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sábado, 25 de febrero de 2017

Aprendamos a nacer de nuevo y hacernos niños para descubrir cada día la novedad del Evangelio

Aprendamos a nacer de nuevo y hacernos niños para descubrir cada día la novedad del Evangelio

Eclesiástico 17,1-13; Sal 102; Marcos 10,13-16
‘Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis…’ Fue la reacción de Jesús a la actitud de los discípulos con los niños, aunque quería enseñarnos algo más. Las madres entusiasmadas los traían a Jesús para que los bendijera; cuantas veces vemos como una madre orgullosa de su niño lo acerca a una persona mayor para que lo bendiga, o simplemente para que se goce con el niño.
Y es normal que los niños cuando entran en confianza se pongan juguetones y hacia aquellos en quienes encuentran bondad y cariño pronto se acercan a ellos y casi los miran como si fueran de su edad para sus juegos. Pero también vemos personas ariscas a los que molestan los niños y no aguantan las importunidades de los niños y tratan de quitárselos de encima.
Algo así sucedió en aquel momento. Los discípulos más cercanos no querían que los niños molestasen a Jesús y trataban de quitarlos de en medio. ‘Les regañaban’, dice el evangelista. Y ahí vemos la reacción de Jesús. El evangelista nos dice que Jesús se enfado. ¿Por qué iban a alejar a los niños de su presencia? ‘Dejad que los niños se acerquen a mi…’ les dice. Dejad que se acerquen y aprendan ustedes, porque tienen que hacerse como niños, con esa ingenuidad si lo queréis llamar así, pero con esa confianza, con esa cercanía, con esos deseos de aprender y de buscar, con esos ojos abiertos para descubrir las cosas nuevas que la vida les va mostrando. ‘De los que son como ellos es el reino de Dios’.
En este caso no se trata como en otro momento Jesús querrá también enseñarnos de acoger al niño que es acoger al pequeño, valorar lo pequeño, acoger a todos, porque quien acoge al mas humilde esta acogiendo a Jesús. Hoy el mensaje va por otro camino porque nos dice ahora hacerse como niños. No olvidemos lo que Jesús le decía a Nicodemo, ‘hay que nacer de nuevo’. Nacer de nuevo, hacerse pequeño, hacerse niño para comenzar de nuevo. ¿No es la conversión, el cambio total del corazón, de las actitudes, de la manera de ver las cosas y de vivir la primera exigencia que nos propone Jesús en el evangelio para aceptar y creer en la Buena Nueva del Reino de Dios?
El niño no sabe nada y siempre quiere aprender, conocer lo nuevo. El niño se abre a la vida y comienza a vivir, todo es nuevo para el. Algunas veces nos creemos demasiado ‘sabidos’, nos parece que nos lo sabemos todo y quien nos va a enseñar. Cuando somos mayores nos aparecen esos orgullos, nos falta esa humildad de reconocer que podemos aprender algo nuevo, podemos encontrar algo nuevo.
Y muchas veces podemos tener esa actitud ante el evangelio y el evangelio deja de serlo para nosotros. El evangelio siempre es buena noticia y si es noticia es algo nuevo, porque lo viejo, lo sucedido hace tiempo ya no es noticia. Y tenemos el peligro de acercarnos al evangelio así, viéndolo como noticia, como cosas de otro tiempo. Nos falta descubrir esa novedad del cada día en el evangelio para poder encontrarnos con esa luz que nos ilumina, nos salva, nos da nueva vida.
Por eso terminara diciendo Jesús: ‘Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él’. Y el evangelista continua diciéndonos que los abrazaba y que los bendecía. Así tenemos que sentir ese abrazo del Señor a nuestra vida si nos llenamos de esa humildad y sentiremos en nosotros su bendición que nos da nueva vida.

viernes, 24 de febrero de 2017

Sintamos que el amor con todas sus consecuencias de entrega y de sacrificio no como una carga sino como una alegría, la alegría de nuestra vida

Sintamos que el amor con todas sus consecuencias de entrega y de sacrificio no como una carga sino como una alegría, la alegría de nuestra vida

