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sábado, 15 de octubre de 2016

Ansiamos la paz que dé sosiego a las ansiedades de nuestro espíritu y Jesús nos invita a ir hasta El, manso y humilde de corazón, que nos dará nuestro descanso

Ansiamos la paz que dé sosiego a las ansiedades de nuestro espíritu y Jesús nos invita a ir hasta El, manso y humilde de corazón, que nos dará nuestro descanso

Eclesiástico 15,1-6; Sal 88; Mateo 11,25-30

Qué sabroso es que tras los cansancios y los agobios del trabajo y de las luchas que nos da la vida cada día, al finalizar la tarde podamos encontrar un lugar que sea un remanso de paz, que nos sirva de descanso para reparar nuestras fuerzas y donde nos encontremos también con aquellas personas amadas que con su presencia y su delicadeza nos ofrezcan también esa paz para nuestro espíritu que tanto necesitamos.
Ansiamos esa paz, esa serenidad que nos da descanso, que eleva también nuestro espíritu porque nos da ocasión para la reflexión, para levantar nuestros pensamientos en altos y soñadores vuelos de futuros llenos de felicidad. Necesitamos soñar en algo distinto, algo que le de un futuro mejor a nuestra vida. Hemos de saber aspirar a ideales más altos y nobles que llenen de verdad nuestro espíritu. Nos sentimos cansados muchas veces en las carreras de la vida y no solo es el cansancio físico sino que es muchas veces un desasosiego que sentimos dentro de nosotros y que no sabemos dónde y cómo calmar. Necesitamos una profundidad en las raíces de nuestra vida que muchas veces por pensar solo en lo material y caduco parece que se nos desvanece bajo los pies.
Es esa profundidad del espíritu que asentando bien los pies sobre la tierra (por la vida) por la que caminamos sin embargo nos haga levantar la vista para buscar más altos valores e ideales que nos den una mayor permanencia a nuestro ser. Nos quedamos solo en lo material que palpamos pero dentro de nosotros, sin saber cómo, sin embargo nos damos cuenta que no es eso lo que nos llena y lo que puede dar una mayor plenitud a nuestra vida. Necesitamos una espiritualidad para no ser tan materialistas en la vida como tantas veces somos.
Hoy nos dice Jesús en el evangelio que vayamos hasta El los que nos sentimos cansados y agobiados porque en El vamos a encontrar nuestro descanso, nuestra paz. Sí, aunque a algunos nos cueste reconocerlo en ocasiones, necesitamos ir a Jesús. Pero no podemos ir de cualquier manera, aunque vayamos tal como somos con nuestros cansancios y nuestras limitaciones.
No podemos ir cargados con nuestras alforjas llenas de nuestras autosuficiencias y nuestros saberes; tenemos que aprender a vaciarnos, a vaciarnos de ese yo de nuestra autosuficiencia y nuestro orgullo, para ir con humildad, la humildad de la pobreza de nuestra vida tan vacía y con la sencillez del que lleva los ojos y los oídos del corazón bien abiertos para ver, para escuchar, para sentir lo que El quiere ofrecernos, no simplemente lo que nosotros apetezcamos. El nos ofrecerá siempre algo mejor.
Jesús, le hemos escuchado, da gracias al Padre porque revela estos misterios a los humildes y a los sencillos, porque la Buena Nueva se anuncia a los pobres que son los que mejor la escuchan, porque la liberación de nuestro espíritu, de nuestro corazón la podremos alcanzar cuando en verdad reconozcamos aquellas cosas que quizá nosotros mismos hemos puesto que son las que nos oprimen y no nos dejan ser libres de verdad.
Hoy celebramos a una gran mujer, una gran santa que supo ir haciendo ese recorrido en su vida, santa Teresa de Jesús. Aunque ya desde joven entro en el monasterio de la Encarnación para vivir en la vida del retiro y de la clausura, necesitó el paso de muchos años para hacer ese trabajo de ascesis en su vida para purificar de verdad su corazón y así abrirlo totalmente a Dios. Así llegó a la altura de su mística unión con Dios que le hacía transverberar  en su vida para sentirse inundada de Dios. Así pudo luego emprender la reforma del Carmelo y la fundación de tantos nuevos monasterios a lo largo y ancho de toda Castilla y hasta los rincones más lejanos de España.
Buscó a Dios, se dejó conducir por El, puso en El todos sus anhelos, purificó su Espíritu y se llenó de Dios. Un camino ejemplo para el camino de nuestra vida. Un camino de pobreza y de humildad que nos hace abrirnos a Dios que llenará en plenitud nuestra existencia.

