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viernes, 14 de octubre de 2016

Una buena sombra, una levadura benéfica necesitamos en la vida que nos haga caminar siempre por caminos de rectitud

Una buena sombra, una levadura benéfica necesitamos en la vida que nos haga caminar siempre por caminos de rectitud

 Efesios 1,11-14; Sal 32; Lucas 12,1-7

‘Quien a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija’, es un refrán que quizá más de una vez hemos oído o lo hemos empleado para aconsejar a alguien que se rodee de personas buenas y que en verdad puedan ser un estímulo por su rectitud y bien hacer para nuestro crecimiento personal.
Bien sabemos, por otra parte, la influencia maléfica que muchos pueden ejercer sobre nosotros, incluso sin decirnos nada, pero sus actitudes, sus posturas, lo que hacen en su vida puede ir influyendo en nosotros casi sin darnos cuenta; ahí está lo maléfico de esa influencia. No discernimos bien lo que hacemos, nos dejamos arrastrar por el ambiente o por lo que vemos hacer en los otros, todo nos parece bueno y que podemos justificarlo, pero poco a poco todo eso va influyendo en nosotros y terminamos pensando y actuando de manera contradictoria, o al menos, contraria a lo que eran nuestros primeros principios y valores. Un árbol de sombra benéfica necesitamos en la vida.
Comenzamos a justificarnos en lo que hacemos, sabiendo quizá que va contra nuestros valores, pensamos que son cosas de nuestro interior o muy personales nuestras que nadie va saber, pero aquello que llevamos en nuestro interior más tarde o más temprano lo vamos a reflejar exteriormente y comenzamos por cosas que nos parece que no tienen importancia, pero como una bola en torbellino todo va creciendo y creciendo y al final podemos terminar mal.
De eso nos está hablando Jesús hoy en el evangelio cuando, por ejemplo, les dice que tengan cuidado con la levadura de los fariseos; o sea, que no se dejen influir por ellos, por sus apariencias que son pura hipocresía, porque exteriormente pueden parecer muy buenos porque son muy cumplidores pero en su interior lo que ocultan es maldad. Emplea esa imagen de la levadura que lo comprendemos muy bien, una cosa que nos parece insignificante en medio de la gran masa, pero que sin embargo la hace fermentar, la transforma.
Y Jesús les previene para que se sientan seguros; les habla de las persecuciones que de una forma u otro los que le siguen han de soportar, pero que saben bien de quien se fían porque Dios nos cuida; que podrán matar el cuerpo, hacernos perder la vida corporal, pero que nuestro interior ha de mantenerse siempre en la rectitud donde está la verdadera vida.
En el evangelio de Lucas que es el que estamos leyendo se nos deja entrever lo que un poco más ampliamente podremos contemplar en san Mateo, la providencia de Dios. Es el Padre bueno que nos cuida y que nos protege, que con la fuerza de su Espíritu está en nosotros para preservarnos de todo mal, y en quien hemos de poner toda nuestra confianza, porque ha de ser la confianza de los hijos en el amor, en el amor del Padre.

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