Eclesiástico 6,5-7; Sal 118; Marcos 10,1-12
‘Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne." De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre’.
Así responde Jesús a la pregunta que le hacen los fariseos. Así nos manifiesta lo que es la voluntad del Señor. Así nos esta recordando lo que es la grandeza y la maravilla del amor.
Tenemos que recordarlo. Es meta y es ideal. Es camino. Un camino hermoso, el camino del amor verdadero, del amor que sabe entregarse y hasta es capaz de olvidarse de si mismo por el amor que tiene. Es el camino del amor que lleva a la unión mas profunda, ‘ya no son dos sino una sola carne’, nos dice Jesús recordando el texto bíblico con lo que esta establecido desde el principio, que va en lo mas hondo y profundo de nuestro ser, lo que es la voluntad del Dios que nos ha creado, y nos ha creado a su imagen y semejanza.
Sin embargo reconocemos que no es fácil, porque muchas veces el amor se puede viciar, se puede enfriar y debilitar. Lo tenemos en la experiencia de la vida. Ya lo sentían como un problema en el tiempo de Jesús con los planteamientos que le están haciendo los fariseos que expresan la real inquietud que hay en ellos, como sigue siendo problema de todos los tiempos y de hoy mismo.
No sabemos muchas veces encontrar solución. Se nos rompen tantas veces las relaciones de las parejas que incluso nos parecían más estables, mas enamoradas. Pero bien sabemos que la construcción y salvaguarda del amor no es tarea de un día, sino que tiene que ser tarea permanente. Hemos de cuidar el amor, porque pueden ser muchas las cosas que nos tienten por acá y por allá.
Cuidarlo desde el principio abonando bien nuestra vida en una profunda y verdadera formación. Sabemos que las cosas de la vida no son fáciles y hemos de prepararnos y fortalecernos para afrontar los problemas, para preservarnos de los peligros, para fundamentar nuestra vida en verdaderos valores y en profundos principios que nos ayuden a encontrar esa estabilidad emocional.
Sentir siempre el amor con todas sus consecuencias de entrega y de sacrificio no como una carga sino como una alegría, la alegría de nuestra vida, porque nos lleva por los caminos de la realización personal pero no de una forma aislada sino precisamente compartiendo nuestra vida con el ser que amamos; y eso nos dará mayor plenitud, las mayores satisfacciones, las alegrías mas profundas.
Y hay un fundamento que el creyente, el cristiano ha de saber poner muy bien. El amor es algo que nos sobrenaturaliza porque nos llena de Dios y entonces a Dios hemos de saber sentirlo y hacerlo siempre presente en nuestro amor. Frente a la debilidad de nuestra condición humana que nos inclina al pecado la gracia divina es nuestra más profunda fortaleza. Hagamos presente de verdad a Dios en nuestra vida y con su gracia nos sentiremos divinizados y se fortalecerá de verdad nuestro amor.
Y sepamos comprender, sepamos tener entrañas de misericordia, nunca nuestros juicios ni nuestros prejuicios empañen nuestra mente hasta llevarnos a juzgar o condenar a nadie. Sepamos ser comprensivos para alentar, para animar, para apoyar, para saber estar al lado de los que puedan padecer problemas en esta tarea tan hermosa del amor matrimonial. Y también que nuestra oración los acompañe, para que nunca un matrimonio cristiano olvide esa gracia del Sacramento que no solo fue en aquel momento de la celebración, sino que esa gracia se hace presente en cada momento de amor, de encuentro, de alegría matrimonial y familiar y se hace presente también en los momentos de dificultad para dar fuerza en esa situación. 

jueves, 23 de febrero de 2017

Las virtudes con que adornemos nuestra vida serán ese cristal luminoso y brillante a través del cual demos buena luz a los demás con nuestros buenos ejemplos


Las virtudes con que adornemos nuestra vida serán ese cristal luminoso y brillante a través del cual demos buena luz a los demás con nuestros buenos ejemplos