viernes, 14 de octubre de 2016

Una buena sombra, una levadura benéfica necesitamos en la vida que nos haga caminar siempre por caminos de rectitud

Una buena sombra, una levadura benéfica necesitamos en la vida que nos haga caminar siempre por caminos de rectitud

 Efesios 1,11-14; Sal 32; Lucas 12,1-7

‘Quien a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija’, es un refrán que quizá más de una vez hemos oído o lo hemos empleado para aconsejar a alguien que se rodee de personas buenas y que en verdad puedan ser un estímulo por su rectitud y bien hacer para nuestro crecimiento personal.
Bien sabemos, por otra parte, la influencia maléfica que muchos pueden ejercer sobre nosotros, incluso sin decirnos nada, pero sus actitudes, sus posturas, lo que hacen en su vida puede ir influyendo en nosotros casi sin darnos cuenta; ahí está lo maléfico de esa influencia. No discernimos bien lo que hacemos, nos dejamos arrastrar por el ambiente o por lo que vemos hacer en los otros, todo nos parece bueno y que podemos justificarlo, pero poco a poco todo eso va influyendo en nosotros y terminamos pensando y actuando de manera contradictoria, o al menos, contraria a lo que eran nuestros primeros principios y valores. Un árbol de sombra benéfica necesitamos en la vida.
Comenzamos a justificarnos en lo que hacemos, sabiendo quizá que va contra nuestros valores, pensamos que son cosas de nuestro interior o muy personales nuestras que nadie va saber, pero aquello que llevamos en nuestro interior más tarde o más temprano lo vamos a reflejar exteriormente y comenzamos por cosas que nos parece que no tienen importancia, pero como una bola en torbellino todo va creciendo y creciendo y al final podemos terminar mal.
De eso nos está hablando Jesús hoy en el evangelio cuando, por ejemplo, les dice que tengan cuidado con la levadura de los fariseos; o sea, que no se dejen influir por ellos, por sus apariencias que son pura hipocresía, porque exteriormente pueden parecer muy buenos porque son muy cumplidores pero en su interior lo que ocultan es maldad. Emplea esa imagen de la levadura que lo comprendemos muy bien, una cosa que nos parece insignificante en medio de la gran masa, pero que sin embargo la hace fermentar, la transforma.
Y Jesús les previene para que se sientan seguros; les habla de las persecuciones que de una forma u otro los que le siguen han de soportar, pero que saben bien de quien se fían porque Dios nos cuida; que podrán matar el cuerpo, hacernos perder la vida corporal, pero que nuestro interior ha de mantenerse siempre en la rectitud donde está la verdadera vida.
En el evangelio de Lucas que es el que estamos leyendo se nos deja entrever lo que un poco más ampliamente podremos contemplar en san Mateo, la providencia de Dios. Es el Padre bueno que nos cuida y que nos protege, que con la fuerza de su Espíritu está en nosotros para preservarnos de todo mal, y en quien hemos de poner toda nuestra confianza, porque ha de ser la confianza de los hijos en el amor, en el amor del Padre.

jueves, 13 de octubre de 2016

El camino de Jesús es siempre un camino de subida, de ascensión, de pascua y así es el camino de todos los que seguimos a Jesús

El camino de Jesús es siempre un camino de subida, de ascensión, de pascua y así es el camino de todos los que seguimos a Jesús

