María con su calor de Madre se hace presente junto a nosotros
y se convierte en un aliciente de esperanza en nuestro camino que también nos
llevará a la glorificación
Apocalipsis 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab; Sal
44; 1Corintios 15, 20-27ª; Lucas 1, 39-56
Hoy es un día en que
en cualquier rincón de nuestra geografía celebramos una fiesta de María. La
Virgen de Agosto escuchamos decir en los medios de comunicación y aún algunos
nos ofrecen imágenes de las más insólitas de estas fiestas de María en sus
distintas advocaciones según la devoción y la tradición de los diversos
pueblos. Y es que cuando consideramos bien el hondo significado de la fiesta
que nos ofrece la liturgia en este día es casi espontáneo que surja por acá o
por allá el amor de los hijos que tiene los mejores piropos para la madre y se
inventa los más diversos nombres para invocarla y para ofrecerle su amor.
Nosotros mismos, en
nuestra tierra canaria, la invocamos como la Virgen de Candelaria a quien
proclamamos patrona de nuestras islas y recordamos y celebramos las tradiciones
de la aparición y del encuentro de su imagen en nuestras costas isleñas por los
guanches, antiguos pobladores de estas islas.
Hoy es la gran fiesta
de la exaltación y de la glorificación de María en su Asunción en cuerpo y alma
a los cielos. Si María había sido la elegida de Dios para encarnarse en sus
entrañas y así hacerla su madre y la había rodeado de toda gracia y bendición,
era la llena de gracia que había sabido decir Sí al designio de Dios para
dejarse envolver por el Espíritu Santo y de ella naciera el Santo, el Hijo del Altísimo
como diría el ángel de la Anunciación, justo era que por su unión tan profunda
con el misterio de Cristo que incluso la había preservado de toda mancha de
pecado, Inmaculada en su Concepción la llamamos, ahora participara trascurrido
el curso de su vida temporal de la gloria eterna de los hijos de Dios. Es lo
que viene a expresar este misterio y este dogma de la Asunción de María a los
cielos.
Y es que en María nos
estamos viendo a nosotros mismos y la gloria que un día nos espera si vivimos
en la fe. Ella es un ser humano como nosotros pero a quien ahora vemos
glorificada junto a Dios. Ella que hizo ese mismo camino mortal que nosotros
hacemos y que recoge en su vida lo que es nuestro camino cuando unida a Cristo
estuvo a su lado en el momento de la cruz y de la pasión. De alguna manera
ella, con su dolor de madre ante el sufrimiento y la muerte de su Hijo está
recogiendo en su vida, en su sufrimiento, en su dolor lo que es nuestro dolor y
nuestro sufrimiento, como saben hacerlo siempre las madres que hacen suyo el
dolor de los hijos.
En María están
nuestros anhelos y nuestras esperanzas, nuestros calvarios y también todas esas
frustraciones que sufrimos en la vida, nuestros problemas y nuestras angustias.
Ella con el Sí al misterio de Dios que la convertía en la Madre de Dios, estaba
también dando un sí a todo ese regalo de Dios que la iba a convertir en la
madre de la humanidad, en la madre de la Iglesia. Y como madre recoge y asume,
como decíamos, los anhelos, esperanzas, angustias, frustraciones y desencantos
de sus hijos. Pero todo eso en María se transforma porque ha llenado su vida de
Dios, porque su vida para siempre va a rebosar de fe y de amor; tras ese
momento de calvario por el que María tuvo que pasar con Cristo porque así
estaba unida al misterio de su Hijo, vendría también para ella la luz de la
resurrección y de la gloria.
María participa ya de
esa resurrección y de esa gloria, eso viene a significar su Asunción, pero
María nos está abriendo el camino para que también nosotros participemos de esa
resurrección y de esa gloria. María nos despierta la esperanza para que todo no
se vuelva oscuro y turbio en nuestra vida mientras pasamos por esos momentos
duros de calvario por los que tenemos que pasar en nuestra vida. Contemplando a
María, que ha ido delante de nosotros, ya glorificada en el cielo nos sentimos
fuertes en esos momentos duros de esta vida porque en nosotros hay esperanza.
No nos podrán entonces
las frustraciones y desencantos que en la vida encontremos, no nos sentiremos
hundidos en esos momentos duros del dolor y del sufrimiento, no nos sentiremos
angustiados por muchos que sean los problemas que parece que nos quieren ahogar
y de los que nos parece tantas veces que no les vemos salida. Tenemos la
esperanza de la vida, del triunfo, de la gloria. María se convierte delante de
nosotros en ese aliciente para nuestras luchas al tiempo que sentimos su amor
de madre que está a nuestro lado. María viene con nosotros en nuestro caminar y
nos ayuda a ponernos en camino como ella supo hacerlo como la contemplamos en
el evangelio.
Nos podremos sentir
pequeños, sentir nuestra pobreza o dolernos en nuestra humillación, pero en
María vemos a la pequeña y a la humilde esclava del Señor que fue levantada y
elevada y en quien el Señor realizó maravillas. Así sentiremos entonces cómo el
brazo poderoso del Señor que es su misericordia se despliega sobre nosotros
para hacernos sentir una vida nueva, para hacernos sentir como todo se transforma,
para hacernos sentir iluminados por esa luz nueva de vida nueva que nos regala Jesús.
La imagen bendita de
María de Candelaria, a quien hoy los canarios celebramos, se convierte en un
signo para nosotros de esa luz. En su brazo porta a Jesús, pero en su mano
tiene una luz, una candela – de ahí su nombre – para hacernos sentir cómo
seremos iluminados en nuestra fe por la luz de Jesús.
Quizás este año
nuestra fiesta de la Virgen de Agosto no tiene la alegría externa de otros años
por las circunstancias que parece que cada día se nos hacen más duras y más
difíciles, pero eso no impide que celebremos, y lo hagamos con una hondura
especial, esta fiesta de María. ¿No decíamos que contemplar hoy a María nos
llena de esperanza? Pues desde esas negruras que vivimos miremos de manera
especial a María en esta fiesta para que renazcan las esperanzas en nuestros
corazones y sigamos en el empeño de conseguir una pronta recuperación. María,
la madre del cielo, ante su Hijo está intercediendo por sus hijos. No olvidemos
nunca su calor de Madre que se hace presente junto a nosotros.