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viernes, 14 de agosto de 2020

Dios hizo a la persona para el amor y para un amor que lleva a la comunión y a la comunión más profunda de vida que es el vivir el amor

 

Dios hizo a la persona para el amor y para un amor que lleva a la comunión y a la comunión más profunda de vida que es el vivir el amor

Ezequiel 16, 1-15. 60. 63; Sal.: Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6; Mateo 19, 3-12

‘Se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: ¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?’ Son los problemas de siempre, de entonces en la época antigua, y son los problemas de hoy, que tantos sufrimientos llevan aparejados.

La pregunta de los fariseos va con trampa. ‘Para ponerlo a prueba’, dice el evangelista. Y es que aparte del problema del divorcio en sí podríamos decir, en aquellos momentos había distintas opiniones entre los rabinos sobre lo que se habría de hacer. Y ahora quizá lo que menos les preocupa es la respuesta de verdad que Jesús les pueda dar, sino el ver cómo Jesús se posiciona en sus luchas dialécticas, pero sobre todo porque siempre andaban buscando de qué acusar a Jesús y bien sabían de la lealtad y de la sinceridad de Jesús que en algún momento no les queda más remedio que reconocer.

Pero detrás de todo eso podríamos decir que está el drama que se produce en las personas cuando falla el amor. Jesús les recuerda lo que era la doctrina de siempre, lo que había sido la voluntad de Dios desde la creación. Dios hizo a la persona para el amor y para un amor que lleva a la comunión y a la comunión más profunda de vida que es el vivir el amor. Ahí tendríamos que buscar las bases; es mucho más que superar o controlar la concupiscencia humana, sino que la pasión más hermosa que hay en el ser humano es la del amor. Y es lo que en todo momento, en toda circunstancia tendríamos que cultivar.

Y es lo que cuesta, porque muchas son las pasiones que se entremezclan en el ser humano. Porque el amor que siempre tiene que ser donación, una donación que lleva compartir una vida, una donación que lleva a la comunión, muchas veces lo oscurecemos con el amor propio. Y es cuando surgen los egoísmos y las insolidaridades, es cuando aparecen los orgullos o los afanes de dominio y todo se nos puede volver turbio. Y se confunde nuestra visión como se confunde el corazón. Y se desequilibra nuestra vida, y cuando andamos desenfocados no somos capaces de ver con claridad lo que brilla, lo bueno de las personas, y son las sombras las que lo oscurecen todo y nos oscurecen nuestro sentir, y nos debilitan el amor. Son los dramas que profundamente viven tantas personas y de los que no sabemos cómo salir.

‘Por vuestra terquedad permitió el divorcio Moisés’, les dice Jesús. Qué difícil es buscar y encontrar de nuevo ese equilibrio perdido. Podemos tener muy claros muchos principios y muchas doctrinas, pero qué difícil es a veces entender el corazón humano sobre todo cuando se revuelven las aguas y surgen todas esas pasiones que se hacen pasiones encontradas que enfrentan y que dividen, que separan y que arruinan tantas bellezas que se han podido vivir en la vida cuando había bonita comunión de amor. Las soluciones no son fáciles. Como nos dirá Jesús hoy en lo que va comentando ‘no todos son capaces de entenderlo’, no todos son capaces de vivirlo. Es algo que solo por nosotros mismos tampoco podemos vivir.

Jesús ha querido hacer del matrimonio un sacramento del amor de Dios, porque en el amor matrimonial vivido con toda entrega y comunión estamos reflejando lo que es el amor que Dios nos tiene y no nos abandona nunca. Pero Jesús ha querido hacerlo sacramento porque sabía muy bien que sin su gracia era algo que no podemos vivir. Y el sacramento no fue solamente aquel momento en que nos dimos el sí, sino que sacramento es toda la vida de una pareja, de un matrimonio porque en todo su amor, con todas sus luchas y dificultades también, están queriendo, intentando vivir y parecerse a ese amor de Dios; porque en toda la vida del matrimonio y en todas sus circunstancias no faltará nunca la gracia del Señor, la gracia sacramental que se hace fuerza y que da vida a ese amor matrimonial.

No nos pongamos a hacer ‘casitos’ de lo que veamos o lleguemos a vivir en el matrimonio, como les sucedía a los fariseos cuando acudían a Jesús con sus preguntas para ponerlo a prueba. Seamos capaces de comprender el drama y el dolor que se produce en un matrimonio cuando se llega a una situación de ruptura y hagámoslo siempre con mucho respeto y sin entrar a hacer juicios. Pongamos siempre nuestra vida y nuestro amor en las manos del Señor, que es el que nos ilumina con su gracia y fortalece nuestro amor y nuestra vida.

1 comentario:

  1. ¿Sí o sí hay que hacer el curso prematrimonial para poder casarse? ¿Es así en todo el mundo?

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