Efesios 1,1-10; Sal 97; Lucas 11,47-54

Somos muy dados a los homenajes póstumos; nuestras poblaciones están llenas de monumentos, de estatuas, de calles con nombres de personas a las que ahora llamamos ilustres, pero cuyos homenajes y reconocimientos en su mayoría fueron después de muertos. Parece que mientras viven las personas siempre hay alguna cosa que achacarle y nos cuesta mucho reconocer públicamente lo que han sido o la misión que desarrollaron en su vida. Claro que siempre hay excepciones.
Todos, por supuesto, estamos sujetos a limitaciones porque no somos perfectos pero sería bueno que en la vida de las personas reconociéramos con más frecuencia los valores de su vida y aunque sabemos que no hacemos las cosas buscando esos reconocimientos humanos, la presentación de unos valores reflejados en la vida de personas que conocemos pueden ser también buen ejemplo y estimulo para las generaciones actuales o que se están forjando su futuro.
Es lo que vemos que Jesús echa en cara a los judíos de su tiempo.¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros’. Una referencia también a lo que estaba sucediendo con su mensaje que no querían reconocer.
Es una tendencia de siempre, quien se nos presenta en la vida con un testimonio valiente, que podríamos decir profético, que denuncia nuestras actitudes o posturas negativas tiene el peligro de ser rechazado. Las tiniebla rechazaron la luz que nos dice san Juan al principio de su evangelio.  Y es que el testimonio de lo bueno hace chirriar los desajustes de nuestra vida.
Un faro de luz nos hace descubrir las oscuridades de nuestra vida y nos resaltan las negruras que pudiera haber escondidas en nuestra existencia. Cuando encendemos la luz en la habitación haciendo llegar su resplandor a todos los rincones nos descubre la suciedad que pudiera haber escondida. Y eso no nos gusta porque nos hace descubrir nuestra realidad, esa realidad que queremos ocultar.
A Jesús, nos dice hoy el evangelista, que lo querían quitar de en medio. ‘Los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras’. Comienza a reflejársenos en el evangelio de san Lucas la oposición que va encontrando Jesús que hará que busquen su condena.
Es su subida a Jerusalén, que no es solo la subida geográfica desde las llanuras de Galilea a las montañas de Judea donde estaba situada Jerusalén, sino que está hablándonos de la ascensión de Jesús, que es ascensión hacia la Pascua, que pasará por la pasión y la cruz y terminará en la gloria de la resurrección y Ascensión al cielo. Por eso el camino de Jesús se va haciendo duro en aquellos que le están acosando, pero Jesús lo sabe y se lo anuncia a los discípulos, como ya hemos escuchado tantas veces.
Es nuestro camino, que como el de Jesús ha de ser también subida, ascensión, pascua, reflejado en tantas luchas, deseos de superación, contratiempos, oposición que también nos podemos encontrar, sufrimientos. Pero es un camino que queremos hacer conscientes, sabedores que es un camino de pascua, pero un camino que hacemos con Jesús. 

miércoles, 12 de octubre de 2016

El Pilar de María sea signo de fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor reflejos de nuestra vida cristiana

El Pilar de María sea signo de fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor reflejos de nuestra vida cristiana