Eclesiástico 5,1-10; Sal 1; Marcos 9,41-50
En otro momento del evangelio Jesús nos decía que tenemos que ser luz y que tenemos que ser sal; la luz tiene que iluminar, la sal tiene que dar sabor. Pero si la lámpara esta oculta no puede dar luz, pero también hemos de decir que si la lámpara esta visible pero el cristal que cubre la llama que da luz esta manchada y rota no podrá reflejar debidamente esa luz, si el cristal esta lleno de suciedad o enturbiado con distintos colores lo que sucederá es que la luz no podrá llegar nítida para iluminar o teñirá de colores no tan agradables su resplandor. O como nos dice refiriéndose a la sal si se vuelve sosa no podrá realizar su acción, si se corrompe nos dará corrupción.
Creo que esto nos pueda ayudar mucho. Vamos a decir, a dar por sentado que somos buenos porque no hacemos grandes maldades, pero bien sabemos que tenemos que cuidar mucho nuestras actitudes, hacer un control de nuestras pasiones más diversas porque muchas veces pueden aparecer en nosotros algunas cosas que ya no son tan buenas, no hay tal pureza de intención, o el descontrol de nuestra vida puede hacer que nos aparezcan actitudes y comportamientos en que nos dejamos llevar por nuestro orgullo, aparecen mezquindades en nuestra vida, nos pueden ir corroyendo por dentro los celos y las envidias y ya aunque aparentemente parezcamos buenos  no todo es bueno en nuestro interior; y eso que tenemos en nuestro interior se va reflejando aunque no queramos en nuestros actos.
Por eso la actitud madura de la persona es querer ir superándose cada día mas, para superar debilidades, para purificar esas posturas, esos gestos, esas acciones que realizamos delante de los demás, porque el mal que hay en nosotros desgraciadamente puede influir en los demás, puede arrastrar a los demás también a realizar lo mismo que nosotros con no tanta pureza realizamos. Ya sabemos que en la vida caminamos siempre como en una pendiente, y el que está en una pendiente y quiere ascender siempre tendrá que estar en tensión para no dejarse arrastrar, para poder seguir dando pasos en esa ascensión y en ese crecimiento de su vida.
El ajetreo de la vida, el encuentro con los demás, el esfuerzo y preocupación por nuestro trabajo y nuestras responsabilidades puede hacer muchas veces que no pongamos toda la tensión y toda la atención en lo que tendría que ser importante en nuestra vida que es ese crecimiento interior, ese crecimiento y maduración como persona. Fácilmente nos pueden aparecer en esos encontronazos que vamos teniendo en la vida por los problemas que nos van como cercando, pueden aparecer, digo, ramalazos de orgullo, de egoísmo, de amor propio, de rivalidades que nos enfrentan, de envidias y celos que tanto daño nos hacen, pero que también pueden hacer mucho daño a los que están a nuestro lado.
Jesús nos previene con sus palabras hoy en el evangelio que nos pueden parecer incluso duras, pero es que tenemos que saber arrancar de raíz esas malas pasiones que se nos meten tan dentro de nosotros; algunas veces parece incluso que no nos damos cuenta de lo que nos sucede o de esos gestos o esas actitudes impropias que podamos tener con los demás. Por eso es tan necesaria la vigilancia. Ya sabemos que una mala hierba no nos vale solo con cortarla, sino que tenemos que arrancarla de raíz porque de lo contrario volverá a reverdecer en nosotros.  A eso nos está invitando Jesús hoy en el evangelio.
Las virtudes con que adornemos nuestra vida serán ese cristal luminoso y brillante a través del cual demos buena luz a los demás con nuestros buenos ejemplos.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Al celebrar la Cátedra de san Pedro en nuestra comunión y lealtad al Maestro y al Pastor de la Iglesia oramos por el Papa fiel al servicio de la unidad de la Iglesia en el amor

Al celebrar la Cátedra de san Pedro en nuestra comunión y lealtad al Maestro y al Pastor de la Iglesia oramos por el Papa fiel al servicio de la unidad de la Iglesia en el amor

