Dios hizo a la persona para el amor y para un amor que lleva
a la comunión y a la comunión más profunda de vida que es el vivir el amor
Ezequiel 16, 1-15. 60. 63; Sal.: Is 12, 2-3.
4bcd. 5-6; Mateo 19, 3-12
‘Se
acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: ¿Es
lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?’ Son los problemas de
siempre, de entonces en la época antigua, y son los problemas de hoy, que
tantos sufrimientos llevan aparejados.
La
pregunta de los fariseos va con trampa. ‘Para ponerlo a prueba’, dice el
evangelista. Y es que aparte del problema del divorcio en sí podríamos decir,
en aquellos momentos había distintas opiniones entre los rabinos sobre lo que
se habría de hacer. Y ahora quizá lo que menos les preocupa es la respuesta de
verdad que Jesús les pueda dar, sino el ver cómo Jesús se posiciona en sus
luchas dialécticas, pero sobre todo porque siempre andaban buscando de qué
acusar a Jesús y bien sabían de la lealtad y de la sinceridad de Jesús que en algún
momento no les queda más remedio que reconocer.
Pero
detrás de todo eso podríamos decir que está el drama que se produce en las
personas cuando falla el amor. Jesús les recuerda lo que era la doctrina de
siempre, lo que había sido la voluntad de Dios desde la creación. Dios hizo a
la persona para el amor y para un amor que lleva a la comunión y a la comunión
más profunda de vida que es el vivir el amor. Ahí tendríamos que buscar las
bases; es mucho más que superar o controlar la concupiscencia humana, sino que
la pasión más hermosa que hay en el ser humano es la del amor. Y es lo que en
todo momento, en toda circunstancia tendríamos que cultivar.
Y es lo
que cuesta, porque muchas son las pasiones que se entremezclan en el ser
humano. Porque el amor que siempre tiene que ser donación, una donación que
lleva compartir una vida, una donación que lleva a la comunión, muchas veces lo
oscurecemos con el amor propio. Y es cuando surgen los egoísmos y las
insolidaridades, es cuando aparecen los orgullos o los afanes de dominio y todo
se nos puede volver turbio. Y se confunde nuestra visión como se confunde el
corazón. Y se desequilibra nuestra vida, y cuando andamos desenfocados no somos
capaces de ver con claridad lo que brilla, lo bueno de las personas, y son las
sombras las que lo oscurecen todo y nos oscurecen nuestro sentir, y nos
debilitan el amor. Son los dramas que profundamente viven tantas personas y de
los que no sabemos cómo salir.
‘Por
vuestra terquedad permitió el divorcio Moisés’, les dice Jesús. Qué
difícil es buscar y encontrar de nuevo ese equilibrio perdido. Podemos tener
muy claros muchos principios y muchas doctrinas, pero qué difícil es a veces
entender el corazón humano sobre todo cuando se revuelven las aguas y surgen
todas esas pasiones que se hacen pasiones encontradas que enfrentan y que
dividen, que separan y que arruinan tantas bellezas que se han podido vivir en
la vida cuando había bonita comunión de amor. Las soluciones no son fáciles.
Como nos dirá Jesús hoy en lo que va comentando ‘no todos son capaces de
entenderlo’, no todos son capaces de vivirlo. Es algo que solo por nosotros
mismos tampoco podemos vivir.
Jesús ha
querido hacer del matrimonio un sacramento del amor de Dios, porque en el amor
matrimonial vivido con toda entrega y comunión estamos reflejando lo que es el
amor que Dios nos tiene y no nos abandona nunca. Pero Jesús ha querido hacerlo
sacramento porque sabía muy bien que sin su gracia era algo que no podemos
vivir. Y el sacramento no fue solamente aquel momento en que nos dimos el sí,
sino que sacramento es toda la vida de una pareja, de un matrimonio porque en
todo su amor, con todas sus luchas y dificultades también, están queriendo,
intentando vivir y parecerse a ese amor de Dios; porque en toda la vida del
matrimonio y en todas sus circunstancias no faltará nunca la gracia del Señor,
la gracia sacramental que se hace fuerza y que da vida a ese amor matrimonial.
No nos
pongamos a hacer ‘casitos’ de lo que veamos o lleguemos a vivir en el
matrimonio, como les sucedía a los fariseos cuando acudían a Jesús con sus
preguntas para ponerlo a prueba. Seamos capaces de comprender el drama y el
dolor que se produce en un matrimonio cuando se llega a una situación de
ruptura y hagámoslo siempre con mucho respeto y sin entrar a hacer juicios.
Pongamos siempre nuestra vida y nuestro amor en las manos del Señor, que es el
que nos ilumina con su gracia y fortalece nuestro amor y nuestra vida.
¿Sí o sí hay que hacer el curso prematrimonial para poder casarse? ¿Es así en todo el mundo?
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