1Crónicas 15,3-4. 15-16; 16, 1-2; Sal 26; Lucas 11,27-28

Hoy celebramos el día de la Virgen del Pilar. Una fiesta muy entrañable para todos los españoles y para toda la hispanidad. Una fiesta que es un eco de aquel grito de la mujer anónima que bendecía a la madre de Jesús, cumplimiento de las palabras proféticas de María que en el Magnifica anunciaba que la felicitarían todas las generaciones, pero que se convierte en un reto para nosotros que seremos bendecidos si, como María, escuchamos la Palabra de Dios y la plantamos en nuestro corazón, como nos ha dicho Jesús en el evangelio.
La tradición, entre las penumbras de la leyenda, nos habla de la presencia de María haciéndose cercana al apóstol Santiago mientras anunciaba el Evangelio en nuestras tierras hispanas. Como un hito, como un signo grande allí quedó el Pilar sobre el que descansan los pies de la Virgen y a donde acuden millares y millares de devotos para sentir el amor y la protección de María que siempre nos conduce hasta Jesús.
Es la madre que se hizo presente junto al apóstol en momentos duros y difíciles de la predicación del Evangelio y que con su aliento llenó de esperanza aquel corazón en su entrega por la causa del evangelio. Es la madre que sigue haciéndose presente en la vida de sus hijos como consuelo y como esperanza, como fortaleza para su fe para que nunca se sienta debilitada por los avatares de la vida, como ánimo para la constancia en el amor de la entrega y de la búsqueda del encuentro con los demás, y como refugio maternal para los pecadores y consuelo de los afligidos que así sienten siempre la presencia de María.
Ese pilar sobre el que descansa la imagen bendita de María y que da nombre a esta advocación de todo esto nos habla. Que sintamos de verdad ese pilar de María en nuestro corazón, en nuestra vida para así sentirnos fortalecidos en nuestra fe y en nuestro amor con la gracia del Señor.
El Beato Pablo VI en la exhortación apostólica ‘Marialis Cultus’ entre otra cosas bellas nos dice: ‘La misión maternal de la Virgen empuja al Pueblo de Dios a dirigirse con filial confianza a Aquella que está siempre dispuesta a acogerlo con afecto de madre y con eficaz ayuda de auxiliadora; por eso el Pueblo de Dios la invoca como Consoladora de los afligidos, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, para obtener consuelo en la tribulación, alivio en la enfermedad, fuerza liberadora en el pecado; porque Ella, la libre de todo pecado, conduce a sus hijos a esto: a vencer con enérgica determinación el pecado. Y, hay que afirmarlo nuevamente, dicha liberación del pecado es la condición necesaria para toda renovación de las costumbres cristianas…’  
Así queremos sentir la protección de María del Pilar cuando celebramos su fiesta y sentimos siempre a nuestro lado la presencia de la madre, la presencia de María. Quiero completar esta breve reflexión con el himno que nos ofrece la liturgia para la oración de Laudes de esta fiesta:
Santa María del Pilar, escucha
nuestra plegaria, al celebrar tu fiesta,
Madre de Dios y Madre de los hombres,
Reina y Señora.

Tú, la alegría y el honor del pueblo,
eres dulzura y esperanza nuestra;
desde tu trono, miras, guardas, velas,
Madre de España.

Árbol de vida, que nos diste a Cristo,
fruto bendito de tu seno virgen,
ven con nosotros hasta que lleguemos
contigo al puerto…

martes, 11 de octubre de 2016

Lo que vivimos hay que hacerlo con sentido, con sencillez, llenando de amor y de humildad nuestros gestos, poniendo auténtica disponibilidad en lo que hacemos para acercarnos a los demás

Lo que vivimos hay que hacerlo con sentido, con sencillez, llenando de amor y de humildad nuestros gestos, poniendo auténtica disponibilidad en lo que hacemos para acercarnos a los demás