I Pedro 5,1-4; Sal 22; Mateo 16,13-19
Creo que todos sabemos que la cátedra es el lugar desde el que el profesor enseña; por eso le llamamos catedrático; y en el lenguaje universitario se suele decir la cátedra en referencia a la materia que se imparte.
En el lenguaje religioso y cristiano hablamos de la catedral, como la sede del Obispo, o el lugar, el templo en el que esta la sede, la cátedra del maestro en la fe de los cristianos en una diócesis que es el Obispo, al que consideramos con la autoridad del sucesor de los Apóstoles. Es por eso que en el catedral esta la sede, el sillón del Obispo que nadie más puede ocupar, porque solo a él le compete ocupar ese lugar.
¿Por qué me hago estos comentarios en el comienzo de la reflexión del día? Hoy la Iglesia celebra la fiesta litúrgica de la Cátedra de san Pedro en Roma. El Papa, sucesor de Pedro en la sede romana, obispo de Roma, es el maestro en la fe de todos los cristianos. Pedro recibió esa misión del Señor ‘mantente firme… para que conserves y alientes la fe de tus hermanos’.
Es la autoridad de Pedro, es la autoridad y la misión del Papa, como sucesor de Pedro. Es nuestro maestro en la fe; él tiene la cátedra, la autoridad, la misión de ese servicio a la comunidad universal, mantenernos unidos en la fe. Y así su magisterio nos enseña, nos ilumina, nos acerca a la Palabra de Dios que quiere trasmitirnos para mantenernos en esa fe, para ayudarnos así a hacer ese recorrido de nuestra vida cristiana, para mantenernos fieles en esa fe, en ese seguimiento de Jesús y en esa, en consecuencia, construcción del Reino de Dios en nuestro mundo.
‘Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’, escuchamos hoy en el evangelio que le dice Jesús a Pedro. Tras la resurrección allá en las orillas del mar de Galilea Jesús le confiará la misión de apacentar al rebaño, como un día le dijera que sería pescador de hombres.
Cuando escuchamos la palabra autoridad pensamos en dominio, en mandatos y prohibiciones, en imposición para mantener el orden y la ley; pero la verdadera autoridad es otra cosa, es el servicio a la unidad, es el servicio en el amor y al amor, es el servicio a la verdad para conducirnos a la luz, es el servicio que busca el bien de todos y de cada uno, es el servicio que se hace cercanía y acompañamiento, es el servicio del que camina a nuestro lado para ayudarnos a encontrar en el camino, es el servicio del que sabe hacerse servidor de todos, es el servicio del que tiende la mano para que nos levantemos y no tropecemos, es el servicio que no se impone sino que se hace todo delicadeza y humildad.
Es la misión que recibió Pedro para que todos en comunión con él nos mantengamos en fidelidad; es la misión que realiza, que tiene que realizar el Papa con todos y cada uno de nosotros atendiendo a nuestros problemas, nuestras necesidades, siendo luz para nuestras oscuridades, siendo fortaleza en nuestras debilidades. Es el servicio del Papa que nos ayuda a sentir cercano el amor de Dios.
Hoy celebramos la cátedra de san Pedro, ese servicio del Papa. Y mostramos nuestra lealtad escuchándole, dejándonos iluminar por su palabra, acogiendo el testimonio de su vida y sobre todo con nuestra oración para que él pueda también ejercer fielmente ese servicio que Cristo le ha confiado. Oremos por el Papa.

martes, 21 de febrero de 2017

No es por caminos de grandezas ni de imposiciones sino por el camino de la humildad que es donde se saborea mejor el amor por donde hemos de caminar

No es por caminos de grandezas ni de imposiciones sino por el camino de la humildad que es donde se saborea mejor el amor por donde hemos de caminar

