El evangelio de Jesús tiene que seguir siendo buena nueva para el mundo en el que vivimos y depende de los signos que demos nosotros los que creemos en Jesús
1Samuel 18, 6-9; Sal 55; Marcos 3, 7-12
‘Se retiró Jesús a la orilla del lago y lo siguió una muchedumbre
de Galilea’, nos dice el evangelista; pero luego sigue diciéndonos que la
gente no era solo de Galilea, habían venido de Judea y de más abajo porque habían
venido de Idumea, pero también de Tiro y de Sidón y de más allá del Jordán. Y
nos da el detalle de que les había pedido a los discípulos que le tuvieran
preparada una barca no fuera a estrujarlo la gente.
Y venían con sus enfermos, toda clase de impedidos, para que Jesús los
curara, se le echaban encima. Y hasta los poseídos por espíritus inmundos
gritaban reconociendo a Jesús como el Hijo de Dios. Es admirable como la fama
de Jesús se extendió por todas partes y todos querían escucharle y sentirse
beneficiados por las maravillas que hacía.
Y el mensaje de Jesús sigue siendo el mismo hoy. Es el que tiene que
proclamar la Iglesia, el que tenemos que testimoniar nosotros los que decimos
que creemos en Jesús. Pero quizá tendríamos que preguntarnos si hoy sigue
siendo igual de atractivo el mensaje de Jesús, si hoy las gentes de la misma
manera acuden, acudimos a escuchar a Jesús y sentirnos beneficiados de sus
dones y de su gracia.
Tenemos que ser realistas y no encandilarnos, porque podríamos entrar
en confusión. Habrá momentos en que nos parecen que son muchos los cristianos
porque quizá vemos todavía cantidades de personas en algunos acontecimientos
religiosos, visitas quizá a un determinado santuario, procesiones en
determinadas fiestas y en determinados lugares, gentes que corren a aquellos
lugares de los que se nos habla que suceden cosas extraordinarias, pero ¿es ese
un entusiasmo de verdad por Jesús y por su evangelio?
Asiste uno a Misa un domingo cualquiera en cualquier Iglesia de
nuestras ciudades o de nuestros pueblos y nos puede parece que hay mucha gente,
aunque también nos encontramos demasiadas veces las iglesias medio vacías en
dichas celebraciones. Pero si comparamos la gente que vemos allí asistiendo a
Misa con la población que hay alrededor, ¿a cuánto nos llegará el porcentaje? Caminemos
por nuestros pueblos y miremos de verdad cual es el interés que siente la mayoría
de las personas por las cosas de la Iglesia. Pensar en la Iglesia o hablar de
la Iglesia será solo para criticarla y querer sacar no se cuantas cosas. Sin
querer entrar en juicios sobre las personas tratemos de fijarnos si son los
valores cristianos, los valores del evangelio los que animan a las personas que
vemos en nuestro entorno. Bautizados, si, muchos quizás, pero ¿cristianos con los valores del
evangelio?
Como decíamos antes el mensaje de Jesús sigue siendo el mismo, pero
quizá no impacta de la misma manera en la gente de nuestro entorno. Países
llamados cristianos, pero descristianizados. ¿Es culpa del mensaje? El mensaje
de salvación de Jesús y su evangelio sigue siendo válido hoy como en todos los
tiempos. ¿No nos sucederá que la Iglesia o nosotros los cristianos somos los
que no hemos sabido trasmitir ese mensaje, hacer creíble ese mensaje a los
hombres y mujeres de hoy?
No quiero que empecemos a echarnos culpas los unos a los otros, pero
sí creo que tendríamos que pensar cual es el testimonio que nosotros estamos
dando, que incluso la Iglesia está dando. Las gentes veían los signos que Jesús hacia y
su palabra era creíble y se despertaba la esperanza en aquellos corazones. Son
los signos que nosotros tenemos que dar con nuestra vida, con nuestro
testimonio, con nuestro amor y nuestro compromiso para que se despierte también
la esperanza, para que se encienda de nuevo la luz de la fe en los corazones de
los hombres y mujeres de hoy. Habría que pensar también como hemos de dar a
conocer ese testimonio y esas obras de la Iglesia hoy.
El evangelio de Jesús tiene que seguir siendo buena nueva para el
mundo en el que vivimos. Y nosotros somos los encargados, a nosotros nos envió Jesús
por el mundo, de hacer ese anuncio de esa Buena Noticia. Tendremos que comenzar
por despertar nosotros los que nos llamamos cristianos porque decimos que
tenemos fe en Jesús.
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