Gálatas 5,1-6; Sal 118; Lucas 11,37-41

Las buenas costumbres nacen en la persona y en la colectividad de esos hábitos repetitivos que hemos ido adquiriendo desde una educación que hemos recibido donde se nos ha tratado de enseñar unos buenos principios y unos valores que serán los que irán marcando nuestra vida. Esas buenas costumbres tratarán de reflejar esos principios de nuestra vida, esas normas de conducta. Nunca tendrían que convertirse en actos rutinarios que hiciéramos sin sentido y sin conexión con esos verdaderos valores de nuestra vida. Cuando convertimos nuestras costumbres en un absoluto que podría parecer que están por encima de todo en la vida y nos convertimos en esclavos de las cosas que hemos puesto como normas que nos tendrían que ayudar, todo perdería su verdadero sentido y valor.
Es lo que Jesús denunciaba en los fariseos de su tiempo. Los llama hipócritas por doble cara que manifiestan sus apariencias. Aparentemente buenas costumbres, muchas normas que reglamentan la vida, pero sus corazones están llenos de falsedad y de mentira. No hay en ellos unos corazones acogedores y que nos trasmitan paz.
Hoy contemplamos a Jesús en casa de un fariseo donde lo han invitado a comer. Y Jesús, como siempre, va rompiendo moldes. Busca lo que realmente es importante. Allí estaba esa buena costumbre higiénica en si misma de lavarse las manos antes de comer, pero que habían convertido poco menos que en un rito religioso. En cuanto podía convertirse en un signo de hospitalidad por parte de quien recibía a su huésped en su casa estaba bien, pero si lo sacábamos de su verdadero sentido perdería su valor.
Jesús busca el corazón y quienes unos corazones limpios de maldades y verdaderamente puros, mientras otros se preocupaban vanamente más de la limpieza exterior. De ahí la respuesta de Jesús a la reacción que estaban mostrando ante los gestos de Jesús. ‘Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades’. Lo que verdaderamente tenéis que ofrecer es lo bueno que llevéis dentro de vuestro corazón, viene a decirles Jesús.  
Preocuparnos solo de la apariencia, de lo exterior es vanidad. Y la vanidad nos hace falsos, increíbles, porque no estamos mostrando lo que verdaderamente llevamos en el corazón. Por eso tenemos que preocuparnos de esa pureza interior quitando esas vanidades, como alejando de nosotros toda clase orgullo, purificándonos de las malicias que nos hacen mirar con malos ojos a los que están a nuestro lado.
Sin con vanidad, con falsas apariencias, con orgullo nos acercamos al otro poco podemos ofrecerle en lo que se sienta acogido de forma agradable. Ese gesto de ofrecer agua al huésped que llegaba a tu puerta era un signo de acogida, de apertura no solo de las puertas de nuestra casa sino verdaderamente de nuestro corazón. Pero si vamos desde nuestra autosuficiencia, desde la altura de los pedestales de nuestros orgullos poco acogido podrá sentirse el que llega hasta nosotros. Por eso las cosas hay que hacerlas con sentido, con sencillez, llenando de amor y de humildad nuestros gestos, poniendo auténtica disponibilidad en lo que hacemos por acercarnos a los demás.
El que acoge no espera a que el otro llegue hasta ti, sino que sabrá adelantarse para llegar pronto a tu encuentro y si estamos subidos en nuestro pedestal pocos pasos podremos dar para llegar hasta el otro. Acogida es abajarnos en el amor, es cercanía con nuestra buena actitud, es ponernos a su lado para hacer que se sienta a gusto, contagiarle de nuestra felicidad ofreciéndole nuestra sonrisa, y recibir con alegría y humildad cuanto de bueno pueda ofrecernos el que llega que siempre será para nosotros como un hermano.

lunes, 10 de octubre de 2016

Cristianos valientes y comprometidos que nos involucremos de verdad en la vivencia y en el anuncio del evangelio de Jesús

Cristianos valientes y comprometidos que nos involucremos de verdad en la vivencia y en el anuncio del evangelio de Jesús

