Dejémonos envolver por la locura del amor que nos hace estar siempre en pie dispuestos con generosidad sin límites para el servicio y para el compartir solidario
1Samuel 1, 1-27; Sal 79; Marcos 3, 20-21
¿Pero tú estás loco? No te compliques la vida, ya la vida tiene por si
muchas complicaciones, para que ahora te metas en eso también. Algo así
habremos escuchado alguna vez cuando hemos querido emprender algo nuevo,
cuando nos sentimos comprometidos con
algo que nos puede traer complicaciones, o quizás hayamos sido nosotros los que
le hayamos dicho algo así a alguien a quien veíamos muy comprometido con muchas
cosas a favor de los demás.
Es una tentación que tenemos o que sufrimos. O no querer complicarnos
la vida, hacernos sordos y ciegos a las cosas que veamos que no nos gustan y a
querer vivir simplemente nuestra vida olvidándonos de solidaridades y
compromisos. Bueno hacemos algo bueno cuando podamos, pero sin complicarnos. Y
ese ‘cuando podamos’ en nuestra insolidaridad o en nuestro pensar primero o
solo en nosotros mismos parece que nunca llega, o por lo menos, no queremos
adelantarlo mucho.
No es ese el estilo de Jesús, no es ese el estilo que tenemos que
vivir sin en verdad nos decimos que somos seguidores de Jesús, somos
cristianos. Ya nos enseña que tenemos que aprender a hacernos los últimos, los
servidores de todos y que ahí está nuestra grandeza. Pero es que El fue por
delante. No vino el Hijo del Hombre a ser servido sino a servir, y le veremos
incluso a postrado ante los discípulos para lavarles los pies.
Es lo que nos está sugiriendo este breve texto del evangelio que hoy
se nos propone en la liturgia. No le dejaban tiempo ni para comer. Está en su
casa o allí donde le acojan y siempre la casa se llenará de gente. Sus
familiares andan preocupados, porque piensan que eso no puede seguir así. Les
parece una locura. Quieren llevárselo para hacerlo recapacitar porque les
parece que no está en sus cabales.
No son esas las preocupaciones que han de tener por Jesús. El está
cumpliendo la misión que ha recibido del Padre y ese ha de ser el estilo del
mundo nuevo que El quiere realizar. Se abandona en las manos del Padre. Lo había
hecho ya allá en el desierto antes de comenzar su actividad apostólica porque
no se había dejado seducir por ambiciones personales, por la comodidad de las
cosas fáciles o por la fama que pudiera conseguir por sus obras
extraordinarias. Ya le escucharemos continuamente decir a los beneficiarios de
sus signos que no lo cuenten a nadie, porque a El no han de buscarle desde unos
beneficios materiales aunque sea la salud de sus cuerpos. En las manos del
Padre se pondrá antes de iniciar su pasión y en las manos del Padre entrega su
espíritu en el momento supremo del sacrificio en la cruz.
Hermoso mensaje para nuestra vida que nos estimula a salir de nuestras
comodidades y rutinas. Hermoso mensaje que nos despierta de nuestro sopor y nos
hace ponernos en pie para con generosidad siempre estar dispuestos para el
bien, para ayudar, para compartir, para saber caminar junto al otro, para tender
siempre nuestras manos con generosidad y disponibilidad para el servicio.
No importa que nos digan que estamos medio locos; si es locos por el
amor, no importa; si es locos por querer seguir los mismos pasos de Jesús, no
importa. Dejémonos envolver por esa locura de amor.