Quien ama quiere ser feliz él, pero quiere también que sea feliz el otro y siempre entonces buscará el bien, la justicia, la sinceridad, la lealtad, el respeto, la solidaridad, el compartir
1Samuel 16,1-13; Sal 88; Marcos 2,23-28
Todos conocemos personas minuciosas que siempre se están fijando en
los detalles más mínimos y que muchas veces incluso nos atormentan porque
parece que lo único que son capaces de ver en esas pequeñeces son las cosas
oscuras. Personas escrupulosas que se atormentan a si mismas, pero que de alguna
manera atormentan a quien esté a su lado.
Cuando entran en el ámbito de la conciencia, queriendo calibrar lo que
hacen bien o de lo que hacen mal el tormento es insufrible, en todo les parece
estar viendo pecado; necesitan una liberación interior porque el mandamiento
del Señor para esas personas más que un cauce de amor por donde debe circular
nuestra vida se convierte en una obsesión y en un tormento llenando de mucha
negatividad sus vidas.
No es eso lo que Dios quiere para nosotros. La grandeza de nuestro espíritu
es que seamos capaces de discernir bien es cierto pero no para buscar el
tormento, sino para vivir en la libertad del que ama de verdad y con un amor
que se olvida de si para darse con generosidad de corazón.
Hoy hemos visto en el evangelio que se nos habla de cómo por allá
andaban los sesudos fariseos con sus reglamentaciones al limite que se fijan
ahora si los discípulos de Jesús al pasar por un sembrado cogen unas espigas y
las estrujan con sus manos para comer sus granos. Es sábado y eso lo consideran
ellos como si estuvieran en el trabajo de la siega; y los sábados no se puede
trabajar, reglamentado estaba hasta la distancia que podían recorrer.
Reglamentaciones que no liberan sino que atormentan, ponen trabas a la vida de las
personas y atormentan nuestra conciencia por si acaso hayamos pasado aunque
fuera lo mínimo el límite de lo permitido.
‘El sábado se hizo para el hombre y el Hijo del Hombre es señor del
sábado’, les dice Jesús. No podemos vivir en ese sentido de esclavitud. La
ley de Dios lo que busca es trazarnos los cauces para que el hombre sea
verdaderamente feliz y realice en armonía su vida. Pudiera parecernos un
lenguaje negativo el de los mandamientos porque parece que todo son
prohibiciones, pero mirémoslo desde el lado positivo de quien ama y por ama
nunca querrá buscar el daño del otro.
No es no matar sino amar, no es no robar, sino ser justo y compartir,
no es no mentir o calumniar sino ser veraz y sincero en la vida… y así
podríamos ir pensando en cada uno de los mandamientos del Señor. Por eso Jesús
nos vendrá a decir que su único mandamiento es el del amor. Quien ama quiere
ser feliz él, pero quiere también que sea feliz el otro y siempre entonces
buscará el bien, la justicia, la sinceridad, la lealtad, el respeto, la
solidaridad, el compartir. Es así como buscaremos la gloria del Señor.
Tenemos que dejarnos iluminar por el evangelio, escuchar esa buena
noticia que nos viene a traer Jesús en que quiere un mundo nuevo – el Reino de
Dios – en el que todos podamos ser felices de verdad porque siempre queremos
hacer felices a los otros. No habrá llanto, ni luto ni dolor, porque el amor
transformará nuestras vidas, porque la esperanza llena de un sentido nuevo la
vida aunque aparecieran en algún momento las sombras, porque teniendo a Dios en
el centro de nuestro corazón toda nuestra vida caminará siempre hacia la
plenitud.
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