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sábado, 15 de octubre de 2016

Ansiamos la paz que dé sosiego a las ansiedades de nuestro espíritu y Jesús nos invita a ir hasta El, manso y humilde de corazón, que nos dará nuestro descanso

Ansiamos la paz que dé sosiego a las ansiedades de nuestro espíritu y Jesús nos invita a ir hasta El, manso y humilde de corazón, que nos dará nuestro descanso

Eclesiástico 15,1-6; Sal 88; Mateo 11,25-30

Qué sabroso es que tras los cansancios y los agobios del trabajo y de las luchas que nos da la vida cada día, al finalizar la tarde podamos encontrar un lugar que sea un remanso de paz, que nos sirva de descanso para reparar nuestras fuerzas y donde nos encontremos también con aquellas personas amadas que con su presencia y su delicadeza nos ofrezcan también esa paz para nuestro espíritu que tanto necesitamos.
Ansiamos esa paz, esa serenidad que nos da descanso, que eleva también nuestro espíritu porque nos da ocasión para la reflexión, para levantar nuestros pensamientos en altos y soñadores vuelos de futuros llenos de felicidad. Necesitamos soñar en algo distinto, algo que le de un futuro mejor a nuestra vida. Hemos de saber aspirar a ideales más altos y nobles que llenen de verdad nuestro espíritu. Nos sentimos cansados muchas veces en las carreras de la vida y no solo es el cansancio físico sino que es muchas veces un desasosiego que sentimos dentro de nosotros y que no sabemos dónde y cómo calmar. Necesitamos una profundidad en las raíces de nuestra vida que muchas veces por pensar solo en lo material y caduco parece que se nos desvanece bajo los pies.
Es esa profundidad del espíritu que asentando bien los pies sobre la tierra (por la vida) por la que caminamos sin embargo nos haga levantar la vista para buscar más altos valores e ideales que nos den una mayor permanencia a nuestro ser. Nos quedamos solo en lo material que palpamos pero dentro de nosotros, sin saber cómo, sin embargo nos damos cuenta que no es eso lo que nos llena y lo que puede dar una mayor plenitud a nuestra vida. Necesitamos una espiritualidad para no ser tan materialistas en la vida como tantas veces somos.
Hoy nos dice Jesús en el evangelio que vayamos hasta El los que nos sentimos cansados y agobiados porque en El vamos a encontrar nuestro descanso, nuestra paz. Sí, aunque a algunos nos cueste reconocerlo en ocasiones, necesitamos ir a Jesús. Pero no podemos ir de cualquier manera, aunque vayamos tal como somos con nuestros cansancios y nuestras limitaciones.
No podemos ir cargados con nuestras alforjas llenas de nuestras autosuficiencias y nuestros saberes; tenemos que aprender a vaciarnos, a vaciarnos de ese yo de nuestra autosuficiencia y nuestro orgullo, para ir con humildad, la humildad de la pobreza de nuestra vida tan vacía y con la sencillez del que lleva los ojos y los oídos del corazón bien abiertos para ver, para escuchar, para sentir lo que El quiere ofrecernos, no simplemente lo que nosotros apetezcamos. El nos ofrecerá siempre algo mejor.
Jesús, le hemos escuchado, da gracias al Padre porque revela estos misterios a los humildes y a los sencillos, porque la Buena Nueva se anuncia a los pobres que son los que mejor la escuchan, porque la liberación de nuestro espíritu, de nuestro corazón la podremos alcanzar cuando en verdad reconozcamos aquellas cosas que quizá nosotros mismos hemos puesto que son las que nos oprimen y no nos dejan ser libres de verdad.
Hoy celebramos a una gran mujer, una gran santa que supo ir haciendo ese recorrido en su vida, santa Teresa de Jesús. Aunque ya desde joven entro en el monasterio de la Encarnación para vivir en la vida del retiro y de la clausura, necesitó el paso de muchos años para hacer ese trabajo de ascesis en su vida para purificar de verdad su corazón y así abrirlo totalmente a Dios. Así llegó a la altura de su mística unión con Dios que le hacía transverberar  en su vida para sentirse inundada de Dios. Así pudo luego emprender la reforma del Carmelo y la fundación de tantos nuevos monasterios a lo largo y ancho de toda Castilla y hasta los rincones más lejanos de España.
Buscó a Dios, se dejó conducir por El, puso en El todos sus anhelos, purificó su Espíritu y se llenó de Dios. Un camino ejemplo para el camino de nuestra vida. Un camino de pobreza y de humildad que nos hace abrirnos a Dios que llenará en plenitud nuestra existencia.

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