Eclesiástico 2,1-13; Sal 36; Marcos 9,30-37
No se si será algo que nos haya pasado, pero en alguna ocasión alguien está tratando de explicarnos algo con detalle pero no terminamos de comprender y un poco no sé por qué – un cierto temor quizá a quedar como ignorantes que no entendemos – no somos capaces de preguntar aquello que no entendemos; quizá sea algo que de alguna manera trastrueque nuestro pensamiento, nuestra manera de entender las cosas, pero parece que no nos enteramos ni queremos enterarnos y por eso nos callamos, asentimos calladamente, pero nos quedamos sin comprender. De alguna manera nos hacemos oídos sordos para no entender.
Pueden ser asuntos muy importantes, puede ser la visión que tengamos de las cosas, pudiera ser algo que nos afectara en nuestro futuro, pero que no queremos cambiar tal como vamos, pueden ser respuestas a preguntas hondas que llevemos dentro de nosotros mismos pero que no nos atrevemos a planteárnoslas porque quizá tendríamos que cambiar muchas cosas en el plan de vida, en el sentido de lo que hacemos. Nos puede suceder de diversas maneras y en muy distintas ocasiones de la vida.
Algo así les estaba pasando a los discípulos con Jesús. Se los había llevado tranquilamente recorriendo la Galilea, después de la experiencia del Tabor, porque quería instruirlos de manera especial. Jesús está formando aquel grupo base del Reino de Dios que anunciaba y que un día habrían de continuar su obra. Por eso les hablaba a ellos solos. Y a ellos solos les estaba anunciando lo que sucedería un día en Jerusalén.
El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará’. Pero ellos no terminaban de entender, y además les daba miedo preguntar. Aquellas palabras de Jesús quizá sonaban demasiado solemnes o les estaba planteando una nueva visión del Mesías muy distinto de la idea que el pueblo se había forjado. Era necesario un cambio grande de mentalidad, lo que iba a suceder podría afectarles, realmente no sabían que hacer o qué decir. Seguían con su pensamiento que parece que era más cómodo y menos complicado.
Y ellos siguieron en sus planteamientos sin que al parecer aquello que les estaba anunciando Jesús les afectara mucho a su manera de pensar. En su conversación iban con sus discusiones y planteamientos y sueños de grandezas. Al llegar a Cafarnaún Jesús que les ha dejado que siguieran en sus discusiones y apetencias les pregunta a quemarropa, podríamos decir, ‘¿De que discutíais por el camino?’
Se sienten cogidos y rehuyen la respuesta porque a pesar de lo que Jesús les había estado enseñando sobre el verdadero sentido del Mesías, del Hijo del Hombre, habían discutido por los primeros puestos en el Reino Nuevo que Jesús estaba anunciando y que ellos preveían ya inminente.
‘Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos’, les dice Jesús sentando en medio de ellos. Y toma un niño y lo pone en medio y les enseña como hay que valorar lo pequeño, lo que les pueda parecer sin importancia. Acoger a un niño es acogerle a El; acoger a un niño es aprender a hacerse pequeño; acoger un niño es aprender a hacerse el ultimo, el servidor de todos.
¿Qué podían decir ahora y que podían preguntar cuando antes se habían quedado callados? Sus planes, sus sueños, sus ilusiones de grandezas se van por los suelos. El camino de Jesús es distinto; el Reino de Dios que anuncia no es a la manera de los reinos de este mundo. Ya les diría que no podían ser como los poderosos de este mundo. No es por caminos de grandezas ni de imposiciones, es el camino de la humildad porque es donde se saborea mejor el amor por donde hemos de caminar.
¿Nos costara también a nosotros entender estos planteamientos de Jesús? Seguimos también con nuestras aspiraciones de grandezas, de riquezas, de poder, dejándonos atrapar por el orgullo. Tenemos que aprender a desprendernos de muchas cosas para buscar lo que de verdad es lo principal. También la Iglesia tiene que desprenderse de muchas cosas, de muchos aires principescos con la que a través de los siglos la hemos adornado. El camino del Evangelio ha de ser el autentico camino que ha de vivir y con el que ha de presentarse ante el mundo.
Tenemos que hacernos preguntas sin miedo y también, por que no, en nuestra oración plantearle al Señor esas preguntas de cosas que no terminamos de entender, para que El nos ilumine con la verdadera sabiduría, para que nos ayude a saborear de verdad ese camino de la humildad y del amor por el que quiere que caminemos.

lunes, 20 de febrero de 2017

Desde el compromiso de la fe y con la fuerza del amor no nos podemos quedar solo en palabras sino que hemos de saber llevar vida al que sufre a nuestro lado

Desde el compromiso de la fe y con la fuerza del amor no nos podemos quedar solo en palabras sino que hemos de saber llevar vida al que sufre a nuestro lado

