No es por caminos de grandezas ni de imposiciones sino por el camino de la
humildad que es donde se saborea mejor el amor por donde hemos de caminar
Eclesiástico
2,1-13; Sal 36; Marcos 9,30-37
No se si será algo que nos haya pasado, pero en alguna ocasión alguien
está tratando de explicarnos algo con detalle pero no terminamos de comprender
y un poco no sé por qué – un cierto temor quizá a quedar como ignorantes que no
entendemos – no somos capaces de preguntar aquello que no entendemos; quizá sea
algo que de alguna manera trastrueque nuestro pensamiento, nuestra manera de
entender las cosas, pero parece que no nos enteramos ni queremos enterarnos y
por eso nos callamos, asentimos calladamente, pero nos quedamos sin comprender.
De alguna manera nos hacemos oídos sordos para no entender.
Pueden ser asuntos muy importantes, puede ser la visión que tengamos
de las cosas, pudiera ser algo que nos afectara en nuestro futuro, pero que no
queremos cambiar tal como vamos, pueden ser respuestas a preguntas hondas que llevemos
dentro de nosotros mismos pero que no nos atrevemos a planteárnoslas porque
quizá tendríamos que cambiar muchas cosas en el plan de vida, en el sentido de
lo que hacemos. Nos puede suceder de diversas maneras y en muy distintas
ocasiones de la vida.
Algo así les estaba pasando a los discípulos con Jesús. Se los había
llevado tranquilamente recorriendo la Galilea, después de la experiencia del
Tabor, porque quería instruirlos de manera especial. Jesús está formando aquel
grupo base del Reino de Dios que anunciaba y que un día habrían de continuar su
obra. Por eso les hablaba a ellos solos. Y a ellos solos les estaba anunciando
lo que sucedería un día en Jerusalén.
‘El Hijo del hombre va
a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a
los tres días resucitará’.
Pero ellos no terminaban de entender, y además les daba miedo preguntar.
Aquellas palabras de Jesús quizá sonaban demasiado solemnes o les estaba
planteando una nueva visión del Mesías muy distinto de la idea que el pueblo se
había forjado. Era necesario un cambio grande de mentalidad, lo que iba a
suceder podría afectarles, realmente no sabían que hacer o qué decir. Seguían
con su pensamiento que parece que era más cómodo y menos complicado.
Y ellos siguieron en sus
planteamientos sin que al parecer aquello que les estaba anunciando Jesús les
afectara mucho a su manera de pensar. En su conversación iban con sus
discusiones y planteamientos y sueños de grandezas. Al llegar a Cafarnaún Jesús
que les ha dejado que siguieran en sus discusiones y apetencias les pregunta a
quemarropa, podríamos decir, ‘¿De que discutíais por el camino?’
Se sienten cogidos y rehuyen la
respuesta porque a pesar de lo que Jesús les había estado enseñando sobre el
verdadero sentido del Mesías, del Hijo del Hombre, habían discutido por los
primeros puestos en el Reino Nuevo que Jesús estaba anunciando y que ellos
preveían ya inminente.
‘Quien quiera ser el primero,
que sea el último de todos y el servidor de todos’, les dice Jesús sentando en medio de ellos. Y
toma un niño y lo pone en medio y les enseña como hay que valorar lo pequeño,
lo que les pueda parecer sin importancia. Acoger a un niño es acogerle a El;
acoger a un niño es aprender a hacerse pequeño; acoger un niño es aprender a
hacerse el ultimo, el servidor de todos.
¿Qué podían decir ahora y que podían
preguntar cuando antes se habían quedado callados? Sus planes, sus sueños, sus
ilusiones de grandezas se van por los suelos. El camino de Jesús es distinto;
el Reino de Dios que anuncia no es a la manera de los reinos de este mundo. Ya
les diría que no podían ser como los poderosos de este mundo. No es por caminos
de grandezas ni de imposiciones, es el camino de la humildad porque es donde se
saborea mejor el amor por donde hemos de caminar.
¿Nos costara también a nosotros
entender estos planteamientos de Jesús? Seguimos también con nuestras
aspiraciones de grandezas, de riquezas, de poder, dejándonos atrapar por el
orgullo. Tenemos que aprender a desprendernos de muchas cosas para buscar lo
que de verdad es lo principal. También la Iglesia tiene que desprenderse de
muchas cosas, de muchos aires principescos con la que a través de los siglos la
hemos adornado. El camino del Evangelio ha de ser el autentico camino que ha de
vivir y con el que ha de presentarse ante el mundo.
Tenemos que hacernos preguntas
sin miedo y también, por que no, en nuestra oración plantearle al Señor esas
preguntas de cosas que no terminamos de entender, para que El nos ilumine con
la verdadera sabiduría, para que nos ayude a saborear de verdad ese camino de
la humildad y del amor por el que quiere que caminemos.
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