Sintamos
deseo de Dios en nuestro corazón, esa hambre de plenitud que solo en Cristo
podremos alcanzar porque El es nuestra Sabiduría y nuestro descanso
Eclesiástico 15, 1-6; Sal 88; Mateo 11,
25-30
¡Qué cansado
estoy! Escuchamos muchas veces decir al amigo. El agobio por los trabajos, el
cumplimiento de responsabilidades, las tareas que emprendemos o ponen en
nuestras manos para que desarrollemos, los mismos ejercicios que realizamos
para mantenernos en forma, la loca carrera de la vida que todo queremos abarcarlo,
que a todo queremos llegar, crea tensiones, produce cansancio y agotamiento que
no solo es en lo físico sino que llega a algo más hondo, a lo psíquico, a lo
anímico, a lo espiritual.
Un cansancio
que nos impide incluso disfrutar de lo que hacemos, que nos agobia y nos cierra
la mente para no ver incluso los pasos dados o lo que hemos conseguido, que nos
hace sentirnos en ocasiones inútiles porque nos parece que no conseguimos todo
lo que anhelamos, que produce un vacío por dentro porque realmente nos falta
una fuerza interior que nos impulse.
¿Tendríamos
que comenzar por pensar más en nosotros mismos? ¿Habrá manera de encontrar un
sentido a lo que hacemos para que podamos sentirnos felices a pesar de los
contratiempos, o de las dudas que se nos meten en nuestro interior? ¿Tendremos
que buscar lo que nos llene de verdad para encontrarle satisfacción a la vida?
hay ocasiones que nos parece que estamos desorientados, que nos falta un norte
para nuestro vivir, hasta llegamos en nuestro cansancio a renegar de la vida
misma, cuando perdemos su sentido.
Necesitamos
algo más en la vida. Necesitamos algo que nos centre, que nos dé profundidad,
que las raíces y cimientos de nuestra vida alcancen agarre, fortaleza,
necesitamos cultivarnos por dentro, algo que nos haga sentir de verdad la vida
y lleguemos entonces a descubrirle toda su belleza y sentido. Si nos faltan ese
sentido incluso el cumplimiento de esas responsabilidades que asumimos con
tanta fuerza termina por perder sentido, el trabajo se nos puede volver una
carga pesada, y no terminamos de entender los contratiempos que nos van
apareciendo en la vida con nuestras limitaciones, con nuestras debilidades, y
perdemos la esperanza y la ilusión incluso por vivir.
No entendemos
una oposición que podamos encontrar en quienes piensen distinto a nosotros, no
comprendemos el por qué de una enfermedad, por ejemplo, que nos hace sentir
nuestra debilidad y nuestra flaqueza, no entendemos el sufrimiento que nos
pueda aparecer, y nos rebelamos interiormente, y nos enfrentamos a todos, y
puede aparecer hasta la violencia que nos hace daño y que termina haciendo daño
a los demás.
Es una altura
espiritual que le hemos de dar a la vida, es encontrar lo que nos eleva y lo
que nos trasciende, lo que nos tiene que hacer mirar hacia lo alto para
encontrar metas que den verdadero sentido a nuestro caminar, algo por lo que
luchar y esforzarnos, algo que sea en verdad una luz para nuestro camino.
Hoy Jesús nos
dice que los que estamos cansado y agobiados vayamos a El porque en El
encontraremos nuestro descanso; El nos dice que aprendamos de El, que es manso
y humilde de corazón; El nos pide que seamos capaces de hacernos pequeños, de
hacernos humildes para reconocer nuestra debilidad y nuestra pequeñez, El nos
pide un corazón abierto para que encontremos la verdadera Sabiduría que El nos
ofrece. Son actitudes básicas y verdaderamente necesarias para que podamos
escucharle y entenderle, para que lleguemos a captar de verdad lo que El quiere
ofrecernos.
No nos
podemos creer autosuficientes y que solo por nosotros mismos vamos a encontrar
todas esas respuestas que buscamos. El se nos ofrece como camino, El se nos
ofrece como la única verdad que dará sentido y valor a nuestra vida, porque El
viene a engrandecer el corazón humano, El se nos ofrece como la Vida que de
verdad va a llenarnos por dentro y darle verdadero valor a lo que hacemos y a
lo que queremos vivir. El nos está ofreciendo caminos de plenitud. Pero es
necesario descalzarnos ante El, vaciarnos de nuestros ropajes para vestir ese
traje nuevo de nueva sabiduría que nos va hacer un hombre nuevo.
¿Sentiremos
en verdad ese deseo de Dios en nuestro corazón, esa hambre de plenitud que solo
en Cristo podremos alcanzar? Así se nos revela, así se nos manifiesta, así ha
querido ponerse a caminar junto a nosotros y es el Emmanuel, el Dios que camina
con nosotros.