Cristianos valientes y comprometidos que nos involucremos de verdad en la vivencia y en el anuncio del evangelio de Jesús
Gálatas 4,22-24.26-27.31–5,1;
Sal 112; Lucas 11,29-32
Nos llamamos cristianos y decimos que tenemos a gala el serlo. Más de
una vez nos habremos escuchado decir a nosotros mismos, es que soy cristiano de
toda la vida, eso es lo que me enseñaron mis padres, yo soy muy creyente y a mi
la fe no hay quien me la quite.
Todo eso está muy bien y en verdad es algo que se refleja en nuestra
vida. Pero quizá tendríamos que preguntarnos realmente nosotros ¿a quien
escuchamos?, ¿a quien convertimos en maestro de nuestra vida? ¿Quién nos da la
pautas de nuestro caminar, de nuestra manera de hacer las cosas, de nuestro
estilo de vida? Porque quizá nos dejamos influir más por las modas que se
llevan y ya no se trata solamente de las modas o marcas de ropa que podamos
usar; ¿qué es lo que influye de de verdad en nosotros? ¿El que dirán de las
gentes, lo que todo el mundo hace? Decimos quizá alguna vez o muchas veces que
no podemos ir contra corriente, porque, claro, todo el mundo lo hace, todo el
mundo actúa así.
Fijémonos como influye en nosotros el materialismo en que vive la
mayoría de la gente, ese sensualismo del ambiente en el que pensamos solamente
en pasarlo bien y cuando no podemos parece que el mundo se nos cae encima
porque no sabemos vivir de otra manera. Pensemos en el estilo de religiosidad
que vivimos muchas veces demasiado superficial contentándonos con hacer
cositas, o en aquellos que solo saben vivir una religiosidad milagrera y de
promesas. Así podríamos pensar en muchas cosas donde nos damos cuenta que el
tinte del evangelio no es precisamente lo que marca nuestro actuar y nuestra
vida.
No significa que nos alejemos de este mundo en el que vivimos porque
en él estamos, pero es ahí donde, si en verdad somos cristianos, seguidores de Jesús,
que hemos tomado el evangelio como pauta de nuestra vida y nos tomamos muy en
serio nuestra fe, hemos de expresar lo que son nuestros valores, hemos de
llenar nuestra vida de trascendencia, no nos vamos a dejar influir por el
ambiente frío, indiferente a lo religioso que nos rodea, y donde vamos a
expresarnos en todo nuestro compromiso cristiano.
Eso cuesta, no es fácil, porque es fuerte la atracción que podamos
sentir para simplemente vivir como se vive en el ambiente que nos rodea, porque
podemos caer en el espejismo de que todo nos parece bueno o no tan malo y no
sabemos hacer un discernimiento de lo que realmente es valido y lo que no lo
es. Es cierto que de alguna manera es más cómodo vivir una religiosidad
superficial donde le ofrecemos de vez en cuando cositas a Dios como para
tenerlo contento y nos ayude en nuestras necesidades o problemas.
Pero quien se dice un seguidor de Jesús no se puede quedar en eso.
Tenemos que asumir de verdad la Buena Nueva del Reino que Jesús nos anuncia y
disponernos a vivirlo con toda intensidad al tiempo que nos hemos de convertir
en mensajeros de ese evangelio para el mundo que nos rodea aunque no nos
escuche. Es el camino en que nos pone nuestra fe en Jesús. Es el camino al que Jesús
nos ha enviado en medio del mundo para anunciar su evangelio de salvación. Hace
falta cristianos valientes y comprometidos que nos involucremos de verdad en la
vivencia y en el anuncio del evangelio de Jesús.
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