Una buena sombra, una levadura benéfica necesitamos en la vida que nos haga caminar siempre por caminos de rectitud
Efesios
1,11-14; Sal 32; Lucas 12,1-7
‘Quien a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija’, es un
refrán que quizá más de una vez hemos oído o lo hemos empleado para aconsejar a
alguien que se rodee de personas buenas y que en verdad puedan ser un estímulo
por su rectitud y bien hacer para nuestro crecimiento personal.
Bien sabemos, por otra parte, la influencia maléfica que muchos pueden
ejercer sobre nosotros, incluso sin decirnos nada, pero sus actitudes, sus
posturas, lo que hacen en su vida puede ir influyendo en nosotros casi sin
darnos cuenta; ahí está lo maléfico de esa influencia. No discernimos bien lo
que hacemos, nos dejamos arrastrar por el ambiente o por lo que vemos hacer en
los otros, todo nos parece bueno y que podemos justificarlo, pero poco a poco
todo eso va influyendo en nosotros y terminamos pensando y actuando de manera
contradictoria, o al menos, contraria a lo que eran nuestros primeros
principios y valores. Un árbol de sombra benéfica necesitamos en la vida.
Comenzamos a justificarnos en lo que hacemos, sabiendo quizá que va
contra nuestros valores, pensamos que son cosas de nuestro interior o muy
personales nuestras que nadie va saber, pero aquello que llevamos en nuestro
interior más tarde o más temprano lo vamos a reflejar exteriormente y
comenzamos por cosas que nos parece que no tienen importancia, pero como una
bola en torbellino todo va creciendo y creciendo y al final podemos terminar
mal.
De eso nos está hablando Jesús hoy en el evangelio cuando, por
ejemplo, les dice que tengan cuidado con la levadura de los fariseos; o sea,
que no se dejen influir por ellos, por sus apariencias que son pura hipocresía,
porque exteriormente pueden parecer muy buenos porque son muy cumplidores pero
en su interior lo que ocultan es maldad. Emplea esa imagen de la levadura que
lo comprendemos muy bien, una cosa que nos parece insignificante en medio de la
gran masa, pero que sin embargo la hace fermentar, la transforma.
Y Jesús les previene para que se sientan seguros; les habla de las
persecuciones que de una forma u otro los que le siguen han de soportar, pero
que saben bien de quien se fían porque Dios nos cuida; que podrán matar el
cuerpo, hacernos perder la vida corporal, pero que nuestro interior ha de
mantenerse siempre en la rectitud donde está la verdadera vida.
En el evangelio de Lucas que es el que estamos leyendo se nos deja
entrever lo que un poco más ampliamente podremos contemplar en san Mateo, la
providencia de Dios. Es el Padre bueno que nos cuida y que nos protege, que con
la fuerza de su Espíritu está en nosotros para preservarnos de todo mal, y en
quien hemos de poner toda nuestra confianza, porque ha de ser la confianza de
los hijos en el amor, en el amor del Padre.
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