Eclesiástico 1,1-10; Sal 92; Marcos 9,14-29
Qué fácil nos resulta a veces entretenernos en nuestras charlas y discusiones aunque solo sea en nuestra mente quizás, mientras a nuestro lado el que sufre sigue con su dolor, y el necesitado sigue con sus carencias. Filosofamos, por decirlo de alguna manera suave, en qué es lo que podemos hacer, cuál es la mejor solución, o si lo que hacemos le va a beneficiar o no, o si sabrá aprovechar lo que compartimos para una causa buena, o de donde ha venido, por qué no se quedó en su tierra o en su país, en que quizá va a hacer un mal uso lo que le damos y es un desperdicio, o que quizá en nuestra tierra hay gente que pasa necesidad mientras nos gastamos lo que tenemos en el que viene de fuera, y así tantas y tantas discusiones, tantas y tantas  razones que nos buscamos, tantas disculpas quizá que nos damos, y mientras el que sufre sigue con su sufrimiento, el que pasa hambre sigue sin tener un pedazo de pan que llevarse a la boca. ¿No nos estará sucediendo algo así?
Me hago esta consideración inicial porque es a donde se han dirigido mis pensamientos, aunque quizá podamos hacernos otras reflexiones, cuando he escuchado el evangelio de hoy. Jesús y los tres discípulos escogidos bajan del monte tras la Transfiguración y al llegar al llano donde está el resto de los discípulos se encuentra con una tremenda discusión. Allí está un padre con su hijo padeciendo una grave enfermedad y en torno los escribas y la gente con los discípulos están enfrascados en una tremenda discusión. ¿Pueden o no pueden curar a aquel muchacho?
Llega Jesús con su humanidad y todo el amor misericordioso de Dios que se trasluce en su persona y se interesa por el problema de aquel hombre y su hijo enfermo. Siente lástima por la poca fe de aquellos que andan en sus discusiones y por su falta de fe no son capaces de hacer nada. Pero Jesús llega junto al sufrimiento de aquel hombre y de su hijo entablando un diálogo con ellos. Un dialogo que no se quedará en palabras, un diálogo que ayudará a despertar la fe de aquel hombre, y que concluirá la salvación de aquel muchacho. Terminará el texto relatándonos ese gesto tan humano de Jesús que se acercó al muchacho, lo tomó de la mano y lo levantó lleno de salud y de vida.
Nos habla de cercanía, de encuentro, de saber estar al lado de los demás, de aprender a ir tendiendo nuestra mano sin ninguna repugnancia para que se apoye de verdad todo aquel que lo necesita; nos habla de una preocupación que hemos de sentir por el otro que no se queda solo en palabras; nos esta hablando de cómo tenemos que saber llevar vida, despertar esperanza, poner ilusión en el corazón; de cómo nuestra fe tiene que ser viva y sentir la seguridad de apoyarnos en Dios, de sentirnos amados de Dios.
Son los caminos que desde el compromiso de nuestra fe y con toda la fuerza del amor nos han de llevar siempre al encuentro con el otro, a una cercanía llena de amor, a derramar ternura por doquier, a no perder nunca la sensibilidad para descubrir tantos sufrimientos y para sentir también como algo mío el sufrimiento del otro. Es la luz que tiene que iluminar mi vida. Con esos resplandores también hemos de iluminar el corazón de los que sufren a nuestro lado.

domingo, 19 de febrero de 2017

Aprendamos a amar con la ternura de un Dios que es Padre compasivo y misericordioso y comenzaremos a sentir verdadera paz en el corazón

Aprendamos a amar con la ternura de un Dios que es Padre compasivo y misericordioso y comenzaremos a sentir verdadera paz en el corazón

