No es solo aquello de que la unión hace la fuerza sino que
nuestra comunión es también con Jesús que está en medio nuestro para ser la
fuerza de nuestro amor
Ezequiel 9, 1-7; 10, 18-22; Sal 112;
Mateo 18, 15-20
Creo que en esto
estamos todos convencidos. La unión hace la fuerza. Es como un lema que
utilizamos mucho en la vida. Cuando queremos emprender algo y deseamos que
todos se impliquen acudimos a llamadas como ésta, que como un slogan
proclamamos buscando la colaboración, la participación de todos en aquella
tarea común, en aquella tarea que sabemos que es para bien de todos.
Aunque reconocemos
también que en ocasiones nos ponemos renuentes, miramos de lejos, tenemos miedo
de perder nuestra propia autonomía, pensamos quizá que podemos ser manipulados por
los demás, tenemos nuestros criterios particulares que quizá puedan chocar con
la manera de ver las cosas de los otros y se pone en peligro esa unidad
deseada; afloran insolidaridades, egoísmos, nuestros orgullos, la cerrazón de
nuestro corazón y como se suele decir no ponemos toda la carne en el asador.
Y de esto nos está
hablando hoy Jesús en el evangelio. Porque cuidado que lo reduzcamos solo a
algunos aspectos y no terminemos de ver toda la amplitud que tiene el mensaje
de Jesús. Quiere Jesús que busquemos el encuentro, entremos en diálogo los unos
con los otros, seamos capaces de abrir nuestro corazón aunque esté llagado y
dolido por muchos males que se nos hayan metido dentro, nos aprestemos a
colaborar juntos, pero ofreciendo nuestra mano de amistad, ofreciendo nuestra
colaboración para ayudarnos a superarnos, seamos capaces de caminar juntos.
Podríamos decir que
esto que estamos diciendo es prácticamente lo mismo que decíamos cuando hablábamos
de la unión que hace la fuerza, pero creo que en el mensaje de Jesús hay mucho
más. porque, por ejemplo, nos habla de algo que a todos nos cuesta mucho, que
es el reconocer nuestros errores y nuestros tropiezos y el ser comprensivos con
los demás para ofrecer nuestro perdón generoso.
Es tal la comunión que
Jesús quiere que haya entre nosotros que no hemos de temer presentarnos ante
los demás con nuestras debilidades o que el hermano llegue a mi lado para
alentarme y decirme algo en lo que tengo que superarme. Cuánto nos cuesta que
nos digan algo. Lo miramos como una humillación y no llegamos a descubrir que
en el fondo es un acto de amor; porque nos aman nos quieren ayudar a
superarnos, a hacer que reconozcamos esos errores y pongamos también el remedio
para salir de ellos.
Y es cuando en esa
comunión de amor que se crea entre los que queremos seguir a Jesús aparece la
comprensión y la misericordia. Por eso seremos capaces de perdonar, porque a
pesar de los pesares sabemos que podemos seguir edificando juntos, sabemos que
podemos contar con el otro, sabemos que podemos seguir caminando juntos. El perdón
no es solo borrar, por así decirlo, el mal que hayamos cometido sino la
oportunidad de levantarnos, la oportunidad de rehacer nuestra vida, la
posibilidad de caminar sin tener siempre encima el peso de lo que hayamos
hecho. Es saber que somos aceptados tal como somos, porque todos reconocemos
que no somos perfectos y todos tenemos muchas debilidades en la vida.
Es difícil muchas
veces. Y están todas esas cosas que decimos tantas veces de que perdonamos pero
no olvidamos, perdonamos pero cada uno por su lado, perdonamos pero ya no va a
ser igual que antes, porque aparecen las desconfianzas y aunque hayamos dicho
que perdonamos permanecen los resquemores en el corazón. Por eso tenemos que
mirar a Jesús, tenemos que elevar nuestra mirada tal como nos dice Jesús en el
evangelio que seamos compasivos y misericordiosos como lo es con nosotros
nuestro Padre del cielo.
Pero hay algo más que
simplemente aquello de que la unión hace la fuerza. Por una parte Jesús nos
dice que cuando oramos al Padre y lo hacemos desde esa comunión que hay entre
nosotros tenemos la certeza de que somos escuchados por nuestro Padre del
cielo. Pero por otra parte nos está diciendo Jesús que cuando queremos vivir así
unidos tenemos la seguridad de que El está con nosotros. No somos solo nosotros
los que nos unimos y nos unimos por un interés, podríamos decir, de sacar algo
adelante, es que Jesús está con nosotros.
El está en medio
nuestro y será quien nos inspire esta nueva forma de vivir; con El a nuestro
lado podremos superar todas aquellas suspicacias que decíamos que muchas veces
se nos meten por dentro; con El a nuestro lado podremos rebosar de compasión y
misericordia en nuestro corazón, para hacer que en él quepan todos a pesar de
las oscuridades o debilidades que cada uno lleve consigo; pero El será quien
nos dé la fuerza de su Espíritu para poder vivir esa comunión y ese amor.
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