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viernes, 19 de enero de 2018

Los cristianos tendríamos que preguntarnos cómo hacemos presente nuestra cercanía a nuestros pastores para que nunca ningún pastor sienta la amargura de la soledad y del abandono

Los cristianos tendríamos que preguntarnos cómo hacemos presente nuestra cercanía a nuestros pastores para que nunca ningún pastor sienta la amargura de la soledad y del abandono

1Samuel 24,3-21; Sal 56; Marcos 3,13-19

‘Jesús subió a la montaña, llamó a los que quiso, y se fueron con él’. Jesús elige, escoge de entre todos los discípulos a los que El quiso.
Como nosotros elegimos. Nos vamos encontrando con muchos en la vida pero no todos significan lo mismo para uno. Vamos sintonizando, vamos conociendo, vamos eligiendo a quienes pueden ser nuestros amigos, a los que queremos tener más cerca de nosotros, con los que vemos que podemos tener proyectos de vida comunes. Sin querer excluir a nadie, porque siempre tenemos que estar abiertos a todos, formamos nuestro círculo, esas personas a las que más apreciamos y con las que compartimos de manera especial desde lo más hondo de nosotros mismos. Es el amigo que es compañero y más que compañero en el mejor sentido de la palabra, porque caminamos juntos, queremos construir juntos.
Mucha gente seguía a Jesús. Eran los discípulos, los que querían seguirle, escuchar su Palabra y dejarse transformar por ella. Y Jesús cuenta con todos, porque a todos ama y a todos llama a formar parte de su Reino. Pero elegirá a algunos de manera especial, que van a estar más cercanos, a quienes les va a confiar una misión especial, que van a ser el cimiento de ese nuevo edificio que Jesús quiere construir en nuestro mundo y en la vida de los hombres.
Son los que hoy vemos llamar y van a ser nombrados como apóstoles, que van a estar en esa cercanía especial de Jesús. Y el evangelista nos hace la relación de los doce escogidos por Jesús, incluyendo a aquel que luego le traicionaría. Allí están todos, los Doce, también con sus limitaciones, sus debilidades, con lo que les cuesta entender y caminar en muchas ocasiones, pero son aquellos en los que Jesús confía de manera especial para ser el cimiento de esa comunidad nueva.
Por eso  nos dirá san Pablo que estamos edificados sobre el cimiento de los apóstoles para formar un sólido edificio. A ellos de manera especial les explica, con ellos convive de una forma más continuada, ellos le van a seguir por todas partes por los caminos de todo Israel, a ellos se les va a revelar de manera especial. Van a ser el fundamento especial.
El evangelio de hoy nos hace pensar en la Iglesia y nos hace pensar en aquellos a los que en la nueva comunidad Jesús ha confiado una misión especial. Llamados por el Señor. Como nos dice el evangelio ‘a los que quiso’. No nos arrogamos esa misión especial que en la Iglesia podamos desempeñar, sino que tenemos que sentirnos llamados por el Señor. Es cierto que un día decidimos seguirle, ser de sus discípulos, los que hacen su camino. Pero esa misión especial no es cosa nuestra, no es solo por nuestra decisión, sino que es El quien llama. A nosotros, o a quienes hayan recibido esa llamada y esa misión, toca responder con generosidad, con disponibilidad total.
Y detrás tiene que estar toda la Iglesia. Es el apoyo de los cristianos a sus pastores. Como cuando Pedro estaba en la cárcel y toda la comunidad estaba reunida orando por él. Así toda la Iglesia tiene que sentirse en comunión, todos los que seguimos a Jesús tenemos que sentirnos en comunión con nuestros pastores. Que no es solo que lo digamos de palabra o lo pensemos en el corazón, sino que tiene que ser de una manera efectiva y real, primero con nuestra oración, luego con nuestra cercanía y nuestro apoyo para que nunca los pastores del pueblo de Dios se sientan solos.
Aunque nos apoyamos en el Señor que es nuestra Roca, sin embargo ese apoyo en el Señor se siente más vivo cuando está la comunidad detrás con su oración, con su presencia, con su cercanía, con su escucha, también con una palabra de aliento, para caminar siempre juntos. Aquí tendríamos que preguntarnos como los cristianos hacemos presente nuestra cercanía a nuestros pastores, como es la forma efectiva y eficaz en que vivimos esa comunión de Iglesia. Que nunca ningún pastor sienta la amargura de la soledad y del abandono de los suyos.

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