Levítico 19, 1-2. 17-18; Sal 102; 1Corintios 3, 16-23; Mateo 5, 38-48
Con Jesús no nos valen las rebajas. Cuando se trata de amar y amar de verdad no podemos andar con mezquindades ni con mínimos para cumplir. Las relaciones de amor no se pueden quedar reducidas a mercadeos; yo te doy tanto para que tu me des cuanto, si tu no haces nada por mi no me siento obligado a hacer por ti. Son otras las medidas y los parámetros que nos enseña Jesús.
Demasiado andamos en la vida con el mercantilismo de que a todo le ponemos precio y nada hacemos si no es para obtener unos beneficios a cambio. Algunas veces parece que hubiéramos olvidado la palabra gratuidad, y más que la palabra la actitud. Pero así como lo hacemos para obtener beneficios utilizamos esas mismas varas de medir cuando se trata de lo malo que nos puedan hacer o lo bueno que nos hayan podido hacer.
Todavía no hemos olvidado lo del ojo por ojo y diente por diente. Y así andamos con deseos de revanchas, con resentimientos, con cosas que no olvidamos y no perdonamos nunca, con marcas que le ponemos a la gente de una vez para siempre porque quizás un día cometieron un error o hicieron algo mal. Decimos que estamos envueltos en una cultura cristiana pero el evangelio no termina de ser la norma última de nuestro actuar.
Tajantemente hoy nos dice Jesús y también en la Palabra de Dios del Antiguo Testamento que hemos escuchado lo que son nuestras metas y la motivación mas profunda para ese nuevo actuar del que se llama seguidor de Jesús, del que quiere vivir con todas sus consecuencias el espíritu del Evangelio.
Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo’ nos decía el Levítico en el nombre del Señor. Y Jesús por su parte nos dirá: ‘Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto…'Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos’.
Nuestra meta, nuestro modelo, nuestro estilo y nuestro sentido es Dios, es el amor de Dios. Santos como el Señor nuestro Dios es Santo… perfectos como el Padre del cielo. Así seremos sus hijos, así estaremos expresando que nos sentimos amados de Dios y con el mismo amor nosotros queremos amar también.
Si lo que queremos es imitar ese amor de Dios, ¿Cómo podemos permitirnos entre nosotros violencias y venganzas? Si queremos en verdad mostrarnos como hijos de Dios ¿Cómo vamos a dejar de amar al prójimo a quien también Dios ama? Dios no hace distinciones, ama a unos y otros, ‘hace salir el sol sobre malos y buenos, manda la lluvia a justos e injustos’ ¿Cómo podemos hacer nosotros distinciones en nuestro amor?
El amor al prójimo va a ser nuestro distintivo para siempre. ¿Y quien es mi prójimo? Ya recordamos que un letrado vendrá un día a Jesús con esa pregunta. Jesús nos lo aclara bien porque la palabra en si mismo nos esta diciendo que prójimo es el otro; entre los judíos se consideraba que prójimo era solamente el que era de su mismo pueblo y de su misma religión. Ya vemos como en tiempos de Jesús se trataba con desprecio a los gentiles, a los que no eran judíos; se les consideraba como un enemigo.
Pero ya vemos bien como Jesús nos dirá que tenemos que amar también al enemigo, al que nos haya hecho mal o nos haya ofendido. En otro momento nos hablara claramente del perdón y de la medida del perdón cuando nos diga aquello del setenta veces siete. Hoy nos dice algo que podríamos considerar sublime, porque nos dice no solo que perdonemos sino que oremos por el enemigo, por aquel que nos haya podido haber ofendido.
Por eso hoy nos esta proponiendo un camino de perfección, perfectos como nuestro Padre del cielo. Ya sabemos que cuando entre nosotros los hombres hablamos de perfección conocemos nuestras limitaciones y nos parece casi imposible. ¿Cuál es la perfección que Jesús nos esta proponiendo? ¿Cuál es ese modelo de santidad que nos decía el Levítico?
Nuestro Dios es Padre y su amor es un amor compasivo y misericordioso. Es la ternura de Dios, compasivo y misericordioso. Es la ternura de Dios de la que hemos de impregnarnos. Experimenta esa ternura de Dios en tu vida y no podrás ya amar sino con esa misma ternura a los demás.
Cuanto nos cuesta, hemos de reconocer. Pero ese seria el mejor evangelio que pudieras anunciar a los demás, reflejar en tu vida esa ternura y misericordia de Dios. Aun con mis limitaciones para yo vivirlo en mi propia vida, sin embargo me duele que no seamos capaces de mostrarnos así con los demás. Es triste el contra testimonio que tantas veces damos, si, un testimonio en contra del evangelio que queremos predicar. Porque nunca nuestro perdón es todo lo generoso que tendría que ser, porque aunque salgan muchas palabras bonitas de nuestros labios no terminamos de ser misericordiosos con el pecador; porque aunque decimos que perdonamos sin embargo seguimos marcando de alguna manera a aquel que un día pudo haber cometido un error y ya no lo valoraremos de la misma manera.
Y esto tristemente sucede en nuestra Iglesia, sucede en quienes tienen que anunciar ese evangelio de misericordia, y sigue sucediendo en tantos de nosotros que no terminamos de perdonar a los demás porque los separamos y discriminamos para siempre.
Seriamente te pregunta, ¿has orado alguna vez por aquel que quizá algún día te ofendió, por aquel a quien por eso estarías considerando un enemigo? Ora por aquel a quien te cuesta tanto perdonar y veras como empezarás a sentir una nueva paz en tu corazón.