamos toda nuestra fe.
Será todo lo que va a motivar nuestra
vida; la fe que mueve montañas, como nos diría en alguna ocasión, es la fe que
va a mover nuestra vida, que va a transformar nuestra vida, que va a hacer que
nuestra vida sea distinta. ¿No decíamos que Jesús es la Vida? Pues nuestra vida
ya no puede ser otra cosa desde que decimos que tenemos fe en Jesús, que vivir
su vida.
Como Jesús nosotros también tenemos que
hacernos camino. Es el evangelio que tenemos que trasmitir, que anunciar. Lo
haremos con nuestras palabras, pero tenemos que hacerlo con el signo de nuestra
vida. Quienes nos ven tendrían que verse motivados a creer, motivados a algo
nuevo que estarán viendo en nosotros, motivados a vivir de forma distinta
queriendo acercarse a Jesús. Pero ¿estaremos siendo en verdad esos signos para
el mundo que nos rodea? Una pregunta importante para reflexionar, para
revisarnos, para dejarnos transformar por esa fe, para que nos convenzamos de
verdad que tenemos que realizar una conversión de nuestra vida.
No lo olvidemos porque seguimos a Jesús
que es camino, nosotros también tenemos que hacernos caminos para los demás,
para ese mundo que nos rodea. Tremendo compromiso.