El camino de Jesús es siempre un camino de subida, de ascensión, de pascua y así es el camino de todos los que seguimos a Jesús
Efesios 1,1-10; Sal 97; Lucas
11,47-54
Somos muy dados a los homenajes póstumos; nuestras poblaciones están
llenas de monumentos, de estatuas, de calles con nombres de personas a las que
ahora llamamos ilustres, pero cuyos homenajes y reconocimientos en su mayoría
fueron después de muertos. Parece que mientras viven las personas siempre hay
alguna cosa que achacarle y nos cuesta mucho reconocer públicamente lo que han
sido o la misión que desarrollaron en su vida. Claro que siempre hay
excepciones.
Todos, por supuesto, estamos sujetos a limitaciones porque no somos
perfectos pero sería bueno que en la vida de las personas reconociéramos con
más frecuencia los valores de su vida y aunque sabemos que no hacemos las cosas
buscando esos reconocimientos humanos, la presentación de unos valores
reflejados en la vida de personas que conocemos pueden ser también buen ejemplo
y estimulo para las generaciones actuales o que se están forjando su futuro.
Es lo que vemos que Jesús echa en cara a los judíos de su tiempo. ‘¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los
profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que
hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros
les edificáis sepulcros’. Una
referencia también a lo que estaba sucediendo con su mensaje que no querían
reconocer.
Es una tendencia de siempre, quien
se nos presenta en la vida con un testimonio valiente, que podríamos decir
profético, que denuncia nuestras actitudes o posturas negativas tiene el
peligro de ser rechazado. Las tiniebla rechazaron la luz que nos dice san Juan
al principio de su evangelio. Y es que
el testimonio de lo bueno hace chirriar los desajustes de nuestra vida.
Un faro de luz nos hace descubrir
las oscuridades de nuestra vida y nos resaltan las negruras que pudiera haber
escondidas en nuestra existencia. Cuando encendemos la luz en la habitación
haciendo llegar su resplandor a todos los rincones nos descubre la suciedad que
pudiera haber escondida. Y eso no nos gusta porque nos hace descubrir nuestra
realidad, esa realidad que queremos ocultar.
A Jesús, nos dice hoy el
evangelista, que lo querían quitar de en medio. ‘Los escribas y
fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas
capciosas, para cogerlo con sus propias palabras’. Comienza a reflejársenos en el evangelio de san
Lucas la oposición que va encontrando Jesús que hará que busquen su condena.
Es su subida a Jerusalén, que no
es solo la subida geográfica desde las llanuras de Galilea a las montañas de
Judea donde estaba situada Jerusalén, sino que está hablándonos de la ascensión
de Jesús, que es ascensión hacia la Pascua, que pasará por la pasión y la cruz
y terminará en la gloria de la resurrección y Ascensión al cielo. Por eso el
camino de Jesús se va haciendo duro en aquellos que le están acosando, pero Jesús
lo sabe y se lo anuncia a los discípulos, como ya hemos escuchado tantas veces.
Es nuestro camino, que como el de Jesús
ha de ser también subida, ascensión, pascua, reflejado en tantas luchas, deseos
de superación, contratiempos, oposición que también nos podemos encontrar,
sufrimientos. Pero es un camino que queremos hacer conscientes, sabedores que
es un camino de pascua, pero un camino que hacemos con Jesús.
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