Gálatas 4,22-24.26-27.31–5,1; Sal 112; Lucas 11,29-32

Nos llamamos cristianos y decimos que tenemos a gala el serlo. Más de una vez nos habremos escuchado decir a nosotros mismos, es que soy cristiano de toda la vida, eso es lo que me enseñaron mis padres, yo soy muy creyente y a mi la fe no hay quien me la quite.
Todo eso está muy bien y en verdad es algo que se refleja en nuestra vida. Pero quizá tendríamos que preguntarnos realmente nosotros ¿a quien escuchamos?, ¿a quien convertimos en maestro de nuestra vida? ¿Quién nos da la pautas de nuestro caminar, de nuestra manera de hacer las cosas, de nuestro estilo de vida? Porque quizá nos dejamos influir más por las modas que se llevan y ya no se trata solamente de las modas o marcas de ropa que podamos usar; ¿qué es lo que influye de de verdad en nosotros? ¿El que dirán de las gentes, lo que todo el mundo hace? Decimos quizá alguna vez o muchas veces que no podemos ir contra corriente, porque, claro, todo el mundo lo hace, todo el mundo actúa así.
Fijémonos como influye en nosotros el materialismo en que vive la mayoría de la gente, ese sensualismo del ambiente en el que pensamos solamente en pasarlo bien y cuando no podemos parece que el mundo se nos cae encima porque no sabemos vivir de otra manera. Pensemos en el estilo de religiosidad que vivimos muchas veces demasiado superficial contentándonos con hacer cositas, o en aquellos que solo saben vivir una religiosidad milagrera y de promesas. Así podríamos pensar en muchas cosas donde nos damos cuenta que el tinte del evangelio no es precisamente lo que marca nuestro actuar y nuestra vida.
No significa que nos alejemos de este mundo en el que vivimos porque en él estamos, pero es ahí donde, si en verdad somos cristianos, seguidores de Jesús, que hemos tomado el evangelio como pauta de nuestra vida y nos tomamos muy en serio nuestra fe, hemos de expresar lo que son nuestros valores, hemos de llenar nuestra vida de trascendencia, no nos vamos a dejar influir por el ambiente frío, indiferente a lo religioso que nos rodea, y donde vamos a expresarnos en todo nuestro compromiso cristiano.
Eso cuesta, no es fácil, porque es fuerte la atracción que podamos sentir para simplemente vivir como se vive en el ambiente que nos rodea, porque podemos caer en el espejismo de que todo nos parece bueno o no tan malo y no sabemos hacer un discernimiento de lo que realmente es valido y lo que no lo es. Es cierto que de alguna manera es más cómodo vivir una religiosidad superficial donde le ofrecemos de vez en cuando cositas a Dios como para tenerlo contento y nos ayude en nuestras necesidades o problemas.
Pero quien se dice un seguidor de Jesús no se puede quedar en eso. Tenemos que asumir de verdad la Buena Nueva del Reino que Jesús nos anuncia y disponernos a vivirlo con toda intensidad al tiempo que nos hemos de convertir en mensajeros de ese evangelio para el mundo que nos rodea aunque no nos escuche. Es el camino en que nos pone nuestra fe en Jesús. Es el camino al que Jesús nos ha enviado en medio del mundo para anunciar su evangelio de salvación. Hace falta cristianos valientes y comprometidos que nos involucremos de verdad en la vivencia y en el anuncio del evangelio de Jesús. 

domingo, 9 de octubre de 2016

El reconocimiento de cuanto recibimos nos hace agradecidos y nos llena de satisfacciones hondas

El reconocimiento de cuanto recibimos nos hace agradecidos y nos llena de satisfacciones hondas

