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miércoles, 12 de agosto de 2020

No es solo aquello de que la unión hace la fuerza sino que nuestra comunión es también con Jesús que está en medio nuestro para ser la fuerza de nuestro amor

 

No es solo aquello de que la unión hace la fuerza sino que nuestra comunión es también con Jesús que está en medio nuestro para ser la fuerza de nuestro amor

 Ezequiel 9, 1-7; 10, 18-22; Sal 112; Mateo 18, 15-20

Creo que en esto estamos todos convencidos. La unión hace la fuerza. Es como un lema que utilizamos mucho en la vida. Cuando queremos emprender algo y deseamos que todos se impliquen acudimos a llamadas como ésta, que como un slogan proclamamos buscando la colaboración, la participación de todos en aquella tarea común, en aquella tarea que sabemos que es para bien de todos.

Aunque reconocemos también que en ocasiones nos ponemos renuentes, miramos de lejos, tenemos miedo de perder nuestra propia autonomía, pensamos quizá que podemos ser manipulados por los demás, tenemos nuestros criterios particulares que quizá puedan chocar con la manera de ver las cosas de los otros y se pone en peligro esa unidad deseada; afloran insolidaridades, egoísmos, nuestros orgullos, la cerrazón de nuestro corazón y como se suele decir no ponemos toda la carne en el asador.

Y de esto nos está hablando hoy Jesús en el evangelio. Porque cuidado que lo reduzcamos solo a algunos aspectos y no terminemos de ver toda la amplitud que tiene el mensaje de Jesús. Quiere Jesús que busquemos el encuentro, entremos en diálogo los unos con los otros, seamos capaces de abrir nuestro corazón aunque esté llagado y dolido por muchos males que se nos hayan metido dentro, nos aprestemos a colaborar juntos, pero ofreciendo nuestra mano de amistad, ofreciendo nuestra colaboración para ayudarnos a superarnos, seamos capaces de caminar juntos.

Podríamos decir que esto que estamos diciendo es prácticamente lo mismo que decíamos cuando hablábamos de la unión que hace la fuerza, pero creo que en el mensaje de Jesús hay mucho más. porque, por ejemplo, nos habla de algo que a todos nos cuesta mucho, que es el reconocer nuestros errores y nuestros tropiezos y el ser comprensivos con los demás para ofrecer nuestro perdón generoso.

Es tal la comunión que Jesús quiere que haya entre nosotros que no hemos de temer presentarnos ante los demás con nuestras debilidades o que el hermano llegue a mi lado para alentarme y decirme algo en lo que tengo que superarme. Cuánto nos cuesta que nos digan algo. Lo miramos como una humillación y no llegamos a descubrir que en el fondo es un acto de amor; porque nos aman nos quieren ayudar a superarnos, a hacer que reconozcamos esos errores y pongamos también el remedio para salir de ellos.

Y es cuando en esa comunión de amor que se crea entre los que queremos seguir a Jesús aparece la comprensión y la misericordia. Por eso seremos capaces de perdonar, porque a pesar de los pesares sabemos que podemos seguir edificando juntos, sabemos que podemos contar con el otro, sabemos que podemos seguir caminando juntos. El perdón no es solo borrar, por así decirlo, el mal que hayamos cometido sino la oportunidad de levantarnos, la oportunidad de rehacer nuestra vida, la posibilidad de caminar sin tener siempre encima el peso de lo que hayamos hecho. Es saber que somos aceptados tal como somos, porque todos reconocemos que no somos perfectos y todos tenemos muchas debilidades en la vida.

Es difícil muchas veces. Y están todas esas cosas que decimos tantas veces de que perdonamos pero no olvidamos, perdonamos pero cada uno por su lado, perdonamos pero ya no va a ser igual que antes, porque aparecen las desconfianzas y aunque hayamos dicho que perdonamos permanecen los resquemores en el corazón. Por eso tenemos que mirar a Jesús, tenemos que elevar nuestra mirada tal como nos dice Jesús en el evangelio que seamos compasivos y misericordiosos como lo es con nosotros nuestro Padre del cielo.

Pero hay algo más que simplemente aquello de que la unión hace la fuerza. Por una parte Jesús nos dice que cuando oramos al Padre y lo hacemos desde esa comunión que hay entre nosotros tenemos la certeza de que somos escuchados por nuestro Padre del cielo. Pero por otra parte nos está diciendo Jesús que cuando queremos vivir así unidos tenemos la seguridad de que El está con nosotros. No somos solo nosotros los que nos unimos y nos unimos por un interés, podríamos decir, de sacar algo adelante, es que Jesús está con nosotros.

El está en medio nuestro y será quien nos inspire esta nueva forma de vivir; con El a nuestro lado podremos superar todas aquellas suspicacias que decíamos que muchas veces se nos meten por dentro; con El a nuestro lado podremos rebosar de compasión y misericordia en nuestro corazón, para hacer que en él quepan todos a pesar de las oscuridades o debilidades que cada uno lleve consigo; pero El será quien nos dé la fuerza de su Espíritu para poder vivir esa comunión y ese amor.

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