2Reyes 5, 14-17; Sal 97; 2Timoteo 2, 8-13; Lucas 17, 11-19
Quien sabe dar gracias sabe encontrar la verdadera razón de su felicidad. Podría parecer lo más natural del mundo el que seamos capaces de dar gracias cuando hemos recibido un favor. Se suele decir que es de la más elemental educación. Así lo tratamos de enseñar a los niños desde lo más pequeño. ‘¿Qué es lo que se dice, niño? Se dice, gracias’. Así lo enseñamos, pero no sé si luego en la vida eso lo hacemos también de la forma más espontánea y natural.
Dar gracias significa reconocer; reconocer que sin que nosotros lo mereciéramos recibimos algo gratuito de alguien; reconocer quizá nuestras carencias, nuestras deficiencias, nuestra pobreza; y reconocer no es solo una palabra, tendrá que ser una actitud más profunda, que quizá necesite de nuestra parte humildad. No será necesario quizá prodigarnos en alabanzas, pero si es dar constancia del buen corazón de la otra persona, de su generosidad, de su altruismo, porque quien nos ha dado con generosidad no lo hace buscando oscuras ganancias ni buscando el reconocimiento.
Es un entrar en un estilo de convivencia hermoso, porque eso nos enseñará también a nosotros ser generosos y no solamente por corresponder a aquella persona que nos haya favorecido, sino porque nos damos cuenta de cuánto bien podemos hacer también nosotros a los demás con nuestra generosidad y con nuestro altruismo. Y en una convivencia así en la que gratuitamente compartimos los unos y los otros nos sentiremos felices, estaremos en verdad haciendo un mundo mejor, un mundo más humano.
Cuando somos agradecidos ya no miramos ni el color de la piel, ni su procedencia, ni la forma de ser o de pensar de los otros porque estamos entrando un nuevo estilo y sentido de humanidad. Yo estaré aprendiendo también a mirar con ojos nuevos a aquellos con los que convivo y a los que prestaré mi solidaridad de una forma generosa.
Es una forma de romper barreras para hacer el mundo mejor, porque desgraciadamente nos creamos demasiadas barreras, ponemos muchas distancias, miramos mucho al otro con quien nos encontramos porque nos hemos hecho desconfiados; y esas barreras y desconfianzas nos encierran en nosotros mismos y el que se encierra en si mismo por mucho que diga nunca será feliz del verdad. El egoísmo y la insolidaridad no nos producen satisfacciones que alegren lo más profundo de nuestra vida.
Hoy el evangelio nos ha hablado de aquellos diez leprosos que fueron curados por Jesús mientras iba camino de Jerusalén. Quizá me haya extendido excesivamente en las consideraciones previas al comentario de este hecho que nos narra el evangelio, pero creo que pueden ayudarnos a captar bien el mensaje que se nos quiere trasmitir en el pasaje evangélico.
‘Jesus, maestro, ten compasión de nosotros’ le gritaban desde la lejanía de aquellas barreras que había impuesto la sociedad con aquellos a los que se consideraban impuros. Jesús les envía a que vayan a cumplir con lo prescrito por la ley cuando había de reconocerse que un leproso estaba curado y podía volver a reintegrarse en el seno de su familia y de la comunidad. Mientras iban de camino a presentarse a los sacerdotes uno de ellos al verse curado se da la vuelta y se atreve ya a acercarse a Jesús. ‘Se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús dándole gracias’.
Ha encontrado la salvación. ‘Tu fe te ha salvado’, le dirá Jesús. La salvación no fue solo el sentirse curado de la lepra, era algo mucho más profundo que se había producido en el corazón de aquel hombre. Ahí está su fe, pero está su reconocimiento de donde le ha venido la salvación. Alaba a Dios y da gracias a Jesús. No se ha curado por si mismo, sino sabe que ha sido un don de Dios que se le ha manifestado en Jesús.  Y ha sido capaz de venir a reconocerlo.
No sabemos nada de los otros que cumplirían con lo prescrito por la ley y se reincorporarían a su vida normal, pero ¿no se preguntaran si algo les había faltado porque no habían acudido a quien les había curado para darle gracias? ¿No será algo que nos pasa a nosotros en las ocasiones en que no fuimos capaces explícitamente de dar las gracias a quien nos había beneficiado con algún favor?
Esta reflexión que nos hacemos sobre este pasaje evangélico en el que podríamos fijarnos aún en muchos otros detalles nos valga para analizar la actitud humilde y gozosa al mismo tiempo que tendríamos que tener con nuestro agradecimiento a cuantos nos benefician con su generosidad o simplemente haciendo algo a favor nuestro también desde su profesionalidad.
Pero también ha de valernos para interrogarnos cómo es nuestra acción de gracias a Dios cada día y cada minuto de nuestra vida donde tanto recibimos de Dios. Qué fáciles somos para pedir a Dios desde nuestras necesidades y nuestra pobreza y qué remisos somos a la hora de la acción de gracias.